viernes, 10 de julio de 2015

#PapaenBolivia En Santa Cruz Orientación del Papa a sacerdotes y religiosos

El papa Francisco realizó ayer una reflexión durante su mensaje en el encuentro con sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, por algunas actitudes que asumen.

Reunido en el coliseo Don Bosco dijo que la identidad no puede ser sinónimo de superioridad, en alusión al carácter malhumorado y "corazón blindado" que algunas autoridades eclesiásticas muestran a la sociedad.

Al mismo tiempo, los instó a preservar sus raíces originarias y ser partícipe de la vivencia de su pueblo. Esas fueron las reflexiones que expresó en un encuentro que sostuvo con sacerdotes, religiosas y seminaristas de distintas latitudes del país y del mundo reunidos en la ciudad de Santa Cruz.

"Es la conciencia aislada de aquellos discípulos que piensan que la vida de Jesús es sólo de quienes se creen aptos, el ciego que no se meta, parecería licito que encuentren espacio sólo los autorizados, una casta de diferentes, que poco a poco se separan, se diferencian de su pueblo. Han hecho de la identidad una cuestión de superioridad, esa identidad que es pertenencia, se hace superior, ya no son pastores sino capataces. Escuchan pero no oyen, ven, pero no miran", dijo.

En alusión a una parábola donde describe a Bartineo, el Sumo Pontífice, tres son las respuestas frente a los gritos del ciego. Podríamos decirlo con las palabras del propio Evangelio: pasar, cállate, ánimo, levántate.

"Pasar sin escuchar el dolor de nuestra gente, sin enraizarnos en sus vidas, en su tierra, es como escuchar la Palabra de Dios sin dejar que eche raíces en nuestro interior y sea fecunda. Una planta, una historia sin raíces, es una vida seca".

Cállate, es la segunda actitud frente al grito de Bartimeo. Cállate, no molestes, no disturbes. A diferencia de la actitud anterior, esta escucha reconoce, toma contacto con el grito del otro. Sabe que está y reacciona de una forma muy simple, reprendiendo. Es la actitud de quienes frente al pueblo de Dios lo están continuamente reprendiendo, rezongando, mandándolo callar.

Es el drama de la conciencia aislada, de aquellos que piensan que la vida de Jesús es solo para los que se creen aptos. Parecería lícito que encuentren espacio solamente los "autorizados", una "casta de diferentes" que poco a poco se separa, diferenciándose de su pueblo. Han hecho de la identidad una cuestión de superioridad.

Escuchan pero no oyen, ven pero no miran. La necesidad de diferenciarse les ha bloqueado el corazón. La necesidad de decirse: no soy como él, como ellos, los ha apartado no sólo del grito de su gente ni de su llanto, sino especialmente de los motivos de alegría. Reír con los que ríen, llorar con los que lloran, he ahí, parte del misterio del corazón sacerdotal.

"Ánimo, levántate. Y por último nos encontramos con el tercer eco. Un eco que no nace directamente del grito de Bartimeo, sino de mirar cómo Jesús actuó ante el clamor del ciego mendicante".

Dijo que era un grito que se transforma en palabra, en invitación, en cambio, en propuesta de novedad frente a nuestras formas de reaccionar ante el Santo Pueblo de Dios.

"A diferencia de los otros, que pasaban, el Evangelio dice que Jesús se detuvo y preguntó qué estaba sucediendo. Se detiene frente al clamor de una persona. Sale del anonimato de la muchedumbre para identificarlo y de esta forma se compromete con él. Se enraíza en su vida. Y lejos de mandarlo callar, le pregunta: ¿Qué puedo hacer por vos? No necesita diferenciarse, separarse, no lo clasifica si está autorizado o no para hablar. Tan solo le pregunta, lo identifica queriendo ser parte de la vida de ese hombre, queriendo asumir su misma suerte. Así le restituye paulatinamente la dignidad que tenía perdida, lo incluye. Lejos de verlo desde fuera, se anima a identificarse con los problemas y así manifestar la fuerza transformadora de la misericordia. No existe una compasión que no se detenga, escuche y solidarice con el otro. La compasión no es zapping, no es silenciar el dolor, por el contrario, es la lógica propia del amor. Es la lógica que no se centra en el miedo sino en la libertad que nace de amar y pone el bien del otro por sobre todas las cosas. Es la lógica que nace de no tener miedo de acercarse al dolor de nuestra gente. Aunque muchas veces no sea más que para estar a su lado y hacer de ese momento una oportunidad de oración", afirmó el Sumo Pontífice en su dicruso a sus colegas sacerdotes.

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