El secreto, la reserva, el silencio es una de las principales características del Cónclave, a los que están vinculados no sólo los cardenales electores sino también unas 90 personas, laicos y religiosos, que ayudan y colaboran en el evento, desde los cocineros y las monjas hasta los choferes y los empleados de la limpieza.
El juramento tuvo lugar en la Capilla Paulina por la tarde, como había anticipado horas antes el vocero vaticano, padre Federico Lombardi. A esa promesa participaron no sólo los altos cargos religiosos, como el secretario del Colegio Cardenalicio y el Maestro de las Celebraciones Pontificias o los Ceremonieros, sino también una larga lista de laicos, como enfermeros y médicos, cocineros, técnicos, ascensoristas, responsables de la seguridad de la Santa Sede.
"Prometo y juro observar el secreto absoluto con quien no forme parte del Colegio de los cardenales electores, para siempre, a menos que no reciba una facultad especial concedida por el nuevo Pontífice...", dice el texto que es leído por cada una de las personas que jura con la mano apoyada en una copia del Evangelio. En otras palabras, el del secreto del Cónclave es un tema muy serio.
El Vaticano es muy severo, no admite pactos, acuerdos o alianzas a la sombra, bajo pena de la excomunión "latae sententiae". La Constitución Apostólica "Universi dominici gregis", que regula tanto la fase de la sede vacante como el mismo Cónclave, contiene las normas, y también las condenas previstas, de lo que antiguamente se llamaba "simonía", el pecado relativo al pago para obtener prebendas o beneficios eclesiásticos.
El nombre se debe a la historia del Simón el Mago, quien ofreció dinero a Pedro y a Juan cambio del poder de transmitir el Espíritu Santo, proposición que ambos apóstoles rechazaron escandalizados. "Si en la elección del Romano Pontífice se llega a perpetrar el crimen de la simonía, declaro que los culpables serán excomulgados 'latae sententiae'", afirma el punto 78 de la "Universi Dominici Gregis" de Papa Wojtyla.
Esto no quita que no se reconozca la necesidad para los cardenales de contar con el margen de maniobra necesario para poder así individuar el candidato que consideran más indicado como Papa. "Mi intención no es prohibir che durante la Sede Vacante puedan haber intercambio de ideas", aclaró Juan Pablo II, quien precisó también otro punto considerado muy importante: "Exhorto a los cardenales electores a no dejarse llevar -en su elección por el Papa- por simpatías o antipatías, y a no dejarse influenciar por favores o relaciones personales".
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