Vivió el exterminio y la persecución en uno de los peores escenarios, la Segunda Guerra Mundial. El arzobispo emérito de Cochabamba, monseñor Tito Solari (76), sintió de cerca la muerte más de una vez, incluso cuando le diagnosticaron “equivocadamente” un cáncer de páncreas en Madrid.
Y fue allí cuando nació la idea de hacer un libro.
“Le dieron pocos meses de vida en la clínica Moncloa. Fui a visitarlo al norte de Italia mientras él esperaba sus exámenes médicos y le pedí que me contara su vida para escribir un libro. Le hice una entrevista de tres días”, relata el padre Ariel Beramendi, autor de esta obra titulada Tito Solari. La fuerza de la humildad. Historia de un pastor.
Como uno de los líderes de la Iglesia católica, Solari asumió en varias oportunidades la defensa de los derechos humanos y cuando denunció el narcotráfico en Chapare recibió duras acusaciones del Gobierno.
“Dejar de hablar de Evo Morales en su biografía hubiese sido poco honesto, pero es solo una pequeña parte del libro.
Mucha gente cree que Solari fue confidente de Morales, así que le pregunté: ‘Monseñor, ¿usted fue el confesor de Evo Morales?’, y él me contó los encuentros y desencuentros que tuvo con él. Solari no critica a la persona de Evo Morales, más bien le reconoce su liderazgo social, pero sí critica los excesos que se han cometido en estos diez años de Gobierno”, dice el autor y aclara que “el libro refleja la experiencia y la reflexión personal de monseñor Solari, es decir, no habla en nombre de los obispos ni mucho menos de la Iglesia en general”.
Solari abogó por Evo
Monseñor Solari desvela detalles de momentos cruciales que lo relacionan con la vida del ahora presidente. “Pude conversar con Evo Morales en diciembre de 2001, con ocasión del proceso de desafuero que el empresario bananero de Chapare Miguel Zambrana había iniciado contra Morales, que fungía como parlamentario, para someterlo a la justicia ordinaria.
Faltaba poco para que el juicio culminase a favor de Zambrana, pero este me buscó para propiciar una reconciliación con Morales, porque sabía que después de ganar el juicio ya no podría entrar ni salir de Chapare. Entonces viajé a La Paz para abogar por una reconciliación en la que el empresario desistió de su demanda”, relata Solari.
También recuerda cómo Evo, siendo solo parlamentario, fue recibido ‘varias veces’ por los obispos reunidos en asamblea, cuando esa instancia era para los presidentes de la República. “Ya en esa oportunidad le dije: ‘Evo, si usted llega a ser presidente de Bolivia, por favor, ponga en primer lugar a la educación, no se preocupe de ofrecer trabajo a la gente.
Si usted prioriza la educación, la gente creará sus fuentes de trabajo’, pero él no decía nada sobre el tema”, dice en el libro. Sin embargo, cuando Morales ya era presidente, Solari intentó hablar con él sobre un tema educativo y ni siquiera lo saludó.
“En diciembre de 2010, Morales insinuó expulsarme del país, solo porque me hice eco de la preocupación de los maestros y de los padres de familia de la zona de Chapare, porque sus hijos están creciendo en un ambiente donde la realidad del narcotráfico es vista como algo cotidiano, lo que será muy difícil de erradicar.
Estoy seguro de que al Gobierno ya no le conviene tocar más el tema de la producción excedentaria de la hoja de coca que termina en el narcotráfico, porque la población en general sabe cómo están las cosas”, reflexiona.
Democracia en riesgo
“Sería impreciso afirmar que en algún momento fuimos amigos (con Evo Morales), aunque reconozco su liderazgo social y su capacidad para entenderse con las masas que lo mantienen en la Presidencia” (...) Varias veces me he preguntado si Morales no es la máscara que intenta cubrir una ideología más grande que él y que las mentes de un ‘proceso de cambio’ se aprovechan de su liderazgo popular”, confiesa.
“En Bolivia, la absolutización del Estado y el peligro de la reelección indefinida ya han puesto a la democracia en peligro. Me pregunto si después de diez años, con las mismas personas en el Gobierno, se puede hablar de democracia. La alternancia es la sana expresión de una verdadera democracia, pero en Bolivia asistimos a la erradicación de las corrientes políticas y ha surgido con fuerza la propuesta de la continuidad indefinida del mismo Gobierno”, critica Solari.
También rememora las muertes de varios pobladores cuando las federaciones de productores de coca y campesinos tomaron Cochabamba, entre 2006 y 2007. “Por primera vez sentí miedo de ir a los puentes de la ciudad para calmar los ánimos de los cochabambinos y no encontraba ningún interlocutor válido (...)
Los trágicos hechos de violencia provocados por la defensa de ideologías partidistas fueron encubiertos por una ola de complicidad y de acciones legales borrascosas”, lamenta monseñor y confiesa que el ministro Juan Ramón Quintana era “el estratega de los enfrentamientos”.
Violencia sin responsables
EL DEBER conversó con monseñor Solari, quien dice: “Estoy muy agradecido con todo lo que Dios me ha dado. La vida a veces es muy dura, pero yo siempre le he pedido una vida dura e intensa, porque es ahí cuando uno expresa todo lo que le ha dado el Señor. Cuando tengo una vida intensa vivo con todas mis facultades, energías, fe y entrega”.
Solari cree que su fortaleza interior viene de su familia, pero sobre todo de la formación espiritual que ha recibido de los salesianos durante años.
Ante la pregunta de si uno de los momentos más duros ha sido cuando pidieron su expulsión por haber denunciado el narcotráfico en Chapare, Solari declara: “Yo diría que no, eso no me ha turbado. Cuando uno habla de la verdad, que conoce personalmente, uno no tiene por qué temer nada”.
Según monseñor, el propósito del libro es “mostrar una Iglesia que sirve, que está al servicio, con sus debilidades, que no es dueña de nada y que no pretende reconocimientos”. En esta Navidad le pide al Señor que le dé la misma luz (que le dio a Jesús) “para llegar al término del camino, al encuentro con Él”
El dolor de vivir en medio de la guerra
Un valle escondido entre las montañas rocosas y bosques, así fue la cuna de monseñor Tito Solari, en Pesariis, un pueblo rural al norte de Italia, frontera con Austria. Sin embargo, el horror de la Segunda Guerra Mundial se apoderó de sus calles y de su gente. En su infancia, junto con su padre, Alfeo, fue testigo de cómo las tropas alemanas mataron a los padres de sus pequeños amigos la noche de Navidad.
“Fue una época en que los civiles se encontraron, sin saber, en el cruel fuego cruzado de la guerra. Las opciones eran pocas y todas ellas, dolorosas: si se los consideraba colaboradores de las tropas alemanas, eran eliminados por los partisanos; si eran catalogados como protectores de los partisanos, los alemanes los fusilaban”, relata en el libro.
Solari sintió hambre muchas veces porque cada vez era más difícil conseguir alimentos. También fue testigo de cómo el sacerdote del pueblo, Aldo Soravito, elevó sus plegarias junto con los pobladores para evitar la matanza de 33 hombres, entre ellos el padre de Solari.
Hoy, monseñor vive en Cochabamba, se retiró en septiembre de 2014. “No tiene la salud de una persona joven, sino de una persona de la tercera edad con sus 76 años. Él se cuida sobre todo en lo que come, casi siempre su dieta es blanca y con poca sal”, relata el autor del libro, padre Ariel Beramendi.
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