Una tradición que aún practican comunarios de algunas poblaciones del área rural consiste en “robar”el Viernes Santo y el sábado siguiente.
“Se permiten una serie de libertades, pues se supone que Dios está muerto. Dichas libertades están vinculadas con algunos excesos como robar ciertos productos agrícolas o animales”, indica el investigador Milton Eyzaguirre y jefe del departamento Difusión Cultural del Museo Nacional de Etnografía y Folklore.
Jorge Laruta, antropólogo andino, señaló que además de papas, los campesinos hurtan plantas de papalizas, ocas, trigo, cebada y habas. “Es como un juego, los robos no son excesivos, los agricultores son conscientes de ello” y las autoridades se hacen de la vista gorda en estos días.
Pero, así como se roban papas, un hombre enamorado puede aprovechar para “llevarse” a su pareja a casa, como una antesala del casamiento. Las comunidades que aún mantienen esta costumbre, desde la época de la Colonia, son Cota Cota Baja, de la provincia Omasuyos; Peñas y Sewenka, de la provincia Los Andes, “además de otras muy alejadas”, a decir de Laruta.
Eyzaguirre, citado en la página del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB), informa que suelen organizarse prestes “con cuatro meses de anticipación”. Primero, no se bebe sino refrescos, pero el Domingo de Resurrección los dolientes se quitan el luto y “los más fanáticos siguen festejando hasta el miércoles subsiguiente”.
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