miércoles, 22 de agosto de 2012
Evangelización en tiempos de la última frontera
El 4 de julio de 1545, en cumplimiento de instrucciones emanadas de la Real Audiencia de Charcas, el capitán español Luis de Fuentes y Vargas funda en fértiles valles a la vera de un río (nominado Guadalquivir en remembranza de su tierra natal), la Villa inicialmente bautizada como San Bernardo de la Frontera de Tarija.
El 4 de julio de 1545, en cumplimiento de instrucciones emanadas de la Real Audiencia de Charcas, el capitán español Luis de Fuentes y Vargas funda en fértiles valles a la vera de un río (nominado Guadalquivir en remembranza de su tierra natal), la Villa inicialmente bautizada como San Bernardo de la Frontera de Tarija, debido a que entonces aquel bastión estratégico fuera considerado como la última frontera de la civilización cristiana.
Para los conquistadores andaluces que encontraron en su paisaje cierta semejanza con el de la tierra natal, sería reconfortante recibir verdaderas muestras de simpatía por parte de los apacibles pobladores denominados “tomatas”, quienes vieron en ellos la providencia que los libraría de las tribus de “chunchos” (sinónimo de selváticos), que con frecuencia cruzando la vera del río los acometían para darles muerte o reducirlos a la condición de esclavos.
Según consta en vetustos folios, los recién llegados encontraron en las cercanías dispersas cabezas de ganado cimarrón y vestigios de haciendas, que les hizo suponer que con anterioridad a su llegada en aquellas tierras se hallara establecido otro grupo hispano extinguido probablemente por los mismos salvajes, añadiendo al nombre de la Villa el del personaje que según la leyenda habría descubierto la región, en procura de alguna conexión entre la meseta alto peruana y las tierras bajas del río de La Plata.
Frente al resguardo que adoptaron ante el peligro de nuevas incursiones, las hordas no cesaron en acechar el nuevo asentamiento y más adelante, pese al temor que provocaban las armas de fuego con las que repelían los asaltos y robos, extendieron sus ataques a las comarcas vecinas, llegando en algún momento a amenazar las cercanías de la misma capital, La Plata.
En el Archivo Nacional de Sucre,cursa un documento en el que las Milicias de Sauces, Tomina y La Laguna solicitaron autorización para ejecutar a los líderes chiriguanos y desalojar de la zona a los originarios por la fuerza, respondiendo la autoridad que “a ningún vasallo del Rey se le pasa por las armas, ni otra pena semejante sin causas formada, sustanciada y sentenciada (por el juez)”, previniendo que en lo sucesivo se evite hacer tan irregulares representaciones...
Por su parte, la Audiencia optaría por otorgar permiso a algunas órdenes religiosas a fin de conseguir la conversión pacífica de los aborígenes, además de designar a los primeros Adelantados con asiento en la nueva Villa entre ellos Ortiz de Zárate para emprender desde allá la colonización de las provincias del Río de la Plata (hoy Argentina) y las más lejanas de Chile, trasladando para el efecto mitimaes originarios que terminaron estableciéndose en lejanas tierras sin retornar jamás al lar nativo, siendo entre ellos el caso más patético el de los “churumatas”.
Al empuje de tal cruzada, las tribus más feroces e indómitas del valle central se fueron replegando hacia la selva chaqueña, donde hallaron refugio al amparo del ardiente clima, las fieras y alimañas del lugar. Pese al difícil acceso a la zona, tras penosos sacrificios a inicios del siglo XVII los agustinos logran ingresar, pero su tránsito sería fugaz a causa de las adversidades que tuvieron que afrontar a cada paso, desistiendo del infructuoso empeño.
Al fracasar igualmente otros misioneros, el 10 de marzo de 1606 la sede en Charcas extiende a los franciscanos autorización para establecer un convento en Tarija, con el difícil encargo de recuperar los enclaves alcanzados por otros religiosos y fundar en el Chaco nuevas misiones; elevando un siglo más tarde su rango al de Colegio de Propaganda Fide (1755) con una vasta jurisdicción comprendida entre los actuales departamentos de Tarija, Chuquisaca y Santa Cruz.
De esta manera se desplegaría una cruzada evangélica que apenas fundada una misión ya planificaba otra, sin sopesar dificultades ni peligros, incluyendo el suplicio que les infligían aquellos a los que intentaban evangelizar, como el caso de Lizardi inmolado a flechazos mientras oficiaba la misa. Según documentos que cursan en el Convento franciscano de Tarija, en ese lapso se establecieron las misiones de Iti, Pilipilli, Azero, Abopó, Florida, Mazavi, Igmiri, Tacurú, Zapurú, Oubaig, Piripití, Ibauirapacuti, Tacuaremboti, Tapuita, Tayarenda, la Tapera, Sauces y otras, contabilizando “23 misiones que cobijaban alrededor de veinticuatro mil aborígenes chiriguanos, de los cuales un 60 % se encontraba bautizados”…
Se cuenta que el principal opositor a la evangelización chiriguana, fue el terrible cacique Guaricaya, quien mandaba a incendiar los puntales donde se iba a levantar alguna iglesia, o apenas se la concluía él mandaba trasladar la aldea a la otra banda del río. No obstante, al llegar a viejo dio muestras de arrepentimiento, manifestando al recibir el bautizo que si se procuraba la salvación él “no fuese causa de la condenación de otros”. Este gesto, sin duda, contribuyó en gran medida a la conversión pacífica de sus súbditos.
Pese a que durante la conflagración independista estas misiones se llegaron a extinguir, dejando al desamparo a los aborígenes que debieron afrontar las peores masacres a inicios de la vida republicana, el Papa Gregorio XVI en 1833 nombra al franciscano Andrés Herrero con el título de Prefecto Apostólico y Comisario General de todas las misiones de América del Sur, para que con la ayuda de voluntarios europeos se restituyan los Colegios de Propaganda Fide en Tarija, Tarata y la recoleta de Sucre.
En un segundo viaje, los voluntarios se distribuyeron entre los Colegios de Ocopa en Perú, Chillán en Chile y otro en Argentina, para que cada país luego los administre a conveniencia. Además Herrero, a su paso por el viejo continente había realizado gestiones para que desde 1842 durante el gobierno del Mcal. Santa Cruz los franciscanos se hicieran cargo por primera vez del famoso Santuario de Copacabana, clausurado desde la expulsión de los agustinos a inicios de la vida republicana.
Con la disolución de la llamada “última frontera”, sin duda, se cierra uno de los episodios más importantes en la evangelización del Nuevo Mundo, al conseguir la heroicidad de estos legionarios aquello que los hombres de arcabuz y coraza no lograron, pues los habitantes de la selva chaqueña habían resistido durante más de trescientos años todo intento de dominación, y solamente la prédica humanitaria lograría ganar su confianza para incorporarlos a la civilización; dejándonos así un mensaje esperanzador de comprensión y convivencia armónica entre grupos étnicos de raigambre diferente.
BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA:
MINGO DE LA CONCEPCIÓN OFM, Manuel “Historia del origen, fundación y progresos del Colegio de Propaganda Fide en la Villa de Tarija y de las conversiones de indios que están a cargo del Arzobispado de Charcas”, publicada por B. del Pace en 1791 y reeditada en 1981 bajo el título “Historia de las misiones de Tarija entre chiriguanos”.
CORRADO OFM, Alejandro María.
“El Colegio Franciscano de Tarija y sus misiones”. Quarachi, 1894 (editado al año siguiente en versión italiana).
BIBLIOTECA DEL CONVENTO FRANCISCANO DE TARIJA
“Libro y memoria viva de los religiosos del Colegio de Tarija” (manuscrito)
ARCHIVO NACIONAL DE SUCRE
“Expediente sobre las maquinaciones del indio chiriguano rebelde Guaricaya en las misiones de Iti y Tayarenda” (ANB. EC No. 259) (ANB Ruck No. 182).
REPOSITORIO DE JUAN DE GRAJEDA
“Actas notariadas, con especificación de fechas y partes contratantes”. Fuente Lilly Library, colección Mendell (Recopiladas en EEUU por el Dr. Mario Barragán Vargas, Tarija 2000)
COLLECTANEA ARCHIVI VATICANI
“Guida delle fonti per la storia dell’América Latina”. Biblioteca Apostólica de la Santa Sede. Vaticano 1970.
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