domingo, 1 de julio de 2012

Virgen pequeña hace grandes milagros

Uno de los atractivos turísticos más visitados de la ciudad de Viacha, provincia Ingavi, ubicada a 41 kilómetros de la urbe paceña, es la Virgen Milagrosa de Letanías, catalogada como la más pequeña del mundo debido a sus 19.5 milímetros.

Es casi del tamaño de la uña del pulgar humano. Por tal razón, los devotos que acuden a visitarla, especialmente el 13 de julio, día de su fiesta patronal, utilizan una lupa para poder observarla.

Sobre la cima de un cerro ubicado a 4.200 metros sobre el nivel del mar, en el distrito 3 de Viacha, se encuentra el Santuario de la Virgen Letanías. Su altar está hecho piedra y se mantiene casi intacta.

El Santuario de Letanías es también un mirador natural, desde el mismo se divisa las ciudades de Viacha y El Alto, como también a los imponentes nevados del Illimani, Mururata, Huayna Potosí, Chacaltaya, Illampu, entre otros.

Según documentos pertenecientes al Padre Gechi Pucho Llanqui: “Antiguamente se recorrían los viajes a lomo de bestia, por ese entonces, el comercio se lo hacía a través de los arrieros (campesinos dueños de los mulos). En uno de esos largos viajes un arriero se vio obligado a descansar antes de proseguir su viaje hacia la ciudad de La Paz, porque se le hizo de noche. En las cercanías a las faldas de un cerro decidió desensillar sus animales, les quitó la carga, les dio de comer y se dispuso a descansar. Se cubrió con sus ponchos, pues el frío era intenso, a pesar del cansancio no pudo conciliar el sueño.

Alrededor de la media noche cuando empezó a dormitar escuchó un repique de campanas, petardos, fuegos artificiales y música de zampoñas entonadas por los sicuris, entonces pensó que se trataría de alguna fiesta y por lo tanto dedujo que estaría cerca de alguna capilla y que seguramente se estaría celebrando las vísperas de una fiesta.

En la oscuridad de la noche se vio perturbado el cielo por la luminosidad que animó al arriero a poner en buen recaudo a sus animales e ir en busca de algo caliente para sobrellevar el crudo invierno que azota la región.

Cuando empezó a ascender por el cerro, escuchó rezar las letanías de la Virgen, según iba recorriendo sentía aproximarse al lugar, por el toque de las campanas. Al llegar a la cima, fue grande su sorpresa al no encontrar nada.

Se quedó pensativo y de pronto vio a una imillita (niña en aymara), muy pequeñita, que al verlo hecho a correr asustada. Desconcertado, el arriero, sintió pena por la imillita, de quien creyó que se encontraba extraviada. Sin pensarlo dos veces, corrió detrás de ella, pero no pudo alcanzarla.

Y lo último que pudo ver, fue a la imillita, esconderse y desaparecer detrás de una piedra. Asombrado y asustado, comprendió que se trataba de un hecho inusual, tomó la piedra, la cargo y descendió con ella del cerro, fue en busca de sus animales. Al llegar el alba, decidió cargar con todo lo que tenía y proseguir su viaje hacia la ciudad de La Paz. Llegando a su destino, fue al Obispado, una vez allí relató la historia de lo sucedido, entonces el Obispo, tras oír el relato del arriero, bendijo la piedra. Desde entonces el lugar de la aparición se denomina el cerro de Las Letanías”.

Años más tarde los españoles construyeron una hermosa capilla en la cima de aquel cerro. Se concluyó la construcción en el año 1844 y en el que se venera a la Santísima Virgen de las Letanías. Posteriormente, los campesinos del lugar, construyeron la hospedería y el calvario, que en la actualidad existen. Desde entonces, cada 13 de julio los devotos celebran su festividad.

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