• apoyo. Llegó a Bolivia desde Japón para estar unos días en el país. es pastor en una institución que da asistencia emocional a los afectados por los desastres
Estuvo en Santa Cruz para coordinar labores propias de su oficio como pastor de una iglesia. Iván Asturizaga es un paceño que vive en Japón desde hace 13 años. Conoce bien a la comunidad boliviana, así como a otros colectivos latinoamericanos asentados en ese país de Asia, donde este año se registró el peor terremoto de la historia, seguido de un tsunami y accidentes en centrales nucleares.
Cuando la comunidad de bolivianos supo que Asturizaga venía al país, muchos le encargaron traer un mensaje: hablar de la realidad que enfrenta Japón, esa que no siempre se ve reflejada en las noticias que recorren el mundo con la cabalidad que les gustaría a todos.
- ¿Qué tipo de daños han sufrido los bolivianos, concretamente?
- En concreto no hay daños más que emocionales, porque los que han perdido su vivienda en el centro de Tokio (y que asisten a la iglesia) no son bolivianos. Por ejemplo hay colombianos, argentinos, japoneses, africanos, la mayoría…
-¿Han perdido esas infraestructuras?
- No, ninguna estructura de concreto ha sido dañada ni siquiera en el epicentro del terremoto. Lo que se ha llevado el tsunami y lo que se ha dañado son las casas que son bloques prefabricados y ensamblados. Esas casas han sido arrastradas como cajitas de fósforos. Sin embargo, muchas personas viven en edificios y no han sufrido mayores problemas porque la tecnología japonesa en construcciones está preparada para estos desastres. Las únicas casas que se han salvado han sido las que están edificadas sobre estructuras de hormigón armado. El agua tal vez ha llegado hasta arriba, pero no las ha derrumbado.
- ¿Entonces el daño es el impacto emocional de haber sufrido el desastre?
- Hablando del terremoto, ninguna persona de la comunidad de bolivianos o latinos ha sufrido algo de la magnitud de este sismo. Estamos acostumbrados a temblores leves y medianos, todos nos cuidamos. Pero algo así nadie lo esperaba. En la otra ciudad que está0 a 60 km de Tokio solo algunos libros se cayeron. Hablo de esta zona porque es donde hay más bolivianos y su costumbre es establecer núcleos en diversas zonas, pero todos juntos. Son familias, generalmente de Riberalta, Trinidad, de las colonias de San Juan, Yapacaní. Yo soy de La Paz, pero soy casado con una cruceña, que también es japonesa, por tanto estoy en ese grupo. No puede haber bolivianos en la zona donde afectó el desastre porque es una zona agrícola y petrolera. Es una zona donde los ingenieros van a trabajar a la planta nuclear y al aeropuerto.
-A los bolivianos no les interesan esos trabajos…
-No nos interesan porque son trabajos tradicionales de los japoneses. La agricultura también forma parte de sus labores tradicionales. Las muertes que ven en oleadas, el elevado índice de muertes que se dio en las costas (más de 12.000 personas fallecidas), son pesqueros japoneses que trabajaban allí. La gente joven se va a la capital por mejores trabajos.
- A usted le preocupa, según dijo antes de la entrevista, la información que difunden los medios de prensa internacional sobre el desastre. ¿Por qué?
- Por ejemplo, nosotros hemos visto que en los titulares se colocó que en ocho días la radiación se expandiría por la isla. Y en una nota pequeña se dice que este nivel de radiación no tiene efectos en la salud. Cuando la gente mira el titular no lee los demás, lamentablemente y en especial nosotros los latinoamericanos que tenemos poca costumbre de leer. La gente leyó estos titulares engañosos y empezó a retornar a sus países, en caos y pánico, sin planificación. El problema es que la gente está allá buscando a como dé lugar el retorno, arrancando a los hijos de sus colegios y de su sistema de vida. O si no presionados por la gente de acá; bolivianos y peruanos, sobre todo, quieren volver. En el caso de quienes volvieron al país o quienes quieren volver, es más por presión familiar que por los riesgos. La gente teme por el agua contaminada, las verduras y la leche, pero en Japón hay un control muy estricto de la calidad de cualquier producto.
- ¿Qué noticias se dan allá?
- Escuchando las noticias podemos saber con precisión lo que está diciendo el Gobierno, que da información para que la población tome conocimiento de lo que está pasando. No habla de que no se tome agua, no provoca el temor que causan las informaciones que llegan a otras partes del mundo, provocando malestar. Nosotros sabemos si hay peligro o no, el agua hay que evitarla, pero representa un peligro. Yo lo noto, nadie ha muerto ni nadie va a morir.
- Desde el país de origen se les pide el retorno…
- La gente de acá que ve las imágenes de lo que sucede allá, que pueden estar muy bien editadas y todo, pero digamos que lo que se ve no es algo de la localidad donde vivimos los bolivianos; sin embargo, da la impresión de que Japón se está hundiendo.
Entonces la familia acá empieza a vender sus propiedades, lo que han ganado allá o lo que no ganaron (para traer a sus familiares), y eso se vuelve una presión tremenda. Yo llegué el viernes pasado, dejé a mi familia allá y voy a volver porque este viaje lo tenía planificado desde noviembre del año pasado. No cancelé el viaje porque siento que ayudo aquí a la sociedad.
- ¿Usted teme que el daño sea mayor que el propio terremoto y tsunami por la reacción desesperada de las familias y presiones que aparecen ahora?
- Sí, sería como un tiro de gracia ante la dificultad de volver a Japón cuando pase todo. Mucha gente de la que se está viniendo con ayuda no va a poder volver porque están retornando a sus países con el compromiso de no volver allá después de dos años.
- ¿Vuelven a Bolivia y ya no pueden retornar a Japón?
- Hace dos años, cuando la Lehmann Brothers (financiera multinacional de EEUU) quebró (crisis global de 2008), hubo un estancamiento en Japón y en todo el mundo. Mucha gente optó por volver a su país de origen a través del Gobierno japonés y de un dinero que pudo recibir. Se acogieron a ese beneficio con la condición de no iniciar trámites para volver a Japón en tres años. Mucha gente retornó así. Esa gente ha tratado de volver y sigue intentándolo.
- ¿Cómo quedaron las cosas para quienes permanecieron durante esa crisis?
-Los que nos quedamos hemos visto que hace un año, el Gobierno se preocupó de asistir a todas las familias que están allá legalmente. Las comunidades se lanzaron. Las condiciones mejoraron de tal manera que empezó a haber otra vez trabajo, empezó a marchar la economía. Hoy, con el desastre, se volvió a dar otro golpe a la estabilidad de ese país de manera casi inmediata (a dos años) que también afectó en el trabajo. El japonés se organiza para retomar el ritmo y no hacen nada sin plan.
- Hay algunas familias que contactamos, que han optado por regresar pero no todos a la vez; ¿cuál es la figura entonces para esas familias? ¿Ellos van a tener que estar separados por muchos años?
- No es bueno que las familias estén separadas porque, con la experiencia de varios años asistiendo a familias, constatamos que la separación familiar cobra un precio muy alto. Mucha gente deja a sus hijos para mantenerlos con un buen nivel de vida acá, pero cuando se reencuentran, con el pasar de los años, hay una frialdad y un resentimiento de los hijos hacia los padres. Esto no se puede compensar con el dinero ni con nada. El caso de los esposos también es peligroso. Es un peligro doble porque hay esposos que aparecen con otra pareja allá o al revés, esposas que al verse solas acaban encontrando otra pareja.
- ¿Cuántos han venido acá por presiones de sus familiares en Bolivia?
- Son 18 personas que ayudó el Gobierno venezolano. No tengo mucho conocimiento porque son personas que no son de nuestra zona. Quienes están allá tienen calma porque hay manera de recabar información dentro del medio, pero la familia del país de origen es la que está presionando. Me han pedido que yo hable, que ellos están bien y que no se preocupen. Hay un malentendido entre una bomba nuclear y una planta nuclear. La gente piensa que los reactores van a explotar como las bombas de Hiroshima y Nagasaki.
-Siendo usted representante de una iglesia cristiana, ¿qué mensaje le daría a las familias bolivianas de aquí y de Japón?
-Queremos pedir no solo tranquilidad y calma, sino también un poco de paciencia por la familia y amigos que están por allá. Es muy importante saber que ese país ha salido de muchas tragedias. Todo se está reactivando, pero se necesita un poco más de tiempo. Lo ideal es que todos retornemos a nuestro país, pero de una manera planificada. Hay niños que se van a traumatizar por sacarlos de Japón para traerlos a una sociedad como la boliviana, muy diferente. A las familias que están divididas (a raíz del desastre) les pido que vean la manera de juntarse aquí o allá, pero con planificación.
Perfil
Líder cristiano en Japón
Nacido en La Paz (Bolivia), Iván Asturizaga tiene 43 años y ejerce desde hace más de 10 años liderazgo pastoral en Misión Global Peniel de Tokio. Tiene formación de educador pastoral evangélico.
Trabaja en un programa de asistencia a familias creyentes que asisten a las actividades de la iglesia, donde van personas de distintas nacionalidades.
Dirige dos establecimientos en Tokio (en Takanodaba y Hadano).
Líder cristiano en Japón
Nacido en La Paz (Bolivia), Iván Asturizaga tiene 43 años y ejerce desde hace más de 10 años liderazgo pastoral en Misión Global Peniel de Tokio. Tiene formación de educador pastoral evangélico.
Trabaja en un programa de asistencia a familias creyentes que asisten a las actividades de la iglesia, donde van personas de distintas nacionalidades.
Dirige dos establecimientos en Tokio (en Takanodaba y Hadano).
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