“Este es mi Cuerpo y mi Sangre… dichosos los llamados a compartir esta Cena”, al finalizar estas palabras el sacerdote eleva la hostia por encima de su cabeza y luego la baja lentamente para dejarla sobre el corporal (pedazo de tela cuadrada).
Para el mundo católico éste es el momento culminante y más importante de la Sagrada Eucaristía y es que a partir de ahora ese pedazo de masa, denominada “hostia”, se convierte en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que alimenta el cuerpo y principalmente el alma del creyente.
Según la historia, en sus orígenes este rito se celebraba con “matzá”, una especie de pan sin levadura que en el judaísmo se elaboraba y consumía durante la festividad de Pascua.
Posteriormente, la Iglesia católica lo adoptó como propio y ya en 1474 dejó de lado este pan para sustituirlo por la hostia; desde entonces se encargó de mantener este elemento como el centro y la fuente del renacimiento espiritual de la congregación.
La mayoría de los católicos desconoce el origen de la hostia y cómo es su proceso de fabricación, ¿quiénes las elaboran?, ¿cuánto tiempo se requiere para tenerlas listas? y sobre todo... ¿cuál es la receta que se sigue para la fabricación de este pedazo de masa cocida crujiente que los fieles reciben durante la celebración de la misa como un símbolo sagrado?
Buscando estas respuestas vamos al centro de la ciudad, siguiendo un leve recuerdo de infancia, a la tienda de exhibición de las hermanas Capuchinas, ubicada en la avenida San Martín esquina calle Ecuador. Allí se puede apreciar pequeñas bolsitas de plástico transparente con hostias puestas a la venta. Sin duda, este lugar es la mejor fuente de información para conocer los secretos de la hostia.
El “lugar secreto”
Resulta ser que el “Monasterio de Jesús Crucificado de las hermanas Clarisas Capuchinas” es, precisamente, uno de los centros de producción más antiguo de Cochabamba.
Al ingresar en el convento la Abadesa del Claustro, María Teresa López Ortega afirma que esta congregación data de 1868; por lo que su arquitectura responde a esta época, como ser los patios interiores, muros anchos de más de un metro. Al entrar al segundo patio, se escucha la caída de agua de una fuente, se puede apreciar la plazoleta cubierta de pasto que, actualmente, está mustio y decaído por la temporada de invierno.
Al lado izquierdo de este patio se encuentra un pasillo largo, cuyos ambientes laterales se encuentran en refacción; casi al final del zaguán está la cocina. Al ingresar al lugar, todas las miradas giran y la hospitalidad se deja sentir.
La Abadesa es la que toma las riendas de la explicación de todo el proceso de fabricación de la hostia. Según la Superiora, las 12 hermanas que viven en el convento tienen todo muy bien organizado, de manera tal que cada una sabe qué tareas debe cumplir.
“La fabricación de las hostias se inicia a las cuatro de la mañana y todas conocemos muy bien la receta; así que sólo es cuestión de entrar a la cocina y adelantar un poco el trabajo para continuar con el proceso final en congregación”, afirma la hermana Fátima Benavides, quien está dentro de la orden hace 21 años.
La develación del misterio
A medida que nos desplazamos por el cuarto de cocina, mirando la maquinaria que las hermanas manejan para hornear las hostias, la hermana María Teresa relata que al parecer la fabricación de las hostias en este convento es una tarea asignada desde siempre, aunque no hay constancia escrita de ello. “Se sabe que a un principio las hermanas Capuchinas utilizaban recursos muy artesanales e incluso rústicos para poder crear sus hostias, las que estaban destinadas sólo para consumo interno”.
El año 1970, las hermanas tomaron la decisión de poner a la venta diferentes tamaños de hostias. Se sabe que iniciaron la producción con 300 unidades por semana; posteriormente, el 2006, la tarea se incrementó llegando a dos mil ejemplares semanales.
Pero, “ésta era una tarea muy ardua, puesto que no teníamos máquinas cortadoras y teníamos que realizar todo el proceso artesanalmente”, relata la hermana López. Por esta razón, el 2007, con la adquisición de las máquinas cortadoras, la producción se incrementó a 20 mil unidades.
Misterio resuelto
La pregunta más sencilla, pero a la vez la más difícil de formular, es saber si ellas podrían revelar el secreto de la receta y con una sonrisa pícara confiesan que no hay secreto, pues sólo se trata de mezclar, en proporciones adecuadas, “agua y harina”.
La preparación de la masa se inicia cirniendo la harina para luego ser mezclada con el agua. Cabe recalcar que cada uno de los procesos es acompañado por una oración. Es así cómo las hermanas han forjado su vida, tomando a la oración como una condición inseparable de su vida en pobreza y humildad. Esta preparación luego es batida, a máquina, por más de 15 minutos y luego todo ya está listo para la fase de la cocción. La hermana Lidia Humérez Gonzales nos relata que las placas de la maquinaria que utilizan para la cocción de la masa están calibradas a una temperatura de 200 a 300 grados y por esta razón la masa sólo demora alrededor de un minuto en su cocción.
Actualmente, las Capuchinas elaboran las láminas de masa con dos tipos de planchas; una de ellas deja impreso motivos religiosos, como: la flor de liz, el cordero, la cruz, Cristo crucificado y otros, los que sólo están destinados al uso del sacerdote, es decir, que esta producción es empleada durante el momento de la consagración; mientras que la otra máquina es simple y ese producto es usado simplemente para la comunión de los fieles.
El recorte de las Hojas
La siguiente fase continúa sobre las placas de cocción, cuando la hermana Humérez coloca una cuchara de la masa sobre la placa y luego la cierra; el mecanismo a presión hace que el contenido se esparsa uniformemente por toda la superficie, tanto así que incluso llega a desbordar, se espera un minuto de cocción y se retira de la máquina, quedando en lugar de la mezcla láminas delgadas de masa, así como hojas de papel bond, sólo que más gruesas, cuyos bordes finales son recortados con tijera.
Es así como cada día docenas de láminas se van apilando sobre los mesones, esperando su turno para ingresar al humificador por 12 horas. “El humificador ayuda a retomar un poco la flexibilidad de la masa, para luego pasar por la máquina cortadora y que no suelten partículas de harina seca”, afirma Jobita Humérez Martínez.
Selección y utilidad
Al salir del humificador las láminas son protegidas con plástico y servilletas de tela, de esta manera aún se conservan flexibles hasta llegar a las máquinas cortadoras y así facilitar su recorte.
Existen dos máquinas para cortar las hostias, pequeñas y medianas; las que ayudadas por las hermanas bajan sobre las hojas de masa laminada y prácticamente las perforan; pero si se desea elaborar hostias de tamaño mayor, las hermanas se dan modos para producirlos ayudadas con un plato metálico y un estilete. Esta hostia es utilizada en ocasiones especiales, como la fiesta de Corpus Christi. Ahora sólo es cuestión de seleccionar por tamaño, embolsar y ponerlas a la venta.
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