El papa Francisco celebró ayer una misa para cerca de tres millones de fieles, convirtiendo a la playa de Copacabana, considerada como un edén del placer y la sensualidad, en un templo católico repleto de jóvenes de decenas de países que rezaron y hasta danzaron junto a cardenales y monjas.
TV Globo transmitió en vivo caravanas de Francisco y suspendió la emisión de su telenovela de mayor audiencia. El arzobispo de Río de Janeiro, Joao Orani Tempesta, dijo emocionado durante la misa: los brasileños “vamos a sentir saudades (añoranzas)” con la partida del singularmente carismático papa Francisco.
Un Pontífice que es capaz de sorprender hasta a los católicos más optimistas por la calidez desplegada en siete días de incontables abrazos al público, caminatas por una favela, y de agotar a los escoltas con permanentes improvisaciones.
Los brasileños van a añorar a un Papa “que se aproximó tanto (a ellos)” y a partir de ahora seguirán su enseñanza y “partirán como apóstoles hacia las periferias, hacia los excluidos... hacia donde nos envía el Santo Padre”, prosiguió el prelado Tempesta, con voz entrecortada.
Las palabras del arzobispo carioca trajeron un eco lejano del Vinicius de Moraes que escribió “tristeza no tiene fin (nao tem fim, en portugués), la felicidad sí”, estribillo del popular tema Felicidad, en el que se cuenta el pesar de un carioca el Miércoles de Cenizas con el fin del carnaval.
El oficio religioso celebrado por el papa Francisco puso fin ayer a la felicidad contagiosa percibida durante la Jornada Mundial de la Juventud, que durante los últimos cuatro días ocupó la bellísima Copacabana, poco acostumbrada a multitudinarios ritos católicos y más habituada a recibir fiestas paganas como el Reveillon de Año Nuevo o el carnaval, o las grandes manifestaciones del Orgullo Gay.
Desde el jueves la arena clara, frente a un mar inusualmente bravío, comenzó a poblarse de tiendas de campaña y fue el lugar donde hubo desde catequesis y confesionarios portables, hasta monjas alzando sus largas faldas marrones para mojarse los pies frente a jovencitas católicas con bikinis zambulléndose brevemente en las aguas frías.
Hace un mes los organizadores de la Jornada estimaban que la misa de cierre podría convocar “hasta unos 1,5 millones” de jóvenes procedentes de decenas de país y, algunos voceros llegaban a arriesgar la presencia de hasta dos millones, pero nadie ni siquiera barajaba que llegara a haber tres millones de personas, mucho menos luego de días de lluvia y viento, como los que asolaron la Ciudad Maravillosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario