Año 33 de nuestra era. En las primeras horas del 14 de Nisán, del calendario lunar judío, Jesús y sus doce apóstoles celebraron como cada año la Pascua, en recuerdo de la liberación de Israel del cautiverio egipcio en 1513 antes de la era común.
El registro bíblico señala que el nuevo día judío comienza después de la puesta del sol. Esa noche, tras concluir la comida pascual, Jesucristo despidió a Judas Iscariote, el traidor, quien fue a cumplir su cometido de conspirar contra la vida de su Maestro. Después, con sus once apóstoles fieles, Jesús introdujo una nueva celebración: la Cena del Señor dedicada a recordar su muerte y el inicio de un ´nuevo pacto´ con sus discípulos. Según el vigente calendario gregoriano era el jueves 31 de marzo del año 33, noche de luna llena, que este 2012 cae el 5 de abril, después de la puesta del sol.
La Cena del Señor, que se conoce también como Conmemoración, es la única observancia religiosa anual de los testigos de Jehová en todo el mundo. Y se realiza de acuerdo a la celebración instituida por Jesús registrada en los evangelios, después de la puesta del sol.
Dos de las razones por las que Jesús instituyó la Conmemoración son: la de vindicar la soberanía universal de su Padre Jehová y la de dar su vida perfecta en rescate por muchos. Jesucristo mandó que se recordara su muerte con una cena simbólica con pan ácimo (sin levadura) y vino, que representan su cuerpo y su sangre entregados en sacrificio a favor de toda la humanidad.
Los testigos de Jehová cumplen con ese mandato. La conmemoración suele incluir una explicación basada en la Biblia de los objetivos de la muerte de Jesús, los símbolos utilizados y los beneficios que esta inmensa muestra de amor se deriva para toda la humanidad. Como Jesús en el primer siglo, los testigos ofrecen al Creador una oración antes de pasar entre los asistentes un plato con el pan ácimo y otra oración antes de pasar el vino.
El recuerdo de la muerte de Jesús, cada año en el equivalente al 14 de Nisán, permite a los testigos de Jehová, y a una cada vez creciente multitud de personas invitadas, valorar el inmenso amor que tiene Jehová Dios por la humanidad, la obra de su creación, al punto de enviar no a cualquiera de sus hijos espirituales, miríadas de ángeles, sino a su Hijo Unigénito para que muriera por nuestros pecados y diera a todos los hombres la oportunidad de ejercer fe en Jesucristo y, la posibilidad de vivir bajo su gobierno mesiánico aquí en la Tierra, convertida en un Paraíso, por la eternidad.
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