En el octavo anillo de la avenida G77+China se erigió el campanario chiquitano para dar la bienvenida al papa Francisco y allí se apostaron cientos de devotos católicos para ver al distinguido visitante.
Delegaciones de fieles de iglesias del interior del país y residentes cruceños reservaron su lugar desde las primeras horas de la tarde.
Una madre con un hijo enfermo, un hombre con una dolencia incurable, un padre que quería enseñar a sus hijos el significado de la fe que profesa, otra madre que quería repetir la experiencia de ver a una papa, ya que de pequeña pudo conocer a Juan Pablo II cuando visitó nuestro país, una mujer con la esperanza de tocar su manto, son solo ejemplos de los deseos de los miles de fieles católicos que se instalaron en el parque lineal de la avenida que se conecta con el aeropuerto Viru Viru.
Las largas horas de espera y las bajas temperaturas fueron soportadas por la ilusión de ver al sumo pontífice en persona o aunque sea a través del vidrio del papamóvil.
Un cuadro enternecedor fue el de los cientos de niños de las Aldeas del Padre Alfredo que llegaron desde San José de Chiquitos y de la ciudad capital con la esperanza de pedirle al papa Francisco un hogar.
La historia de cada pequeño con polerita amarilla y las de esas madres adoptivas que trataban de cubrirlos y protegerlos del frío porque los aman como si fueran verdaderamente suyos merece muchas páginas.
“Tengo ocho hijos y le doy gracias a Dios por estos pequeños que puedo cuidar, les enseño por sobre todo a amar a Dios y por ello es que estamos aquí para ver al representante de Cristo, el papa Francisco”, expresó emocionada la mamá Teresa.
Los voluntarios
Andrea Núñez llegó de Salta para sumarse al grupo de los 7.000 voluntarios nacionales.
Recorrió el cambódromo de anillo a anillo llevando agua y queques a los jóvenes que sujetaban una cuerda para servir de cordón de seguridad en el recorrido del papa por esa vía.
Isabel Romero es una de las voluntarias encargadas de un bloque y comandaba con autoridad a sus colegas y hermanos en la misma faena. “El protocolo se debe seguir al pie de la letra por normas de seguridad. Así nos han capacitado”, expresó con mucha convicción y compromiso.
Religiosas y ancianos
Hermanas de distintas órdenes llegaron desde diferentes ciudades del país directo hasta el cambódromo. Colchas, edredones, chulos, chompas, chalinas y sacos de dormir, así como bolsas y bolsones las rodeaban mientras ellas con devoción rezaban para ignorar el viento gélido que penetraba sin piedad en sus cuerpos y el de los ancianos que las acompañaban.
“El Señor sufrió mucho más, así que soportar unas horas de frío para ver al santo padre no es nada, somos valientes y muy fuertes. Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece”, manifestó la hermana Dolores que llegó desde Cochabamba
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