martes, 12 de abril de 2016

XAVIER ALBÓ, DEFENSOR DEL PUEBLO

Razonando como razonaría un Defensor del Pueblo idóneo para la actual coyuntura boliviana, Albó ve dos identidades políticas y personalidades ideológicas en Evo Morales: Uno es su amigo de siempre, el Evo Pueblo, el del rostro indígena y alma india. El otro, al que increpó por su afán prorroguista el 5 de abril, es el Evo Estado, el de los privilegios excluyentes y egolatría reaccionaria. Albó quisiera que el Evo Pueblo tenga más peso que el Evo Estado, pero Quintana, el siniestro cortesano del Palacio Quemado, afiebrado por su personalísima ambición de poder, no lo permite…

Por supuesto que poseer el Cóndor de Los Andes, máxima condecoración del Estado boliviano para sus ciudadanos más sabios y notables, no es un requisito esencial para postularse al cargo de Defensor del Pueblo; tampoco es un impedimento. Pero si quien postulara a esa investidura tuviera en su currículum vitae un Cóndor de Los Andes conferido precisamente por una vida plenamente consagrada a defender las libertades democráticas y los derechos civiles, no elegirlo Defensor del Pueblo cuando Bolivia necesita uno de verdad, sería una vergüenza nacional y más si fuera una deliberada omisión.

La mañana del pasado 5 de abril, junto a otro sacerdote de su misma congregación igualmente condecorado (el jesuita Mauricio Bacardit), Xavier Albó asistió a un solemne acto realizado en el Palacio Quemado donde el presidente Evo Morales le confirió la Medalla del Cóndor de Los Andes en mérito a “su labor activa en favor de las comunidades indígenas de Bolivia, así como la emprendida con relación a la democracia y los derechos humanos del pueblo boliviano”.

En el mismo acto, el padre Albó no vaciló exponer aquella personalidad por la que el Gobierno, a iniciativa del Canciller, había decretado otorgarle el cóndor de Los Andes. Personalidad libertaria, sin pelos en la lengua cuando de dar voz a la verdad y la justicia se trata, don Xavier puso a prueba de fuego la frágil tolerancia de los gobernantes que lo galardonaron. En vez de deshacerse en agradecimientos doblando la cerviz, adulando patéticamente y mostrando indigna sumisión por haber recibido la medalla, más bien con su permanente sonrisa a flor de labios y en el tono de su habitual buen humor, Albó le recriminó a Evo Morales su intento de reelegirse por cuarta vez e indefinidamente a costa de alterar la Constitución, y desbarató las expectativas presidencialistas de García Linera promoviendo las de Choquehuanca. Pero a la vez se declaró militante fiel del proceso de cambio. “Esto que ustedes hacen no es parte del proceso de cambio” les dijo de frente a Evo Morales y García Linera, con el Cóndor de Los Andes luciendo en su pecho. No sabemos si esa crítica de Albó dentro el mismo Palacio Quemado inspiró en los gobernantes un asomo de saludable autocrítica.

A diferencia de Rolando Villena que aceptó ser Defensor del Pueblo cohonestando previamente con el MAS y permitiéndole al Ministro de la Presidencia (en “gratitud” por la designación) imponga personal de su confianza que controló hasta hace pocos años esta institución autónoma (lo cual derivó recién en una bochornosa ruptura entre Villena y Morales), si Xavier Albó fuese el nuevo Defensor del Pueblo no cohonestaría con el poder gobernante, por el contrario el equilibrio institucional requerido quedaría intacto.
En la casa de Leopoldo Fernández
La noticia de la condecoración aún estaba fresca y de pronto los medios mostraron a Xavier Albó, la tarde del mismo 5 de abril, tomándose un copetín en la casa de Leopoldo Fernández, el ex Prefecto de Pando a quién el gobierno de Evo Morales mediante acciones expresas del Ministro de la Presidencia, acusa y enjuicia por la masacre de Porvenir acaecida el 11 de septiembre del 2008. En esa casa que visitó Albó, Fernández cumple detención domiciliaria como una medida sustitutiva a al encarcelamiento en el que se mantuvo por más de cinco años en el Penal de San Pedro, en La Paz a dinde fue trasladado desde Cobija, por órdenes del Ministro de la Presidencia poco después de la militarización de Pando.
Xavier Albó hizo en pocos minutos lo que Rolando Villena jamás osó en sus estériles diez años como Defensor del Pueblo: tender el corazón y la mano al “enemigo” que sufre una injusticia ante el poder autoritario de un gobierno que, con ello, se aleja de los principios humanistas del proceso de cambio. “Leopoldo es un adversario antes muy poderoso al que reconozco por el maltrato que dispensó a los campesinos de Pando para favorecer a su camarilla de latifundistas racistas; pero hoy también veo en él un ser humano que está sufriendo una injusticia fuera de todo lo razonable y eso ha debido cambiar su espíritu”, dice el soldado jesuita.
Para Albó, Leopoldo Fernández —a quien el rencoroso y codicioso Quintana declaró enemigo número uno del régimen— es una víctima de un Poder que él mismo ejerció y ahora otros ejercen contra él sañudamente, una vez que lo desplazaron. El patriarca de Pando está a punto de recibir una condena de 30 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad que, stricto sensu, jamás cometió en el grado de autoría material e intelectual por los que Quintana lo hizo imputar usando como “prueba” un video entregado a este Ministro por el jefe de aquellos sicarios (entonces “leopoldistas” y después “quintanistas”) que abrieron fuego contra esos desafortunados e inocentes campesinos del MAS mientras cruzaban a nado el río Tahuamanu, durante la masacre de Porvenir.
“Quiero aclarar que me vi con el señor Leopoldo por pura casualidad: yo estaba en la vagoneta de un canal de televisión y tenía que esperar a otra persona que estaba en la casa de él. Entonces me dijeron que Leopoldo se enteró que yo estaba cerca, me quería ver y así fue que acepté visitarlo” —es la explicación de Albó sobre su encuentro con el ex Prefecto de Pando, como si quisiera atribuir esa visita a un capricho del azar al margen de su propia voluntad—. Pero para que no surjan sospechas de sus convicciones y nada quede librado a la suerte, el sacerdote fue más preciso: “No pudimos conversar casi de nada, nos la pasamos tomándonos fotos para la prensa mientras duró un whisky que me invitó. Lo único concreto que pudimos hablar es que yo le haré una próxima visita más formal para escucharlo con menos prisa”.

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