El último día del papa Francisco en nuestro país fue histórico. Por primera vez un pontífice visitó, compartió y escuchó a los presos del penal de Palmasola, el más poblado de Bolivia y donde hace dos años 35 personas murieron en una masacre por la pugna de poder al interior de este reclusorio.
“No podía dejar Bolivia sin venir a verles, sin dejar de compartir la fe y la esperanza que nacen del amor entregado en la cruz. Gracias por recibirme”, así comenzó ayer el pontífice su mensaje, parado en un atril a un costado del altar instalado en uno de los extremos de la cancha del penal, mudo escenario de tierra que ha sido testigo de violencia extrema, pero que ayer se ‘bañó’ con palabras de perdón, de esperanza y de paz del líder católico mundial.
Francisco ingresó a la cárcel poco después de las 9:30, en medio de un dispositivo de seguridad montado varias horas antes por la Policía. Se acercó a la Virgen de Urkupiña que está en una pequeña gruta al ingreso de la Gobernación y en medio de saludos y gritos de las internas del área de mujeres, avanzó hasta el PC-4.
Francisco, que recorrió las vías internas del recinto carcelario en un carro de golf convertido en papamóvil, se mostró alegre y dispuesto al contacto con los reos, que le hicieron sentir su cariño por su presencia con cánticos, apretones de mano, abrazos y carteles que le daban la bienvenida.
Bendijo y besó a cuanto niño encontró en su camino. Regaló sonrisas y compartió algunas palabras con un grupo de reclusos que estaban sentados en sillas plásticas a un costado de la cancha. Allí se tomó el tiempo para caminar entre ellos, sin apuros y con mucha paciencia acarició sus cabezas.
La seguridad solo observaba y acompañaba. Este recorrido duró al menos cinco minutos, mientras la multitud esperaba su presencia en la cancha.
La realidad
Antes de que el papa dé su mensaje a los internos, el arzobispo Jesús Juárez se encargó de pintarle la realidad carcelaria nacional, en una intervención que arrancó aplausos de los privados de libertad.
El prelado calificó como un escándalo la retardación de justicia en Bolivia y señaló que el 84% de los presos de toda Bolivia, no cuenta con una sentencia, y recordó el alto índice de hacinamiento carcelario.
Juárez dijo estar esperanzado en que la visita del pontífice signifique un antes y un después en la justicia penal nacional, ya que pidió a las autoridades soluciones estructurales para una realidad carcelaria donde los derechos humanos son vulnerados de manera muy frecuente.
Finalmente Juárez, encargado de la Pastoral Penitenciaria, pidió al santo padre rezar por los reos, por las autoridades y por los sacerdotes que trabajan con los privados de libertad.
El mensaje
El santo padre, que escuchó atento las palabras del arzobispo y de tres reclusos, que de manera emotiva le hicieron conocer la realidad de ausencias, inequidades y carencias en las que viven, dijo tener la certeza de que al dolor expresado por Leónidas Rodríguez, Analía Parada y Andrés de Jesús Céspedes “no es capaz de apagar la esperanza en lo más profundo del corazón, y que la vida sigue brotando con fuerza en circunstancias adversas”.
Con voz serena y luego de haber abrazado por algunos segundos a un niño que lo acompañó junto a otra pequeña en la tarima donde fue ubicado, el pontífice se presentó ante los reos como un hombre perdonado y les dijo que llegó hasta Palmasola para compartir con ellos a “Jesucristo, la misericordia del padre”.
Ante el ‘mar’ de reclusos y bajo un intenso sol, el pontífice les pidió utilizar el rezo para formar una red de protección para ellos y sus familias, recordando que los apóstoles Pedro y Pablo también estuvieron presos, pero que sus oraciones les permitieron no caer en el desespero y la oscuridad.
“Cuando Jesús entra en la vida, uno no queda detenido en su pasado, sino que comienza a mirar el presente de otra manera, con otra esperanza”, recordó el santo padre y pidió a la multitud que lo escuchó atenta y en silencio, solo interrumpido por aplausos de algarabía ante su mensaje, encontrar en la mirada del Cristo crucificado el lugar para poner pecados y dolores.
Finalmente, 15 minutos antes de las 11:00, el papa Francisco señaló con firmeza que la “reclusión no es lo mismo que exclusión”, insistiendo en la necesidad de que se generen alianzas interinstitucionales para encontrar respuestas a los reclamos de los reos y mantener viva la necesidad de trabajar por la dignidad
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