Bastó una hora y cinco minutos. Entre Viru Viru y el ingreso a la casa del cardenal Julio Terrazas, Jorge Mario Bergoglio, molido de cansancio, fugaz, apenas pudo revelarse ante los cientos de feligreses que esperaban verlo y hablarle. Bailar para él. Saludarlo desde asientitos acarreados de casa o desde la tarima de los niños del hogar del padre Alfredo, en el octavo anillo.
Una cápsula de seguridad lo condujo en poco más de 10 minutos desde el aeropuerto hasta el campanario que la Alcaldía cruceña construyó, donde, a las 23:10, el pontífice de 78 años abordó el papamóvil que lo llevó veloz hasta su reposo, tras un intenso día que vivió entre Quito, El Alto, La Paz y Santa Cruz.
Cansado. Con los ojos irritados, pero con una sonrisa amistosa. Esa fue la primera impresión que dejó Francisco frente a quienes lo vieron subir por primera vez en su movilidad.
27 años después de la visita del papa Juan Pablo II, una multitud se agolpó a lo largo de los cuatro kilómetros del cambódromo. Desde el mediodía, varias familias llegaron al parque lineal buscando el mejor lugar.
Desde las 14:00, los niños del hogar Padre Alfredo animaban con cánticos en la tarima instalada frente al campanario. Después de las 22:00, el padre Alfredo en persona llegó en silla de ruedas con la misma esperanza de los infantes de polera amarilla: saludar a Francisco. Esperaban el mismo contacto que tuvo en Quito. No pudo ser.
Movidos por la fe, llegaron fieles desde Tupiza, Villazón, Puerto Suárez, Quillacollo y Yungas de La Paz. El frío no los corrió. Tampoco el retraso del viaje papal, pues debió llegar a Santa Cruz a las 21:15 pero lo hizo recién a las 22:30. Pero el hombre estaba cansado.
Emoción
Julia Peinado (38) miraba el horizonte en busca de algún vehículo que anunciara la llegada del visitante. Ella estuvo cerca de Juan Pablo II cuando arribó a Bolivia. Ahora estaba junto a su hijo como voluntarios y al verlo pasar cerca no pudo contener sus lágrimas. Se presentaron alrededor de 100 casos por presión arterial, dolor de cabeza, crisis asmática y resfrío. Pero nada detuvo a los fieles
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