Sus declaraciones, pronunciadas en una voz que a veces sonaba ronca, llegan tras la renuncia revelada el lunes donde se aseguró que el Papa tendrá "una vida dedicada a la oración".
El Vaticano ha dicho que el alemán de 85 años seguirá viviendo dentro de sus muros. Su aislamiento podría aliviar las preocupaciones que apuntan a que el primer ex Papa vivo en siglos podría incomodar la unidad de la Iglesia.
Hablando de manera improvisada a miles de sacerdotes de la diócesis de Roma, en lo que resultó ser un discurso de despedida en su calidad de obispo de la capital italiana, el Papa delineó lo que será su próxima vida enclaustrada una vez que deje el máximo cargo de la Iglesia Católica dentro de dos semanas.
"Aunque me retire a la oración, siempre estaré cerca de ustedes y estoy seguro de que ustedes estarán cerca mío, incluso si permanezco escondido del mundo", afirmó.
Después del 28 de febrero, cuando se convierta en el primer Pontífice en siglos en renunciar en lugar de gobernar durante toda su vida, Benedicto XVI viajará primero a la residencia de verano del Papa en Castel Gandolfo, al sur de Roma, y luego se trasladará para siempre al convento de Mater Ecclesiae, en los jardines ubicados detrás de la Basílica de San Pedro.
El Vaticano ya ha dicho que no influirá en la elección de su sucesor, que tendrá lugar en un cónclave secreto que comenzará entre el 15 y el 20 de marzo en la Capilla Sixtina.
El Vaticano, que está navegando en aguas desconocidas tras este sorpresivo anuncio, dijo que los expertos aún no han decidido cuál será el título eclesiástico que tendrá Benedicto XVI o si llevará el atuendo blanco de un Papa, el rojo de un cardenal o el negro de un sacerdote común y corriente.
"En mi opinión, una vez que deje el cargo debe abandonar la sotana blanca y vestirse de cardenal", dijo el padre Thomas Reese, un miembro de alto rango del Centro Teológico Woodstock en la Universidad de Georgetown, autor de varios libros sobre el Vaticano.
"El ya no debería ser llamado Papa, Benedicto XVI o su Santidad, sino que debe ser nombrado como cardenal Joseph Ratzinger", añadió Reese.
La reunión del jueves con los sacerdotes fue el último evento público del hombre que ha liderado a los 1.200 millones de católicos durante ocho años.
La noche anterior presidió la misa del Miércoles de Ceniza, que fue trasladada a la Basílica de San Pedro desde su lugar original, en Roma.
Una muchedumbre le dio una gran ovación en su última misa pública y en su homilía dijo que la Iglesia se ha visto a veces "desfigurada" por escándalos, divisiones y rivalidades.
"Gracias. Ahora, volvamos a la oración", dijo el Pontífice, poniendo fin a varios minutos de aplausos.
En un gesto inusual, los obispos se quitaron las mitras en señal de respeto e incluso algunos de ellos lloraron.
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