Tras la dimisión del papa Benedicto XVI, que sorprendió el lunes 11 al mundo católico y también a los que profesan otras religiones, se perfila la elección de su sucesor, como señalan los preceptos del Vaticano, en un plazo de 15 a 20 días a partir del 28, cuando se haga efectivo el alejamiento del Sumo Pontífice número 265.
Por lo cual se estima que, a más tardar en la primera quincena de marzo, el nuevo Sucesor de Pedro declarará formalmente que acepta la difícil responsabilidad y, simultáneamente, revelará el nombre que ha elegido para su pontificado, como ya lo hicieran, por ejemplo, Juan XXIII, Juan Pablo II o el propio Benedicto XVI.
A medida que se acerca el cónclave que elegirá al nuevo líder del catolicismo, el renunciante Benedicto XVI ha dejado entrever que no sólo se va por problemas relacionados con su debilitada salud -tiene un marcapasos, es hipertenso y padece artrosis- y vinculados con su avanzada edad, de 85 años, sino por las pugnas internas en una de las instituciones más poderosas creadas por el ser humano, que en la Alta Edad Media, por ejemplo, emprendía guerras contra los monarcas terrenales europeos, a nombre del reino intemporal, y estatuía estirpes de reyes proclives a sus intereses.
Basta leer El Príncipe del político florentino Nicolás Maquiavelo para conocer la frialdad con que actuaban los papas del Medioevo para constituir su propio Estado; el sumo pontífice Alejandro VI, de la familia de los Borgia, se orientaba, cuando de ejercer el dominio se trataba, por los principios políticos realistas elogiados por Maquiavelo, al extremo de convertirse en un modelo del líder, al igual que su hijo César Borgia, que buscaba mantenerse sin sobresaltos en el poder.
Pero los problemas que ha afrontado el papa Benedicto XVI tienen también un origen externo.
Una de las crisis más difíciles que aún sortea la Iglesia Católica está relacionada con el escándalo de los curas pederastas que se incubó por largos años y que explotó durante el pontificado de Benedicto XVI; aunque el renunciante Papa combatiera enérgicamente la pedofilia en el clero, el escándalo dejó una profunda huella durante sus ocho años al frente del Vaticano.
Tampoco es menor la gran difusión del caso denominado Vatileaks, que está asociado a los documentos filtrados por el mayordomo de Benedicto XVI a la prensa, cuando se supone que la institución católica debería mantener un perfil reservado, o la confrontación con el Islam, en 2006, a raíz del discurso del Sumo Pontífice en la Universidad de Ratisbona, donde vinculó a esa religión con la Yihad o Guerra Santa de los musulmanes y, por tanto, con el terrorismo salafista, lo cual reveló una arista de intolerancia en el Papa.
En lo que respecta a los posibles sucesores de Benedicto XVI, se ha establecido una amplia gama de candidatos. Puesto que América y África tienen, en la actualidad, el mayor número de seguidores de la religión católica, se ha argumentado que el próximo sumo pontífice debe ser de uno de estos dos continentes.
Entre los más firmes postulantes están los brasileños Joao Braz de Aviz y Odilo Pedro Scherer, dos jerarcas respaldados por millones de creyentes en la fe católica en el país más grande de América Latina, y el argentino Leonardo Sandri, aunque tampoco se puede descartar al estadounidense Timothy Dolan o al canadiense Mark Ouellet. Por África, el de mejor perfil para asumir la silla de Pedro es el ghanés Peter Turkson, quien además es el favorito en las casas de apuestas inglesas.
Pero estos nombres no terminan de despejar la incertidumbre sobre quién será el reemplazante de Benedicto XVI, por lo cual suele ser recurrente la mención, cada que se presenta un cónclave en el Vaticano, a la profecía sobre los papas de San Malaquías.
Una vieja profecía
Conocida ya en 1595, tras la publicación de libro Lignum Vitae (El árbol de la vida) del monje benedictino Arnaldo de Wion, se afirma que el religioso Malachy O’Mongoir, nacido en Armagh, Irlanda, en 1094, es el autor del texto Profecía de los Sumos Pontífices del Arzobispo San Malaquías.
San Malaquías fue un monje reformista irlandés que, debido a su esforzado trabajo por consolidar el catolicismo en su país y por los milagros que se le atribuyeron, fue canonizado por el papa Clemente III en 1190.
Arnaldo de Wion afirma que San Malaquías fue el autor de una profecía sobre los papas, que consiste en un listado de 112 príncipes de la Iglesia Católica, que va desde 1143, en los inicios de la Baja Edad Media, hasta los primeros años, según los estudiosos del texto, del presente siglo XXI.
La profecía consiste en un listado de 112 lemas lacónicos en latín que representarían a un igual número de papas; sólo los primeros 74, según un libro de la investigadora Alicia Gallotti, llevan añadido el nombre de los sumos pontífices que se habían sucedido hasta entonces en la responsabilidad de conducir el Vaticano, con sus correspondientes antipapas. Wion reproduce tal enumeración desde 1143 hasta 1590, en tanto que otros estudiosos de la obra han completado la interpretación de los lemas hasta nuestros días.
Por supuesto, la profecía, como todas las de su género, tiene un lado vulnerable; se cuestiona la de San Malaquías porque los lemas en latín, que corresponden en teoría a cada uno de los papas, pueden tener no sólo un significado sino decenas; además, los académicos han cuestionado que el texto apareciera por primera vez cuando ya habían vivido 74 papas, cuyos lemas fueron adaptados a sus respectivas personalidades. También se sospecha que la lista, publicada en 1595, ya circulaba cinco años antes, en 1590, y que fue creada con el propósito de influir en el cónclave que siguió a la muerte de Urbano VII, precisamente en 1590, para que se eligiera a Simoncelli de Urvieto como sucesor; en efecto, en el lema 75 se lee Ex antiquitate urbis (De la antigüedad de la ciudad), que equivale a urba vetus o vieja ciudad, que es la raíz del apellido Orvieto; sin embargo, salió humo blanco del cónclave no a favor de Orvieto, sino de Niccolò Sfondrate (1535-1591), quien se autonombró Gregorio XIV y murió diez años después.
El último lema
La profecía sobre los papas de San Malaquías no habría alcanzado tanta difusión, especialmente en la etapa previa a los cónclaves y el Habemus papam, si los expertos no hubieran destacado el último lema o nombre del listado, que correspondería a la postrimerías no sólo de la Iglesia Católica, sino también de la humanidad. Se le otorga a la profecía un significado apocalíptico, pues una vez que se llegue al lema 122 advendrá el Juicio Final, el apocalipsis o el Armagedón.
El comentario del último lema expresa lo siguiente: “Cuando llegue la persecución última (in persecutione extremae) de la Santa Iglesia Romana, ocupará la sede Pedro el Romano, quien apacentará su rebaño en medio de muchas tribulaciones, pasadas las cuales será destruida la ciudad de las siete colinas y el temible juez juzgará al pueblo”.
Los últimos tres lemas, de igual número de sumos pontífices, incluyen, según los expertos en el texto de San Malaquías, al desaparecido Juan Pablo II:
110. De labore solis (Del trabajo del sol). Juan Pablo II.
111. De gloria olivae (De la gloria del olivo).
112. Petrus romanus. (Pedro el romano).
Cabe señalar que Juan Pablo II, como se ha señalado en sus biografías, se caracterizó por ser un sumo pontífice laborioso, que además de expandir la fe católica jugó un rol fundamental en la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989; el lema también se referiría al lugar de procedencia del papa 110, un país del Este, precisamente de donde llegó el anterior prelado, Polonia.
El número 111, De gloria olivae, expresa una época de prosperidad, abundancia y paz, de acuerdo con el significado del olivo, desde la época del patriarca Noé.
El último papa sería Pedro el Romano, con cuya llegada se consumaría el fin del reino temporal de los hombres.
Cuando se trata de precisar los años, surgen las discrepancias. Mientras algunos expertos en el texto de San Malaquías aseguran que Pedro el Romano fue entronizado como papa en 2006, otros afirman que la profecía indica que este sumo pontífice asumirá el poder en 2031.
Pero hay otra interpretación. Un error del copista o de tipografía se habría deslizado en el Lignum Vitae, de tal modo que, después de De labore solis, no hay dos sino tres papas: 111. De gloria olivae; 112. In persecutione y 113. Petrus romanus.
Benedicto XVI, ¿es el sumo pontífice 111?, ¿o es el 112 en la serie de 113, que incluye al prelado In persecutione?
Los menos catastrofistas han opinado también que acaso podría darse un cambio en la Iglesia Católica tan trascendental que la institución del papado llegue a su fin y que, en adelante, las decisiones sean tomadas por un cuerpo colegiado de cardenales. O que, finalmente, la profecía de San Malaquías sólo señale una transformación radical en una de las tres religiones monoteístas con más seguidores en el mundo.
Lo más seguro es que nadie sabe lo que ocurrirá en el futuro. Lo único que queda es esperar la fumata blanca que saldrá hasta la primera quincena de marzo de la chimenea de la Capilla Sixtina.
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