En la espera se observaron varios hechos inusuales, además de los desmayos por insolación y peleas por el espacio. Pese a la recomendación de no llevar niños, no faltaron entre la multitud pequeños en hombros de sus padres e incluso algunos que tuvieron que permanecer sentados en el piso. Lo mismo sucedió con las familias de Santa Cruz.
Ancianos, ciegos, discapacitados, familias con varios niños acudieron a todo el trayecto, y quedaron desilucionados por el breve momento que pudieron ver el paso del Papa.
En el Aeropuerto muchos de los devotos empezaron a correr tras la salida de Francisco, algunos de la mano de sus niños, simplemente para tocar el vehículo que transportaba al Francisco, en este intento muchos cayeron al suelo y aseguraron haber sido empujados por la seguridad traída desde el Vaticano.
En la Autopista fue muy difícil encontrar un baño, según las quejas de la gente que estaba en el lugar. Al caer la tarde, un perro vestido con un chaleco guindo entró al sector preferencial y empezó a revolcarse alegremente en la alfombra roja que luego recorrería el Papa mientras, en la Plaza Murillo, la multitud asistente miraba hacia la Catedral, quejándose por la falta de pantallas gigantes en esa dirección, ya que se encontraban a gran distancia y pudieron ver muy poco de la llegada del Pontífice a la Catedral.
Muchos, tristes afirmaron, que fue el frío paceño el que provocó que el Papa no fuera más lento en su trayecto.
" El Papa Francisco es del pueblo y para el pueblo".
La multitud en Plaza Murillo
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