lunes, 20 de julio de 2015

El pueblo que fue al encuentro del papa Francisco

Las anchas avenidas de Santa Cruz de la Sierra, el Segundo Anillo y la “Monseñor” adquirieron un aire de festividad religiosa, con todas sus características, con grandes grupos de peregrinos que buscaban la mayor cercanía posible con el altar para la misa ofrecida por el papa Francisco, el jueves 9 de julio.

Era casi imposible estar cerca del Papa: una muralla de sillas de privilegiados y el riguroso control policial lo impedía. Sin embargo, cientos se llevaron en una foto con el abrazo de Francisco. Es que el imaginativo marketing popular reprodujo con una fidelidad extraordinaria, al Papa de cuerpo entero y dimensiones reales, con el que los fieles se tomaban instantáneas por un precio módico, según el tamaño de la postal

Entre toda la gente podía verse agradecidos feligreses que combinaban su fe en Dios con los pequeños negocios de comida, casi todos, pero también de venta de fotografías, almanaques, rosarios, poleras, chalinas, banderas, llaveros, todos con la imagen fiel de Francisco sonriente e incluso caricaturizado.

“El papa llegó con bendiciones, los chorizos se venden bien”, comentó don Carlos al ofrecer su suculento bocadillo.

“Rosarios bendecidos por el papa Francisco”, ofrecía una joven mujer.

Los pequeños comerciantes habrían querido que ese ambiente festivo se congelara por más horas, o días, pero a medida que terminaba la visita, todos se veían obligados a retirar sus puestos de comercio y volver a la normalidad, las banderas que los primeros días se vendían a 20 bolivianos, ya se remataban a 5 bolivianos.

Muchos peregrinos extranjeros, particularmente los argentinos que llegaron en numerosa cantidad y bulliciosos grupos de jóvenes, partieron rumbo a Paraguay para prolongar su encuentro con Francisco, el papa argentino.

“Nos vamos satisfechos y emocionados, lo seguiremos también en Paraguay. Ojalá pronto lo podamos ver en Argentina”, dijo Marcos Rioja, que llegó a Bolivia junto a un numeroso grupo de “mochileros”.

Los vuelos seguían llenos, pero esta vez de retorno y en la tapa de la revista de Amaszonas se leía: Sos grande Francisco.

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