El mundo musulmán condenó este martes con fuerza el insólito atentado perpetrado la tarde del lunes junto a la Mezquita del Profeta en la ciudad santa saudí de Medina.
El atentado, que le costó la vida a cuatro guardias de seguridad, fue uno de los tres ataques suicida que golpearon el lunes Arabia Saudita, a pocos días de que termine el ramadán, el mes de ayuno de los musulmanes.
Los ataques no han sido reivindicados, aunque las sospechas apuntan al grupo yihadista Estado Islámico (EI), que animó a sus huestes a perpetrar atentados durante el mes santo musulmán del ramadán.
En las últimas semanas reivindicó o se le atribuyeron masacres en Orlando, Estambul, Daca y Bagdad.
El atentado de Medina, la segunda ciudad santa del islam después de La Meca, se produjo durante las oraciones del atardecer en la Mezquita del Profeta, donde está enterrado Mahoma.
Según el ministerio del Interior, en el ataque murieron cuatro agentes de seguridad y cinco resultaron heridos.
"Las fuerzas de seguridad sospecharon de un hombre que se dirigía a la Mezquita del Profeta cuando estaba en el estacionamiento del lugar. Cuando intentaron detenerlo, se hizo explotar detonando un cinturón explosivo que portaba, lo que provocó su propia muerte y la de cuatro agentes", señalaron las autoridades en un comunicado.
El blanco del ataque causó una profunda indignación entres responsables sunitas y chiitas, y en Irán, el gran rival regional de Arabia Saudí.
Al Azhar, la más alta autoridad del islam sunita, con sede en El Cairo, condenó el atentado, y destacó "la santidad de las casas de Dios, en particular la Mezquita del Profeta".
Mahoma pasó los diez últimos años de su vida en Medina, donde murió en el año 632 y fue enterrado.
"Este crimen, que le pone a uno los pelos de punta, no podría haber sido perpetrado por alguien que tenga un átomo de fe en su corazón", dijo Abdulá al Sheij, jefe del principal órgano asesor de la monarquía saudí.
A las condenas se sumó la del gobierno de Irán, que mantiene una fuerte rivalidad con Riad que se manifiesta en las guerras de Siria y Yemen, donde ambos apoyan a bandos opuestos.
"Los terroristas ya no tienen líneas rojas. Los sunitas y los chiitas seguiremos siendo víctimas a menos que permanezcamos unidos", comentó en Twitter el ministro de Relaciones Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif.
El movimiento chiita libanés Hezbolá vio en el atentado de Medina "una nueva señal del desprecio de los terroristas por todo lo que los musulmanes consideran sagrado".
Y en Irak, el portavoz del ministerio de Exteriores, Ahmed Jamal, estimó que los atentados de Arabia Saudí "dejan al descubierto la ideología desviada" defendida por organizaciones como el Estado Islámico.
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