domingo, 24 de marzo de 2013

Francisco, desde Argentina

PAPA | EL NUEVO PASTOR PRINCIPAL DE LA IGLESIA CATÓLICA ES VISTO POR SUS COTERRÁNEOS COMO UN HOMBRE FIRME, PERO SENCILLO, QUE SIEMPRE ESTUVO CERCA DE SUS FIELES Y QUIERE SEGUIR ESTÁNDOLO.

La quinta fumata que emergió de la chimenea instalada en la capilla Sixtina del Vaticano fue blanca, signo inequívoco de un gran anuncio: la Iglesia Católica tenía un nuevo Papa. Y esa hora de espera, entre el humo blanco y el anuncio del nombre del nuevo sucesor al trono de San Pedro fue vivida con gran expectativa en la Argentina.

A partir del momento en que el primer cardenal de los diáconos (Protodiácono), el francés Jean Louis Tauran, anunció al mundo en latín "habemus papum" y seguidamente el nombre Jorge Bergoglio, conocido a partir de ahora como Francisco, una gran alegría y orgullo inundó el corazón de los 32 millones de católicos en este país en reconocimiento al ex arzobispo de Buenos Aires y actual primado de la Argentina.

EL PODER DE LA ORACIÓN

Este sacerdote jesuita nacido el 17 de diciembre de 1936 en la ciudad de Buenos Aires, es hijo de un matrimonio de italianos formado por Mario (ex empleado ferroviario) y Regina (ama de casa), y luego de completar sus estudios secundarios decidió a los 21 años ordenarse en la Iglesia, como miembro de la Compañía de Jesús.

Ponderado por sus colegas como un ejemplo de humildad, simpleza y austeridad, Bergoglio es, ante todo, un sacerdote que cree en el poder de la oración y lo transmite en cada discurso, charla y homilía que hace. Hasta días antes del comienzo del cónclave (del latín cum clave, con llave) en el Vaticano, vivía solo en una habitación de la segunda planta de un anexo a la catedral metropolitana de Buenos Aires.

Una de sus anécdotas más conocidas es la vivida en la crisis económica social que vivió la Argentina en 2001, cuando desde la ventana de su casa vio como la Policía reprimía a varios ciudadanos que protestaban en la Plaza de Mayo contra el gobierno de Fernando de la Rúa. Bergoglio no dudó y bajó a auxiliar a la gente, asfixiada bajo gases lacrimógenos.

Al ver con indignación cómo una señora era golpeada por agentes policiales, tomó el teléfono para hablar con un responsable del Gobierno. Lo atendió el por entonces secretario de Seguridad, Enrique Mathov, a quien le pidió por favor que la policía supiera diferenciar entre los activistas y los simples ahorristas.

POR LA EDUCACIÓN

El nuevo Papa no solía viajar demasiado a otras ciudades del país o países, por lo que siempre se lo veía en la capital argentina. Y cuando lo hacía, era para concurrir a Roma, cuando se lo llamaba para reuniones importantes. Un dato que destaca su simpleza y humildad, es que cada vez que volaba en avión a Italia, lo hacía en clase turista.

Cuando viaja a Roma, es sabido que no le gusta mostrarse con los atributos de un cardenal, por lo se lo veía con sobretodo negro, para no hacer ostentación de la llamativa vestimenta de los purpurados. Además, cuando el Papa Juan Pablo II lo proclamó cardenal en 2001, a diferencia de otros, no se compró una vestimenta nueva, sino que ordenó arreglar la que usaba su antecesor Quarracino. Siempre con bajo perfil, renuente a toda exposición en los medios de comunicación, pero con una palabra que llegaba hasta las altas esferas, Bergoglio revalorizaba en forma permanente el sentido de la patria y las instituciones.

Su primer acto de gobierno al asumir en la arquidiócesis argentina fue crear la Vicaría Episcopal de Educación, un virtual ministerio que tiene bajo su jurisdicción tantas escuelas y alumnos como los que atiende el gobierno porteño. Pero, a diferencia de los clásicos consejos de educación católica, su premisa es dedicar los esfuerzos de la Iglesia a toda la educación, no a los intereses de los colegios católicos.

EL PAPA DE LA CALLE

Si bien el Papa Francisco cultiva la humildad, el cardenal Bergoglio siempre se manifestó firme ante los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2006) primero y de su mujer Cristina Fernández, después, cuando había que hablar de la pobreza, la desigualdad social y la violencia. Por ello, Kirchner cambió el lugar al que acudía como presidente al tradicional Te Deum con motivo de la fiesta nacional del 25 de mayo, para no escuchar los reproches del cardenal.

Mientras las 100.000 personas dieron la bienvenida en la plaza de San Pedro del Vaticano al nuevo papa Francisco, el primer pontífice de la historia de la Iglesia Católica que procede de Latinoamérica, en la ciudad de Buenos Aires, donde es oriundo Bergoglio, la gente salía a las calles a festejar.

Un buen grupo de argentinos se acercó al Obelisco porteño, donde comúnmente se festejan las victorias de la Selección Argentina de Fútbol, para celebrar el nuevo nombramiento papal. Muy cerca de allí, en la Catedral Metropolitana, se escuchó un fuerte y extenso aplauso y los gritos de alegría y celebración: ¡Francisco, Francisco!.

El obispo Joaquín Sucunza, Pro Vicario General de la Arquidiócesis de Buenos Aires, ofició la ceremonia litúrgica en la catedral. “Uno tiene que pellizcarse, hay momentos sublimes en la vida'', dijo a la numerosa audiencia. “No sé qué decirles, lo trascendental sucede en otro lado. Esta es una oración por la alegría de un pastor cercano a nosotros. También por la tarea que le espera en un mundo complejo”.

Los feligreses congregados allí sentían un orgullo y emoción muy fuerte. “Soy anciana, me cuesta moverme pero hoy tenía que venir.

Como católica y argentina doy gracias a Dios por darme vida para ser testigo de este acontecimiento”, afirmó Nélida Bedino, una jubilada de 85 años.

En las afueras de la iglesia, unas mil personas, en su mayoría de grupos católicos, seguían la misa que era transmitía por parlantes al tiempo que blandían banderas argentinas, del Vaticano y otros cargaban con imágenes de la Virgen de Luján, patrona de Argentina.

“Estábamos rezando por el cónclave cuando nos enteramos'', de la noticia de la elección papal, dijo Ana María Pérez, 60 años, vicepresidenta de la organización religiosa Acción Católica Argentina. “Bergoglio es sinónimo de caridad y misión. Él no llama a salir a evangelizar a la calle, él va a ser el papa de la calle”, afirmó.

Quien fuera el vocero del que hoy es papa, Guillermo Marcó dijo que “en contadísimas ocasiones usó un auto con chofer... sus opciones de vida siendo cardenal han sido seguir haciendo una vida normal, común” y recordó también que siempre se hacía el mismo la comida. Todo un signo de humildad y fortaleza, necesarias para los tiempos eclesiásticos que corren en este siglo XXI.

*Víctor Ingrassia es Redactor de Medios Digitales en www.lanacion.com


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