Por la mañana, el papa argentino bendijo en la mañana la bandera de los Juegos Olímpicos que Rio organizará en 2016 en una ceremonia en el Palacio de la Ciudad a la que asistieron el exastro del fútbol Zico y el exbasquetbolista Oscar Schmidt, que padece cáncer. Francisco es apasionado por el fútbol e hincha de San Lorenzo.
También recibió las llaves de la ciudad, bendijo a la multitud y les pidió riendo en castellano, "y recen por mí". Luego llegó a la favela de Varginha.
"Amor por los pobres"
Varginha, una favela gris y plana del Complejo de Manguinhos (zona norte), fue por décadas muy violenta hasta que fue reconquistada por la policía de manos de narcotraficantes hace menos de un año.
El narcotráfico continúa aunque de manera más discreta en esta barriada donde el primer papa latinoamericano de la historia bendecirá el nuevo altar de la iglesia, aún sin terminar, caminará por una calle y visitará a una familia.
Desde el techo de una casa precaria que da al enlodado campo de fútbol, se dirigirá a unos 25.000 fieles.
"Paz", leía esta mañana un cartel en la favela, engalanada con fotos del papa, banderas y globos blancos y dos estatuas naïf de dos metros de altura de la virgen de Aparecida y de Francisco, el "papa pastor", con dos cabras.
Amara Marinho Oliveira, de 82 años, sostiene en la puerta de su casa una foto de Francisco, con la esperanza de que el papa se detenga en su puerta.
"No dormí, mucha emoción está explotando el corazón de esta vieja", dijo a la AFP la anciana, que hace casi 50 años vive en la favela.
"El simple hecho de cambiar su nombre de Jorge a Francisco, que es el santo de los pobres, es una muestra de su amor por los pobres. Tiene caridad, humildad, amor", aseguró.
El papa Juan Pablo II ya había visitado en 1980 la favela de Vidigal, al borde del Atlántico, donde afirmó entonces que en todo el mundo "la Iglesia desea ser la Iglesia de los pobres" en momentos en que curas brasileños eran acusados de comunistas por defender a los más desposeídos.
El denominado "papa del pueblo", que cuando era arzobispo de Buenos Aires denunció la "exclusión" de "grandes masas de la población" debido al neoliberalismo y a la globalización, visitó el miércoles un centro de rehabilitación de drogadictos en un hospital franciscano al pie de favelas, y el viernes se reunirá con un grupo de presos.
En el hospital San Francisco de Asís, el papa, de 76 años, advirtió contra la "liberalización del consumo de drogas", una idea que suma adeptos en Latinoamérica tras el fracaso de la guerra contra las drogas y sus decenas de miles de muertos. Francisco pidió en vez "afrontar los problemas que están a la base de su uso".
"La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad", dijo Francisco, al aludir implícitamente a los 70.000 asesinados de los últimos seis años en México, a decenas de miles más en Colombia y Centroamérica, así como a miles en la propia Rio, caídos en las guerras de las drogas.
Francisco busca revitalizar la Iglesia que atraviesa una crisis, sacudida por escándalos de corrupción y de pedofilia, así como por una sangría de fieles frente al ascenso de los evangélicos y del laicismo. Varginha, por ejemplo, tiene una sola iglesia católica y cuatro neopentecostales.
Y en su primer encuentro masivo por la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se espera convoque esta tarde a más de un millón de personas en la famosa playa de Copacabana, se espera que transmita un mensaje de renovación.
Ante unos 200.000 fieles reunidos en el mayor santuario católico de Brasil en Aparecida, bajo la lluvia fría que lo persigue desde que llegó a Brasil, el papa alertó el miércoles en su primera gran misa en el país que muchos jóvenes son atraídos por "ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer".
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