El papa Francisco ayer en su discurso para el II Encuentro Mundial de los movimientos populares fue duro crítico contra las condiciones sociales y coloniales que someten algunos poderosos, que adoran "al dios dinero", a los pobres.
En este encuentro las organizaciones sociales de 40 países, de cinco continentes congregados en instalaciones de la Fexpocruz desde el lunes tuvo una ardua tarea y el objetivo de formular un documento que recoja las demandas de los pueblos.
En la intervención más larga desde que arribó a Bolivia, el Sumo Pontífice enfatizó la postura de la Iglesia de estar más cerca de los pobres: "En cada Comisión de Justicia y Paz, una colaboración real, permanente y comprometida con los movimientos populares. Los invito a todos, obispos, sacerdotes y laicos, junto a las organizaciones sociales de las periferias urbanas y rurales, a profundizar ese encuentro".
"Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me gusta mucho: ‘proceso de cambio’.(...) Por eso me gusta tanto la imagen del proceso, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, reemplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos", afirmó.
Propugnó la necesidad de un cambio, pero no como algo que un día llegará porque se impuso tal o cuál opción política o porque se instauró tal o cuál estructura social. "Sabemos, dolorosamente, que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina, a la larga o a la corta, por burocratizarse, corromperse y sucumbir", precisó su Santidad.
"Quisiera hoy reflexionar con ustedes sobre el cambio que queremos y necesitamos. Saben que escribí recientemente sobre los problemas del cambio climático. Pero, esta vez, quiero hablar de un cambio en el otro sentido. Un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio ‘podríamos decir’ redentor. Porque lo necesitamos. Sé que ustedes buscan un cambio y no sólo ustedes: en los distintos encuentros, en los distintos viajes he comprobado que existe una espera, una fuerte búsqueda, un anhelo de cambio en todos los pueblos del mundo. Incluso dentro de esa minoría cada vez más reducida que cree beneficiarse con este sistema reina la insatisfacción y especialmente la tristeza. Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que esclaviza", sostuvo.
Pidió un cambio que "se enriquezca con el trabajo mancomunado de los gobiernos y los movimientos sociales".
Asimismo, llamó evitar el saqueo de la Madre Tierra dijo que los desposeídos del planeta deberían luchar por materializar la triada de las tres "T".
"Los he visto trabajar incansablemente por la tierra y la agricultura campesina, por sus territorios y comunidades, por la dignificación de la economía popular, por la integración urbana de sus villas y asentamientos, por la autoconstrucción de viviendas y el desarrollo de infraestructura barrial, y en tantas actividades comunitarias que tienden a la reafirmación de algo tan elemental e innegablemente necesario como el derecho a ‘las tres T’: tierra, techo y trabajo", dijo a los delegados de movimientos populares.
Por ello destacó que la iglesia se siente más cerca a los movimientos populares "y eso me alegra mucho".
Luego afirmó que ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a los problemas contemporáneos. "Me atrevería a decir que no existe una receta. La historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en el corazón".
TAREAS
"La primera tarea es poner la economía al servicio de los pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra", dijo el Papa.
"A pesar de implementar métodos en la industria y la agricultura que dañan la Madre Tierra en aras de la ‘productividad’, sigue negándoles a miles de millones de hermanos los más elementales derechos económicos, sociales y culturales", afirmó.
La segunda tarea es unir los pueblos en el camino de la paz y la justicia: "Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados. Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia porque la paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en los derechos de los pueblos particularmente el derecho a la independencia".
Luego incidió en que otras ocasiones, bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo "graves males de nuestros tiempos que requieren una acción internacional coordinada, vemos que se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeora las cosas".
"Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico", enfatizó.
"Digamos NO a las viejas y nuevas formas de colonialismo. Digamos SÍ al encuentro entre pueblos y culturas. Felices los que trabajan por la paz".
Luego pidió a creyentes y no creyentes, que se acuerden de tantos obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y predican la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y en paz.
"Para finalizar, quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio".
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