domingo, 8 de abril de 2012

TITO SOLARI CAPELLARI Una vida de retos y alegrías

El Arzobispo de Cochabamba fue protagonista y mediador de varias luchas en defensa de los derechos

humanos y reivindicaciones sociales en Bolivia, haciendo frente a militares y policías durante los gobiernos

de Hugo Banzer Suárez, Jorge “Tuto” Quiroga, Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos de Mesa.

Historias de retos, angustias y alegrías marcan la vida de Tito Solari Capellari en Bolivia, desde su llegada hace 38 años. Su incesante lucha por la vida, la defensa de la paz, los derechos humanos y la libertad son parte de los retos que hoy lo mantienen en la firme posición de seguir adelante, bajo los principios del respeto mutuo y la solidaridad.

“Yo me vine a los 34 años; un día mi superior me dijo si estaba dispuesto a venirme a Bolivia, y yo dije que sí”, recuerda Tito Solari, quien no conocía nada del país y menos del idioma. “Escuché sólo una lección de castellano y aprendí una palabra “tranquilo”, y dije con esto me voy, esto me sirve no sólo para aprender una palabra sino para estar tranquilo”, recuerda.

El año 1974, Tito Solari emprendió un largo viaje desde su natal Pesaris-Italia al otro lado del mundo, y llegó a San Carlos de Ichilo, en Yapacaní. La primera lección más importante la recibió de una niña, que al verlo caminar sólo le preguntó a dónde iba; tomándolo de la mano lo guió por las calles enseñándole todo cuanto encontraba a su paso. “Ella me decía: ¿Conoce ese árbol? Sus hojas cambian de colores, en su copa anida un pájaro...” “La niña me hablaba de la naturaleza con tanta sabiduría, que me dije: ‘Tito, tú pensabas ser la persona más culta de este pueblo y sabes menos que una niña de diez años”, relata Monseñor.

Es así que inició su aprendizaje en un contexto completamente diferente al suyo con dificultades como el transporte y las comunicaciones. Al poco tiempo la dura realidad del oriente golpeó su corazón, la mala alimentación y extrema pobreza cobraba cada día la vida de un niño. “Un domingo en la noche me llevaron al tercer niño que había muerto ese día. Me puse a llorar y dije: Señor, no me habrás llamado aquí a bendecir niños muertos. No he venido para esto, Señor”, reprochó.

Sus propias palabras fueron el aliento que lo impulsó a emprender su primera lucha, conocer la causa de las muertes y evitar que siga cobrando la vida de los pequeños. Inició una campaña de vacunación junto a colaboradores que fue capacitando; la misa se convirtió en un espacio de reflexión permanente, hasta que finalmente logró, no sólo reducir la mortandad de niños, sino capacitar a hombres y mujeres para mejorar la alimentación y cuidar la higiene. Posteriormente impulsó la construcción de un hospital que con los años llegó a ser el referente de atención en el departamento cruceño.

El año 1981 fue nombrado Inspector de la Provincia Salesiana en Bolivia, con sede en La Paz. En 1984 es transferido a Cochabamba, y el 19 de marzo de 1987 es ordenado Obispo en Santa Cruz de la Sierra, donde prestó su servicio en la Iglesia de Santa Cruz como Obispo Auxiliar de monseñor Luis Rodríguez. Su primera sede fue Montero, y posteriormente Santa Cruz, donde replicó su experiencia estableciendo un centro de salud, continuando con la catequesis, las labores de educación y capacitación agropecuaria. “Formamos líderes en cada comunidad y ellos nos ayudaban a difundir el trabajo”, explica.

Ya en Cochabamba, encontró “un mundo diferente”. “Lo más fuerte que percibí en Cochabamba fue la familia y esas devociones tan profundas y dedicadas y una gran relación con Dios”, señala Monseñor recordando las masivas concurrencias a misa, la celebración de fiestas religiosas y patronales como el de la Virgen de Urkupiña, así como la ofrenda de misas a los difuntos.

En su recorrido por comunidades como Kami e Independencia, vio que la pobreza era el común denominador de las familias en el campo. “Conocí dramas de mortalidad superiores a las de oriente”. Para Solari, esta situación aún no ha sido superada, sin embargo, destaca que ha mejorado bastante. “Lo que destaco de este Gobierno es que la salud y educación han llegado a todas partes”, dice.

En este recorrido tuvo sus primeras participaciones como mediador en conflictos que reivindicaban profundas demandas sociales. La conformación de un equipo de personas dedicas a esta causa, fue fundamental para una participación más profunda de la Iglesia. “La Guerra del Agua fue, sin duda, uno de los eventos más fuertes que vivimos; nos vimos obligados a organizar un equipo junto a Carlos Moreno, Sagrario Goñi, Eugenio Coter y Mariluz Bustamante”, señala Solari.

La autoridad eclesiástica recuerda que la Iglesia en ese entonces tenía rol orientador, mediador y de denuncia, junto a otras instituciones como Derechos Humanos, Defensor del Pueblo y los medios de comunicación.

Luchas que no terminan

Las diferencias entre grupos sociales -campo y ciudad, empleador y obrero- fueron para Solari la principal causa de los conflictos que sacrificaban injustamente a las familias bolivianas.

Uno de los conflictos que recuerda está el de YPFB, cuando el país permaneció bloqueado por varios días y tres líderes desaparecieron. Al enterarse de esto, Solari decidió encontrarlos y no retornar si no era con ellos; los encontró en una cárcel y se encerró con ellos; con engaños fallidos las autoridades intentaron sacarlo, hasta que finalmente un ministro se comunicó con él. “Me dijo: ‘Esta noche a las diez los vamos a liberar, pero por favor salga’. Yo tenía el compromiso de quedarme con ellos hasta que los liberen”, recuerda.

“Los liberaron... y es tan difícil expresar la inmensa alegría que sintieron, incluso la esposa de uno de ellos no aguantó y dio a luz”, cuenta entre sonrisas.

Años después, durante la visita del papa Juan Pablo II, el año 1988, Solari propuso que la máxima autoridad visite los recintos penitenciarios; la propuesta fue rechazada pero quedó en él una fuerte convicción de trabajar con los privados de libertad. “Me sentí muy mal, y dije: no estoy en paz conmigo mismo, un día de estos van a ver que el obispo Tito va a vivir con ellos”.

Al poco tiempo, los problemas de hacinamiento y retardación de justicia desataron una huelga de hambre que puso en evidencia las condiciones inhumanas de la reclusión en Bolivia. “La experiencia fue tremenda, las conversaciones que tuve con los líderes fueron las más impresionantes de mi vida”, dice Solari perdiendo la mirada en las historias compartidas que sólo él guarda. “Ahí me di cuenta que el dolor más grande no es la privación de libertad, sino el tomar conciencia del dolor que causamos a nuestras familias, eso no nos deja en paz...”, reflexiona.

Su sola presencia junto a los presos políticos, privados de libertad, obreros y otros ponía en aprietos a las autoridades que rápidamente cedían a sus demandas o por lo menos se disponían al diálogo, situación que se replicó en diferentes conflictos durante los gobiernos de Hugo Banzer Suárez, Tuto Quiroga, Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa.

En la coyuntura actual, Tito Solari reconoce que la Iglesia, junto a otras instituciones, fue desplazada en su rol mediador, cree que uno de los signos más sobresalientes de la crisis actual del país, es la falta de respeto mutuo “de” la autoridad y “a” la autoridad. “La presencia de la Iglesia ya no es reconocida, ahora no tiene ese rol y quien pierde es el país”.

La autoridad eclesiástica explica que su participación como mediador dependerá de que ambas partes en conflicto así lo expresen.


No hay comentarios:

Publicar un comentario