Según los historiadores, la Virgen de Copacabana es vestida desde el siglo XVII; un grabado de 1621 confirma esta tradición de fe
Tiene mantos para vestir, en mudas que se cambian tres veces al año, hasta noviembre del 2059. Su ropero podría ser la envidia de cualquier mortal: desde sencillos obreros hasta acaudalados mineros le han obsequiado capas, algunas de las cuales están hechas de finas telas bordadas en hilos de oro. La escultura de la Virgen de Copacabana es la que más trajes ha lucido en la historia de las imágenes religiosas bolivianas.
No existe un dato preciso de cuándo comenzó la tradición de vestirla y adornarla con joyas, pues el tallado original la representa ya con un sencillo vestido y su manto; pero desde que aquélla se inició, a “la Mamita”, como la llaman los fieles, nunca le han faltado las prendas.
La publicación La Virgen María en Bolivia de Teresa Gisbert y José Mesa señala que “de acuerdo a la moda barroca, en el siglo XVII a la escultura de la Virgen de Copacabana , además de cubrirla con un manto triangular, se le puso cabello artificial y corona”. Así cambió su apariencia original y un grabado de 1621, en un libro de Ramos Gavilán, la retrata ya con sus prendas. Es decir, que la Virgen es vestida desde hace casi cuatro siglos.
Una de las capas más vistosas que actualmente se aprecia en el museo del santuario ubicado a orillas del lago Titicaca, en La Paz, es la que le obsequió el minero millonario Simón I. Patiño. Se trata de una capa de color café oscuro que a simple vista parece una coraza hecha de metal, con bordados en alto relieve que reproducen flores y figuras circulares logradas en hilos de plata y oro. No se tiene el dato preciso de cuánto podría costar un atuendo tan delicadamente elaborado, pero se sabe que el regalo fue hecho en ocasión de la coronación de la Virgen como reina y patrona de Bolivia, el 2 de agosto de 1925, a días del centenario de la creación de la República.
Otros atuendos vistosos están hechos en telas de seda y brocados delicados. La paleta de colores es variada: celeste, rosado, blanco, plata y hasta un verde olivo que es el obsequio de la policía. Este atuendo también tiene bordados con hilos de oro y fue entregada cuando la Virgen fue reconocida como generala de la institución del orden. El padre de la basílica de Copacabana, René Vargas, comenta que “es la única que ostenta ese título y es una manera de reivindicar a las mujeres”. Del mismo modo, la armada boliviana le ha otorgado el título de Mariscala.
A “la Mamita” se le cambia de ropa, como está dicho, tres veces al año y el orden de los conjuntos que lucirá respeta el de la llegada de éstos. Una comitiva que se traslada desde la ciudad de La Paz es la encargada de cambiarla para el 2 de febrero, 2 de agosto y en noviembre. Así es desde hace al menos 15 años. En el grupo viajan una peinadora y un joyero; la primera arregla la peluca de la Virgen y el segundo limpia y arregla las gemas.
Copacabana es una península que está a 155 kilómetros de La Paz y su nombre que tiene de tiempos prehispánicos significa Mirador de piedra preciosa. Según el cronista Agustino Calancha, este lugar llevaría ese nombre por una deidad hecha en piedra y de color azul llamada Copacabana. “Era un rostro feo y el cuerpo como pez y lo adoraban por dios de su laguna, por creador de sus peces y dios de sus sensualidades”, recoge el libro escrito por Gisbert y Mesa. En el mismo texto se explica que los Urus habrían adorado a este dios puquina y que posteriormente los aymaras y que luego los incas lo acogieron como parte de sus cultos sagrados.
Copacabana fue en la época prehispánica la meca de la cultura incaica y por lo tanto un lugar sagrado. Tras la llegada de los españoles a la península, en 1534, se destruyeron los ídolos de piedra, incluido el de Copacabana, y en su lugar se edificó una pequeña iglesia donde se veneraba a un solo dios. Cuando la Virgen de la Candelaria fue entronizada en el lugar, ésta adoptó el nombre del lugar. Fue Tito Yupanqui, indio descendiente de incas e hijo de caciques, quien talló la imagen luego de penosas peregrinaciones y de sufrir muchas humillaciones. Según cuenta la leyenda popular, en un sueño se le apareció una señora cargada de un niño y él asumió la tarea de esculpirla.
Yupanqui hizo originalmente una rústica figura de barro que fue colocada en el altar de la iglesia de Copacabana por Antonio Almeida, párroco del lugar. La imagen compartía lugar con otras bien elaboradas y traídas de Europa, pero la presencia de esa figura poco agraciada y rústica fue desalojada a la llegada del nuevo padre, Antonio Montoro, que la halló algo grotesca e indigna de lucirse en el lugar.
Yupanqui se empeñó en mejorar su trabajo y, como pertenecía a la comunidad Aransaya, que quería a la Virgen como patrona del lugar, él se fue hasta Potosí para aprender el arte de tallar en madera. En el convento de los agustinos encontró la inspiración final. La talló en maguey y luego la llevó en una travesía hasta recalar en el puerto de Tiquina, donde se detuvo con la imagen. Por entonces se libraba una pelea entre aransayas, que querían a la Virgen como patrona, y los urinsayas, que preferían a San Sebastián. Al final, la Virgen fue entronizada el 2 de febrero de 1583, día de la Candelaria.
Se cuenta que Yupanqui, en su largo y accidentado viaje, llegó a descansar en La Paz con la imagen de la Virgen cargada en la espalda. Y que habría ayudado a hacer algunos de los adornos que hoy ostenta la iglesia de San Francisco.
La imagen de la Madre de Jesús mide un metro, está cubierta de color dorado, excepto el rostro y las manos de la Virgen y su niño. Lleva la ropa tallada igual a la de la Candelaria, pero lo que distingue a esta figura del resto de vírgenes es su rostro. Para muchos es la imagen de una princesa incaica de mirada penetrante. “Es muy difícil sostenerle la mirada, la gente llega a sus pies y simplemente se desmorona en llanto”, dice el padre Vargas.
Miles de fieles peregrinan hasta la basílica cada año. La estructura fue mandada a construir por el Virrey Lemos, otro devoto de la reina del lago.
Copacabana es el segundo santuario más visitado en Latinoamérica, luego del de la Virgen de Guadalupe en México. Sus réplicas han traspasado las fronteras. Y se sabe que hay una hecha por el mismo Yupanqui que se encuentra en Perú.
Según el padre Vargas. ella es la primera Virgen que tuvo Bolivia, y los historiadores José Mesa y Teresa Gisbert lo confirman porque luego de ella enumeran a la Virgen de Pucarani, la de Peñas, del Socavón, Urkupiña, La Paz y otras.
Simbólicamente, el hecho de que ha sido tallada por un indígena la hace única. Yupanqui era “uno como nosotros y eso hizo que el resto la adopte como propia y que su fama crezca y llegue a muchos lugares”, interpreta el padre Vargas.
Tito Yupanqui, otrora despreciado como artista, fue requerido por muchas personas que deseaban imágenes sacras. El devoto finalmente murió en Arequipa, Perú. Él vivió allí en calidad de donado en el convento de los agustinos, ya que al ser indígena no podía ser aceptado como igual.
Devoción hecha ropa y joyas
Réplicas de la imagen de Copacabana las hay en Brasil (cuya playa en Río de Janeiro le debe su nombre), Perú, Chile, Argentina y EEUU. Los devotos suelen llevarse las capas que ya utilizó “la reina” para vestir esas reproducciones. Así, los atuendos están dispersos en distintas partes de Bolivia donde hay una figura de la Virgen, y también las hay fuera de las fronteras.
Cada año llegan nuevas capas para la Virgen. Los encargados de administrar la basílica tienen un libro donde se registra cada entrega, con nombres y apellidos de los fieles; en la actualidad también se anotan los números de celular.
Hay tanto por estrenar, que “es cierto que los donantes quizás no vean a la Virgencita con su regalo, pero dejan encargo a sus hijos, para que puedan verla lucir esa ropa”, dice el padre Vargas.
Cualquier persona que desee hacerle el regalo puede hacerlo. Sólo debe presentarse en la basílica y solicitar la matriz para modista que especifica las medidas de las prendas de la Virgen y el Niño.
En La Paz, los bordadores que se dedican a hacer estas prendas ofrecen variedad en colores y adornos. En alto relieve, con motacillas, lentejuelas e hilos dorados o plateados son las obras más requeridas. Hay dos tipos de tela preferidas: piel de lobo y piel de sirena. Los precios oscilan entre Bs 950 y 1.300. Aproximadamente en 15 días se entrega la prenda. Ahora, en la basílica se espera por el atuendo que la Virgen lucirá el 2 de febrero del 2060.
Los fieles se encargan también de las joyas de la Virgen. Llegan en oro y plata. Aquellas que no le quedan, por medidas no exactas, son guardadas como parte del patrimonio de la basílica. Este tesoro creció luego del robo del cual fue víctima la Virgen, en los años 80.
Aquella vez “desactivaron la alarma días antes y se metieron al templo, le quitaron sus joyas y le quebraron un dedo para robarle los anillos; al Niño también lo despojaron de todo”, detalla el padre guardián.
Una de las anécdotas que más recuerda el padre Vargas se produjo luego del robo. La Virgen apareció en el altar, cierto día, con la tez más clara que de costumbre. Se produjo entonces un escándalo, pues “la gente pensaba que nos habían cambiado de imagen”, sonríe el padre. Ocurre que, luego de años de estar expuesta al humo de las velas, la imagen se había llenado de hollín. Se contrató entonces, en La Paz, a un imaginero de apellido Santander, experto en reparar imágenes sacras. “Él fue el encargado de arreglar a la Virgen, porque no había especialistas en esa época y, bueno, decidió limpiar el rostro de hollín”.
Tras el incidente del robo, el mecanismo de seguridad del templo ha sido reforzado. Asimismo, la imagen del altar mayor puede girar hacia un camarín y así se evita que se deteriore. Se pide a los turistas que eviten tomarle fotos porque el destello del flash le ha causado graves daños al rostro de madera de Virgen y Niño.
Entre las normas no escritas está la que prohibe que se mueva la imagen de su lugar ante el temor de que si ello no se respeta, el lago podría cubrir la ciudad de Copacabana. El padre Vargas no comenta tal creencia, pero la imagen no deja su lugar en lo alto del altar, excepto cuando su vestuario va a ser cambiado, ceremonia que dura una tarde entera.
“Es muy linda —recuerda la madre Ortencia, de la iglesia de San Francisco en La Paz—; en una de esas ocasiones limpió el rostro de la Virgen con un trozo de algodón; dicen que éste puede sanar enfermos”.
Si de milagros se trata, la Virgen habría hecho varios, dentro y fuera del país. “Recuerdo una pareja de italianos. Me contaron que su pequeña hija, antes de morir contó un sueño en que una señora con su niño se le aparecía. Se las describió, así que estos sufridos padres buscaron en Internet algo parecido y dieron con nuestra Virgen”, recuerda el padre Vargas.
Lo que no se sabe es dónde puede estar la primera capa que lució la imagen. Lo que sí se tiene por cierto es que los atuendos ya usados son milagrosos. Por eso, los fieles los piden prestados unos minutos y en una ceremonia especial de bendición y oración, se envuelven con esas capas.
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