Oficialmente, Joseph Ratzinger ha dejado claro que renuncia al báculo de San Pedro por carecer de la fuerza suficiente para continuar con su ministerio. Sin embargo, expertos en la historia de la Iglesia Católica y vaticanistas buscan otras respuestas.
El periodista e historiador David Gistáu sostiene que Benedicto XVI “siempre estuvo a la sombra de Juan Pablo II, de quien era su hombre de confianza. Por eso, los cardenales en el cónclave de abril de 2005 apostaron por la continuidad de un ministerio que tuvo una notable influencia en la política internacional de fines del siglo XX (caída del bloque comunista), pero que en ningún momento alcanzó la resonancia mediática de Karol Wojtyla como persona, personalidad y, sobre todo, Papa”.
Andrés Beltramo, corresponsal de la emisora española Onda Cero, coincide con esta opinión, pero va un poco más allá. “El Papa habló sobre la falta de unidad e incluso de hipocresía en el seno de la Iglesia. Personalmente creo que ésta es una clara referencia a la división generada a partir de la decisión de Ratzinger de investigar y perseguir a los acusados de cometer actos de pedofilia, el gran escándalo que atendió Benedicto durante su papado”.
El escándalo Vatileaks
El vaticanista Marco Politi considera que “el entorno de la Curia romana” pasó factura al Pontífice. “Ratzinger, un hombre serio, disciplinado y riguroso, jamás pudo tolerar que su propio mayordomo, Paolo Gabriele, filtrara una serie de documentos que, de algún modo, trataban temas delicados relativos al accionar de la Iglesia en diferentes ámbitos, como por ejemplo las instrucciones para tratar los casos de pedofilia y la relación del Vaticano con el Islam, especialmente después del polémico discurso de Ratisbona en el que el Papa asoció el Islam con la guerra santa. Esos temas delicados jamás debieron cruzar los límites de la plaza de San Pedro”.
Por su parte, el historiador André Millet sostiene que, “evidentemente, el estado de salud del Papa no es el mejor. Pero vale la pena recordar que Juan Pablo II tenía más achaques, incluso un Parkinson que le era imposible disimular y a pesar de ello continuó su ministerio hasta la misma muerte, lo que le otorgó una dimensión cercana a la santidad. De modo que Joseph Ratzinger pasará a la historia como el Papa moderno que renunció y nunca como el que continuó la labor pastoral de Karol Wojtyla”.
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