Cuando el 25 de enero de 1959 el papa Juan XXIII convocó al Concilio Vaticano II, la Iglesia católica sintió que sus cimientos se sacudían. La esperanza de millones de católicos por una renovación se encendía como una llamarada.
Bajo el mando firme de su sucesor en el trono de Pedro, Pablo VI, el cónclave católico deliberó entre 1963 y 1965, y sentó las bases de la mayor reforma interna del catolicismo desde el cisma protestante desatado en el siglo XVI.
Sin embargo, el proceso quedó trunco, tal como el mismo Benedicto XVI, ahora Joseph Ratzinger, lo ha reconocido antes de su renuncia al pontificado.
Casi 50 años después de aquel frustrado proceso de cambio, la Iglesia católica enfrenta una inocultable crisis estructural producto de una confluencia de factores.
Entre los más importantes están el centralismo vaticano, el anacronismo del celibato, la expansión de la pederastia y los escándalos sexuales y la corrupción en las finanzas del Vaticano, casi todos resumidos en el informe del VatiLeaks que disparó la renuncia del ahora “papa emérito” Joseph Ratzinger.
Cisma silencioso
De hecho, se habla de un ‘cisma silencioso’ entre quienes buscan mantener la actual Iglesia-poder y aquellos que reclaman un cambio estructural bajo la amenaza de una escisión tan importante como la ocurrida en los inicios de la modernidad. En el siglo XIV, el catolicismo enfrentó el denominado Cisma de Occidente que partió la Iglesia en tres entre 1378 y 1418 por fuertes pugnas de poder.
Diez son los desafíos más importantes que deberá enfrentar el próximo papa. Los cuestionamientos internos, que se reflejan en las fuertes pugnas, se muestran en diversos países donde la Iglesia tiene un peso preponderante. Movimientos formados por sacerdotes y teólogos disidentes en Austria, Alemania, Irlanda, Francia y EEUU piden más democracia, elección directa de autoridades eclesiásticas, reforma del pontificado, del celibato y la ordenación de mujeres. También han surgido fuertes demandas para que los laicos puedan tener espacios de decisión en la organización de las parroquias y los obispados en que se divide la institución religiosa. “Un pastor en medio de lobos”, resumió L´Osservatore Romano, el diario del propio Vaticano.
Un mundo en revolución
La crisis se produce, además, en momentos en que avanzan en el mundo complejos fenómenos sociales y culturales de gran impacto en la feligresía católica.
El relativismo, la expansión de los movimientos evangélicos, la consolidación de los derechos sexuales diversos, la democratización en casi todos los estamentos y los desafíos políticos y culturales de la globalización y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
Pese a los ajustes impulsados por Benedicto XVI en los últimos años, la Iglesia ha quedado rezagada. Quizás por el freno que las corrientes más conservadoras impusieron al propio Concilio Vaticano II, el gran intento por democratizarla en esta última etapa de la modernidad.
Benedicto XVI asegura que la institución religiosa es una obra divina y como tal “el Señor no permitirá que se hunda”. Sin embargo, la conducción de la barca de Pedro está en manos de hombres, que en muchos casos ejercen un enorme poder.
Quizás allí radique su mayor desafío, pasar de una Iglesia-poder a una Iglesia más apegada al mensaje evangélico. Expertos señalan que el dilema actual de la curia romana y de sus instituciones eclesiásticas pasa por retomar los preceptos del Concilio Vaticano II y abrirse a un diálogo más abierto con el mundo o encerrarse sobre sí misma en el camino que los integristas ‘lefebvrianos’ (encabezados por el arzobispo francés, Marcel Lefebvre), que sostienen posiciones ultraconservadoras, apegadas a la línea doctrinal anterior al Concilio Vaticano II. La opción de seguir por un camino u otro la tendrá el siguiente sucesor de Pedro
PAPABLES LATINOAMERICANOS
Odilo Scherer (Brasil), 63 años
Arzobispo de San Pablo, la mayor diócesis de América Latina. Es considerado un ‘conservador moderado’.
Claudio Hummes (Brasil), 78 años
Arzobispo emérito de San Pablo teólogo reconocido, proviene del país más católico del mundo.
J. Bergoglio (Argentina), 77 años
En 2005, durante el primer cónclave, fue el más votado, por detrás de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI).
Ó. Rodríguez Maradiaga (Honduras), 70 años
Arzobispo de Tegucigalpa, considerado un ortodoxo en cuestiones doctrinales, pero moderno en sus acciones.
LO QUE SE VIENE EN LA IGLESIA CATÓLICA
Los retos del nuevo papa
El sucesor de Benedicto XVI, que el jueves renunció al papado, deberá enfrentar numerosos desafíos, que van de la contestación interna en la Iglesia hasta las finanzas del Vaticano, pasando por los problemas éticos y la persecución de los cristianos en algunas regiones.
Conflictos internos
Sobre todo en los países occidentales, la Iglesia enfrenta una oleada de cuestionamientos. En países como Austria, Alemania, Irlanda, Francia o Estados Unidos, movimientos formados por sacerdotes, religiosos o religiosas piden reformas estructurales vinculadas con más democracia
Reintegración de los tradicionalistas
Benedicto XVI no consiguió reintegrar al seno de la Iglesia a los integristas "lefebvrianos", que no aceptan la modernización que supuso el Concilio Vaticano II de principios de los años 1960. La negociación, a pesar de los esfuerzos del Papa, sigue en punto muerto.
Aculturación y pérdida de valores
Para la Iglesia, la "globalización" del catolicismo, que en muchas partes del mundo adopta liturgias y costumbres locales, es un problema. En los casos más extremos hay cristianos que se convierten a iglesias pentecostales o incluso al islam.
Comunicación y cultura
El próximo papa tendrá que continuar el diálogo con los laicos y seguir la modernización de la comunicación de la Iglesia, sobre todo a través de las redes sociales.
Abusos sexuales, pedofilia
La "tolerancia cero" decretada por Benedicto XVI y la recomendación a todos los obispos de colaborar con la justicia civil todavía no se aplican totalmente. Tres cuartas partes de las conferencias episcopales han puesto en marcha sistemas de lucha contra la pedofilia pero muchas siguen siendo reacias a esas instrucciones. La conciencia de la gravedad del problema no es la misma en todos los continentes y en algunos países la justicia civil no es eficaz.
Reforma de la curia
La reforma de la Curia romana (el conjunto de órganos de gobierno del Vaticano) ha sido uno de los grandes fracasos de Benedicto XVI, un papa más intelectual que gestor.
Persecución de cristianos y amenazas islamistas
Los cristianos sufren persecuciones y amenazas en varios países. El Vaticano está especialmente preocupado por las amenazas islamistas en países como Pakistán o en el Sahel africano.
También está en juego el diálogo con el islam, no siempre fluido. Las relaciones con el judaísmo, en cambio, han mejorado mucho en los últimos años.
Oriente Medio
El próximo papa tendrá que tratar la situación de los cristianos en Oriente Medio, donde nació la religión de Jesús. El Vaticano quiere proteger a esta minoría, hostigada en algunos países.
Cuestiones morales
El matrimonio homosexual, la bioética, el aborto o la eutanasia son temas que preocuparon mucho a Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ambos papas consideraban que los valores familiares no son negociables y es muy probable que el próximo papa adopte la misma línea.
Cuentas del Vaticano
Durante su pontificado, Benedicto XIV logró avanzar en la transparencia de las cuentas del Vaticano y la lucha contra el blanqueo de capitales. Pero queda mucho por hacer y algunas congregaciones y diócesis, sobretodo en África, están lastradas por la corrupción. El Vaticano también se ha visto afectado por la crisis económica global y las donaciones han disminuido considerablemente.
ANÁLISIS
Las tareas del sucesor de Pedro
José Rafael Vilar / Analista Político
Cuando la fumata bianca escape de la Capilla Sixtina y el cardenal protodiácono Jean-Louis Tauran proclame el Habemus Papam!, deberá agregar: Et labore multum!
Porque al nuevo Vicario de Cristo —264 de la historia de la Iglesia, descontando antipapas, y Papado 266 (Benedicto IX lo fue 3 veces, luego excomulgado)— le esperan ingentes tareas para las que el renunciado papa emérito no se consideró apto para encarar.
El carisma del nuevo santo padre las priorizará pero el sucesor de Pedro tendrá que ejercer su poder para combatir los problemas que los Vatileaks empezaron a desnudar; además, el santo padre deberá profundizar la labor de Benedicto XVI para romper el silencio —y complicidad por omisión— sobre los casos de pedofilia cometidos por eclesiásticos; con ambos, el Sumo Pontífice deberá recuperar la percepción comprometida de la Iglesia en el mundo para —en el Año de la Fe— frenar el drenaje de fieles hacia las denominaciones evangélicas y el ateísmo. También el obispo de Roma deberá mejorar las relaciones con los musulmanes, avanzar en el ecumenismo de Juan Pablo II y recuperar el espíritu de Vaticano II, sin excluir las discusiones sobre el celibato y la ordenación femenina ni silenciar voces “disidentes”
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