Miles de visitantes nacionales y extranjeros arribarán a partir de hoy al Santuario de Copacabana, donde se encuentra entronizada la Virgen Morena, a quien le pedirán bendiciones y favores, con una serie de actos que tienen su epicentro mañana, viernes, cuando se recuerda la crucifixión de Jesús de Nazaret.
Si bien muchos partirán la tarde de hoy, aprovechando el horario continuo decretado por el Gobierno —en homenaje a la tradicional celebración de la Semana Santa—, otros recién lo harán en la madrugada de mañana, en buses y minibuses que parten de la zona del Cementerio General.
Pero aquellos devotos que más tienen que pedirle a la Virgen de Copacabana, o quienes acuden para pagar un milagro o favor que han recibido de su parte, lo harán a pie, luego de una larga caminata que algunos iniciaron el lunes, otros el martes, y la mayoría ayer.
De esa manera, quienes se encuentren en Copacabana desde el mediodía de hoy podrán ver cómo los primeros peregrinos, principalmente aquellos que partieron el martes, llegarán a la Cumbre, luego de haber atravesado el Pajonal, en una marcha forzada y apresurada hacia su destino final.
Una vez ahí, desde donde se puede ver el Santuario en toda su magnitud, con el majestuoso lago Titicaca de fondo, los cansados caminantes —muchos con lágrimas en los ojos— se arrodillarán ante una pequeña réplica y encomendarán una oración de agradecimiento a su patrona por haberlos protegido y permitido llegar una vez más a ver su imagen.
Lo que experimentan los peregrinos en el último tramo es algo inigualable, pues luego de ofrendar esa oración, e incluso ch’allar a la Pachamama con alcohol, las fuerzas parecen volver, lo que les permite iniciar la bajada por el Camino del Inca, que lleva directamente a la hermosa ciudad lacustre
De esa manera, centenares de caminantes, apoyados en bastones de caña que compraron en la localidad de Compi, antes de subir las Tres Marías para llegar a Tiquina, arribarán a la plaza central y su primer destino será el inmenso templo, llamado Basílica de Nuestra Señora de Copacabana.
Apegados a su promesa, muchos peregrinos ingresarán de rodillas al recinto y verán la imagen de la Virgen de Copacabana, ante quien recordarán en su mente los pesares del camino y le pedirán sus deseos en retribución por su devoción. Otros, en cambio, le agradecerán por algo que les ha dado en el último año.
A la salida del templo, los peregrinos dejarán en las puertas del templo los bastones que les ayudaron a llegar, como ofrenda a la Virgen milagrosa. Estas ofrendas son recogidas por gente necesitada que acude al templo todos los años para realizar esa labor y conseguir algunas monedas.
Luego de un descanso en la plaza u otros lugares, con las piernas hacia arriba para que baje la sangre, la primera labor es buscar alojamiento, pero como los hoteles, hostales, residenciales y alojamientos subieron sus precios, deben acudir a la gente del pueblo, quienes abren sus casas y alquilan cuartos por grupos, a precios más económicos.
Para muchos es más cómodo estar en una casa, pues los alojamientos tienen hora de cierre —muchos a las 23.00—, lo que no les permite ir a la playa a encender las fogatas para compartir con los amigos las aventuras del viaje, e incluso conocer a otras personas.
El día viernes, luego del primer descanso reparador de quienes llegaron el jueves, es dedicado en primer lugar a hacer una segunda visita al templo, esta vez para encender velas en la capilla especialmente destinada para ello.
En ese sitio, donde el calor se asemeja a un horno por el calor que se desprende de las espermas, decenas de personas hacen cola, hasta que llegue su turno, para encender varias velas, una por cada uno de sus familiares y también para pedir un favor o en pago del ya recibido.
La gente se agolpa en el lugar, pues una tradición aprendida es que cuando se encienden las velas los devotos deben permanecer frente a ellas hasta que se consuman por lo menos más de la mitad.
En las negras paredes, producto del hollín que se desprende, muchos ponen sus iniciales y nombres, con el cebo derretido, mientras esperan que transcurra el tiempo. Hay otros que con navajas dejan un recuerdo más imperecedero —con fecha incluida—, principalmente cerca a la réplica de la Virgen de Copacabana, donde el hollín no las borrará por mucho tiempo.
Hecha esta ceremonia, mientras unos acuden a la playa, la mayoría se dirige al Calvario, donde algunos suben descalzos para redimir sus pecados. Las ampollas reventadas que dejaron algunas heridas no son impedimento para este esfuerzo, pues ellos deben dejar piedras en cada una de las estaciones luego de entregar una oración.
Cumplida esta tradición se acude a la playa, donde decenas de puestos de venta ofrecen trucha rosada o criolla —según el gusto del cliente—, pues comer ese plato frente al lago tiene un sabor especial que lo hace inigualable.
Otra actividad de los peregrinos devotos es asistir a la procesión del Viernes Santo, que se realiza a partir de las siete de la noche, la cual recorre varias calles de la ciudad, en medio de oraciones y cantos. Para ello portan pequeños faroles con velas.
Luego de los actos religiosos centrales, el sábado y el domingo son dedicados por los visitantes al descanso, los paseos o la diversión en la playa, aunque muchos deben preparar su retorno para el día domingo y reintegrarse a sus actividades el lunes.
Pero antes de volver a sus lugares de origen, de donde partieron, los peregrinos acuden a despedirse de la Virgen de Copacabana, para renovar su promesa y con su ayuda poder volver al año siguiente.
Sin embargo, cuando se ha acudido varios años a pie, muchos van a decirle: “Mamita, he cumplido”, para luego emprender el retorno con mucha satisfacción.
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