El 1 de noviembre, día de la celebración de Todos los Santos, Helen Quisbert, quien cree en esta tradición, a eso de las 10:00 sale presurosa de su casa, ubicada en la calle Chuquiago de la zona Villanueva Potosí , para realizar las compras que le hacen falta con el fin de armar la mesa de ofrendas para sus familiares fallecidos.
Se encamina, como todos los años, a los alrededores del Cementerio General, donde compra dulces, frutas, pasankallas, caña de azúcar, velas y flores.
A las 11:00, cuando ya ha adquirido todo lo que considera necesario, toma un taxi para retornar rápidamente a su casa, porque se acerca la hora en que las almas, según la creencia popular, visitan las casas de sus deudos vivos. A Helen aún le falta armar la mesa para recibir a los que ya se fueron.
En su residencia la espera su tía Marta Marca; llega a eso de las 11:20. Su tía cocina una sopa de fideo y como plato principal un ají de arvejas que, según Helen, es lo típico del menú de esta fecha.
Helen prepara la mesa para los difuntos en la sala, adonde lleva todos los productos que ha comprado. En una esquina, sobre la mesa del comedor, ha extendido el poncho de su difunto abuelo, que en esta celebración usa como un simbólico mantel que cubre la mesa para las ofrendas; explica que en la mesa, según la tradición, deben, en lo posible, estar las cosas preferidas de los fallecidos. “Éste era el poncho favorito de mi abuelo: se lo dejó a mi tía; cada año lo ponemos en su mesa porque el alma también tiene que vestirse”, asegura.
Sobre el poncho reposan cinco t’ant’awawas amasadas y luego horneadas por Helen y su tía, que representan a los cinco extintos miembros de esta familia. “Las almitas que estamos esperando hoy son mis dos hermanas, mi abuela, y los dos últimos que fallecieron hace dos años son mi tío y mi abuelo”, enumera Helen.
Tía y sobrina elaboraron pan el miércoles 31 de octubre, para ofrendarlo a las almas; tienen las formas tradicionales de esta celebración: la escalera, para que las almas puedan subir al cielo; la paloma, para que las guíe en su recorrido, y el caballo, para que las ayude a llevar las ofrendas. Como se puede advertir, no se ha dejado ni el más mínimo detalle al azar.
En esta mesa, los visitantes tendrán a su alcance la caña de azúcar, que representa el bastón de las almas; el tuquru o la flor de la cebolla, para saciar su sed; la chicha morada, además de dulces y alimentos que en vida disfrutaban los difuntos, como las pasankallas, el chuño, la sopa de fideo y hasta la panza rebosada.
En la pared se ven tres carteles -de ésos que se emplean en los velorios- con los nombres de la abuela y las dos hermanas de Helen; un poco más arriba, una cruz de polietileno evoca a Jesús.
A las 11:50 la mesa está terminada a tiempo, porque las almas llegan a las 12:00. Mientras se espera la llegada de los difuntos, se prenden velas moradas: es el color de los fallecidos, aseguran.
La familia sigue la tradición de Todos Santos porque fue el abuelo, que murió hace ya dos años, quien la cultivó y transmitió. “Cuando él aún estaba vivo ponía mucho empeño para armar la mesa para mi abuela, tenía que ser completa, no podía faltar nada y siempre hacíamos pan y galletas de quinua”, dice Helen.
A las 12:00, cuando repican las campanas de una iglesia cercana, la familia se reúne alrededor de la mesa y todos comienzan a orar; agradecen a las almas por la protección que les brindan, piden a Dios que les otorgue descanso y rezan -tres veces cada una de ellas- el Padre Nuestro, el Ave María y el credo. Cuando terminan las plegarias se persignan y dicen: “Que se reciba la oración”.
Plegarias a cambio de ofrendas
La familia Quisbert hoy trasladará la mesa de ofrendas para sus difuntos a la cancha deportiva K’ala K’alitas, de la zona Chamoco Chico, donde “harán rezar” a los vecinos por las almas de sus familiares. Por cada plegaria que los vecinos pronuncien para sus deudos fallecidos se les compensará con algún producto de la mesa.
Miles de personas acudirán hoy a los cementerios de La Paz con sus mesas de ofrendas.
En el Cementerio General de La Paz se espera la visita de al menos 70.000 personas; la Alcaldía ha dispuesto que 250 efectivos controlen las ocho puertas de entrada y salida, para evitar el ingreso de bebidas alcohólicas, alimentos y objetos que puedan causar lesiones a los visitantes.
En la parte exterior, 70 efectivos efectuarán un severo control con el objetivo de que no se vendan bebidas alcohólicas.
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