A pesar de que todo los oponía, Benedicto XVI, el sobrio profesor que estuvo siempre a la sombra del gran comunicador Juan Pablo II, encarna el mismo proyecto de su antecesor, que será beatificado el domingo: resistir a la decadencia de la fe.
“El Papa alemán contribuye a redescubrir la autenticidad del mensaje del Evangelio, después de un Papa polaco que le dio visibilidad”, resume un cardenal que pidió el anonimato, pocos días antes de la beatificación de Karol Wojtyla.
En 1978, 13 años después del “aggiornamento” del Concilio Vaticano II y los reinados de los papas italianos Pablo VI y Juan Pablo I, la Santa Sede recibe un aire nuevo y fresco con la llegada de Karol Wojtyla, 58 años, cuya sonrisa encantadora no pasa desapercibida. “No tengan miedo”, dice a los católicos ese polaco llegado desde el otro lado de la Cortina de Hierro, que conoció el nazismo y el comunismo.
Juan Pablo II se convierte rápidamente en una superestrella, cuya influencia irá más allá del mundo cristiano y en cada uno de sus viajes movilizará muchedumbres, reflexiona AFP.
Su sucesor, es todo lo contrario. Después de seis años de pontificado, Benedicto XVI está lejos de la popularidad de su predecesor, pero imprimió su marca, aunque con errores que supo reconocer a tiempo.
Benedicto XVI, un intelectual erudito, carece del carisma de Juan Pablo II y, además, le ha tocado lidiar con las denuncias de pederastia y las irregularidades cometidas en nombre de las finanzas del Vaticano, destaca Radio Francia Internacional.
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