El Papa Francisco aterrizó este lunes en Rio de Janeiro, donde miles de peregrinos de todo el mundo lo esperan en las calles en clima de fiesta para dar la bienvenida al primer papa latinoamericano de la historia.
El Papa argentino, de 76 años, inicia así en Brasil, el país con más católicos del mundo, su primer viaje internacional para presidir la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) del 23 al 28 de julio, a la que asistirán más de un millón y medio de personas.
El Papa Francisco, apóstol de una iglesia misionera y cercana a los pobres, cumplirá una intensa agenda en este país sacudido recientemente por protestas sociales contra la corrupción y los pésimos servicios públicos, que incluye una visita a una favela, a adictos de crack y al mayor santuario católico de Brasil, Aparecida, en el estado de Sao Paulo.
Del aeropuerto internacional de Rio, donde fue recibido por la presidenta Dilma Rousseff, el papa se dirigirá a la catedral metropolitana, y luego se paseará en un papamóvil descubierto por el centro de la ciudad.
Miles de personas lo esperan cantando y bailando, agitando banderas del Vaticano y de sus países de origen.
"Queremos que el papa nos muestre esa iglesia abierta, de todas las nacionalidades, que es lo que nos reúne hoy", dijo a la AFP la argentina Eliana Tardivo, de 23 años y oriunda de Santa Fe, mientras aguarda al papa cerca de la catedral.
"La venida del Papa es una esperanza para el crecimiento de esta nueva iglesia", sostuvo el monje franciscano Everton Xavier Marques, de 29 años, de Minas Gerais (sureste de Brasil).
El Papa Francisco advirtió el lunes que el mundo corre el riesgo de tener una generación entera de jóvenes desempleados desde el avión que lo conducía a Brasil.
"Mi viaje tiene como objetivo estimular a los jóvenes para que se integren en el tejido social, con los ancianos", explicó el pontífice.
"Corremos el riesgo de tener una generación desempleada", dijo el Papa, y pidió que se evite "aislarlos". También condenó "la cultura del rechazo a los ancianos".
Respetando su estilo sencillo y franco, el papa jesuita saludó uno por uno a los 70 periodistas que lo acompañan en el vuelo, y reconoció que evita dar entrevistas porque le resulta "agotador".
Durante su visita de siete días en Brasil, Francisco buscará revitalizar a la Iglesia en Latinoamérica, su mayor feudo pero donde pierde terreno desde hace tres décadas, sobre todo ante las iglesias pentecostales y el laicismo.
El pontífice encontrará un Brasil confrontado a un creciente descontento social y en plena transformación religiosa.
El hartazgo ante la corrupción política y la pésima calidad del transporte, la salud y la educación pública -en contraste con los millones que se gastan en estadios para el Mundial de fútbol 2014- llevó a más de un millón de brasileños, sobre todo jóvenes de clase media, a protestar en las calles en junio, en plena Copa Confederaciones.
Las protestas terminaron muchas veces en enfrentamientos violentos con la policía y con saqueos y destrozos, la última de ellas el jueves pasado en Leblon e Ipanema, dos de los barrios más ricos de Rio.
El papa debe reunirse este lunes con Rousseff en el palacio Guanabara, frente al cual el grupo Anonymous Rio convocó a través de las redes sociales a un acto contra los 53 millones de dólares que cuestan a los contribuyentes brasileños su visita y la JMJ.
Los ateos, que protestarán por el mismo motivo, han llamado a un "desbautismo" colectivo, y grupos de defensa a los derechos de homosexuales convocaron a un "beijaço" (besazo) entre personas del mismo sexo.
Pero nada de eso disuadió al papa argentino de su voluntad de pasearse por el centro de Rio en un papamóvil descubierto inmediatamente después de su llegada.
El Vaticano asegura que el pontífice no está preocupado por las protestas y los expertos señalan que su discurso de reforma de una Iglesia en crisis, contra el derroche y en defensa de los desposeídos, está en sintonía con los manifestantes.
El operativo de seguridad contará con unos 30.000 militares y policías.
"Llego a Río en unas horas y mi corazón está lleno de gozo porque dentro de poco estaré con ustedes para celebrar la JMJ", escribió el papa en un tuit en español antes de emprender el viaje.
Un 64,6% de los brasileños son católicos, según el censo de 2010, contra 91,8% en 1970. Según un sondeo publicado el lunes, solo 44,2% de los jóvenes se declara católico.
Al margen de la visita papal, la Iglesia católica reclamó a Rousseff que vete un proyecto aprobado en el parlamento sobre la atención a víctimas de violencia sexual, y que en su opinión abre la vía a una legalización amplia del aborto, actualmente solo autorizado con muchas restricciones en casos de peligro de vida para la madre o en caso de violación.
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