Monjas vistiendo un hábito riguroso y garotas en bikini dejando poco a la imaginación; improvisadas acampadas de jóvenes católicos en la playa y cientos de vendedores en el mercado persa de Copacabana; cantos a Jesucristo y la Virgen de Aparecida y “cristotecas” con música electrónica. Y en medio, claro, él, Francisco.
Todo esto y algo más dejó la visita papal a Brasil en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, un megaevento que la organización calificó de “éxito total”, sin precisar cifras porque costará Dios y ayuda calcular en metálico lo que supuso para el país vecino la presencia de un Papa dispuesto a remover los cimientos de la Iglesia Católica, iniciando una reforma que la introduzca en la modernidad sin cambiar ni un ápice su esencia religiosa.
De momento, el botón de muestra se sintió en las calles que vivieron “el carnaval de Francisco”, a ritmo de batucada en pleno mes de julio, aun bajo la lluvia dominante durante la semana, mostrando al mundo que para los brasileños la fiesta es un estado de ánimo permanente. Por ello se volcaron para encontrarse con un “tipo sencillo” que rompió el protocolo, tomó mate con los jóvenes y repartió besos y bendiciones por doquier.
Mientras, otros buscaban el perdón a sus pecados en los confesionarios instalados en la playa, enarbolaban la bandera de su país y de paso tomaban el sol, faltaría más, entre caipirinhas. No faltó quien mostró piel a modo de protesta, pero fue más para la nota de color, ésa que tanto nos gusta.
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