sábado, 23 de abril de 2011

El enigma seductor de la Sábana Santa

“Oye, papá, ¿ése que está ahí es realmente Jesús?”, me pregunta mi hijo Jordi mientras contempla con asombro la reproducción de la Sábana Santa que exhibe el Museo San Francisco por estos días.

Como el peque va a un colegio católico y, claro, estudia los episodios de la Pasión en Semana Santa, le aseguro que el hombre impreso en el lienzo es el Hijo de Dios, sin duda. Pero si le debo ser franco, ésa es una de aquellas respuestas construidas para salir airoso del lance, sin daños colaterales que luego puedan pasar factura. Lo cierto es que, si bien la ciencia ha demostrado que la Síndone es real, vamos, que es una tela de lino confeccionada en la Edad Media. No existe evidencia de que el hombre torturado sea precisamente Cristo.

Por supuesto resulta hermoso creer que el cuerpo pertenezca a Jesucristo, el personaje más influyente en la historia de la humanidad; otra cosa es la ciencia y ésta no se basa en creencias, sólo en hechos probados y hasta el momento nadie ha dado en el clavo a la hora de analizar el ADN del M esías. Será, supongo, porque de Jesús conocemos estrictamente lo que nos narran los Evangelios y las únicas pruebas físicas de su paso por la historia son las reliquias. Como la Sábana Santa, ni más ni menos.

El valor de una reliquia

“Toma un objeto cualquiera, si quieres tu reloj y entiérralo. Tú no lo sabrás nunca, pero cuando después de mil años un arqueólogo del futuro lo halle, le otorgará un valor incalculable. Será una reliquia del pasado”. Más o menos así le expone René Bellocq, adversario de Henry Jones, Junior, Indy para los amigos, la importancia de la arqueología para explicar la Historia. En realidad, si no fuera por esos objetos -“artefactos” los denomina Bellocq- sería muy difícil explicar los hechos históricos. Esos objetos son las pruebas documentales de que los hechos se dieron en el espacio y en el tiempo; en otras palabras, sucedieron.

“Lo que hizo la Iglesia desde sus orígenes fue transformar en reliquia diversos objetos relacionados de algún modo con Jesucristo, con la firme intención de convertirlos en elementos de unión e identificación entre los cristianos en un momento donde se construían los cimientos de la institución”, opina el historiador francés Quintin Durant en un reportaje publicado en el revista española Enigma.

“Especialmente interesaba dramatizar aún más la Pasión de Jesucristo para demostrar que su sufrimiento no fue un mito, sino tan real como los clavos que, por ejemplo, se repartieron en varias iglesias europeas”, matiza Durant con cierta ironía, no exenta de una visión crítica sobre la utilización de los símbolos religiosos concebidos para venerar piezas arqueológicas.

No es extraño, entonces, que la Sábana Santa, -una tela de más de cuatro metros de largo por uno de ancho- sea la “reina de las reliquias de la cristiandad”.

Cómo no podría serlo si ahí aparece la impronta de un hombre, formada de manera aparentemente inexplicable, que fue torturado y cuyas heridas son exactas a las de un crucificado. “Es una cuestión de fe. Si quieres creer que él es Jesús, nadie tiene el derecho a contradecirte”, argumenta con notable sencillez el profesor Nello Ballosino, subdirector del Centro Nacional de Sindología, uno de los especialistas que participó en la primera exposición pública anunciada por el papa Benedicto en ocasión del Año Santo en la ciudad italiana de Turín.

El hombre de la Síndone

Matt Lorre, periodista de la revista Time, cuenta que Mel Gibson, actor y cineasta profundamente católico, visitó la Sábana Santa en la Catedral de San Juan Bautista en la capital del Piamonte. “Quiero que sea así. Que no falte nada”, dijo a sus asistentes de producción. Efectivamente en La Pasión de Cristo Jesús de Nazaret sufre todo el rigor de la tortura romana, un hecho que corroboran los forenses que analizaron al detalle cada una de las heridas del hombre de la Síndone.

“Estamos ante la huella de un hombre torturado, lleno de heridas, contusiones y de todo tipo de deformaciones reales. Hemos visto muchas veces representaciones de Jesús en la cruz, pues no hay ninguna que se ajuste a la realidad. Y sin embargo, en la Sábana Santa las heridas son auténticas, no hay errores” escribe el especialista español Juan Manuel Miñarro.

Lo cierto es que no existe ninguna imagen religiosa que nos muestre a Jesús en la cruz con absoluto realismo, de modo que la Sábana Santa sería el único “registro histórico” de su pasión y muerte. Si creemos en Él.

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