Una serie de significados mantienen las tradiciones durante la celebración de los difuntos en los tres años que se los recuerda después de su muerte.
EDWIN CONDE VILLARREAL
Cambio
Las almas o ajayus de los difuntos se diferencian por edad y tiempo de muerte. Hay almas mayores, almas menores y almas recién fallecidas. Al difunto deben recordarlo consecutivamente durante tres años.
La investigación corresponde al antropólogo David Mendoza, quien asegura que el primer año o mara qalta, junt’u jiwata, es el mejor celebrado; toda la familia se organiza para preparar una buena apxata (mesa de ofrendas), destinada al difunto en la celebración de Todos Santos.
El segundo año o taypi mara (año medio) se celebra con menos intensidad, y finalmente el tercer año o tuyuka mara (fin del tercer año) merece ser celebrado tanto o más que el primer año, pues es la despedida del ajayu.
En la región de los Andes —menciona Mendoza— se conoce por tradición que los ajayus llegan en noviembre con mucha sed y hambre, muchas veces vienen encarnados en moscas, insectos que se posan y dan vueltas sobre los alimentos del altar de los difuntos.
El 1 de noviembre algunas familias suelen dejar la puerta abierta y velar toda la noche anterior. La tradición en la espera de los ajayus incluye reunirse alrededor de la mesa de ofrendas y proceder a comer, beber, acullicar, fumar y recordar al difunto o difuntos familiares o amigos que “partieron antes” y que ya se encuentran en el Huiñaymarka o pueblo eterno.
Se suele repetir la frase en aymara mientras se espera: ajayuna purakaparupata sirpt’asiñani, que significa: nos serviremos al provecho del ajayu.
El color del altar que debe estar preparado el 1 de noviembre antes de mediodía —que es la hora cuando llegan los ajayus— nos indica el tipo de fallecido, menciona Mendoza.
Si el color es blanco se trata del alma de un niño o joven, si es negro pertenece a una persona de sexo masculino, si hay un aguayo la difunta es mujer.
Una serie de tradiciones y costumbres se mantienen en la festividad de Todos Santos, que perdura en el pueblo por el afecto que se tiene por los ajayus de los amigos y familiares que fallecieron.
DATOS
• Las t’anta wawas son los panecillos hechos de harina con la forma de personas y representan al difunto en la mesa o altar de ofrendas.
• El bizcochuelo es una masa dulce y que es elaborada a base de huevo, tiene forma de cajita y que representa el ataúd donde reposa el difunto.
Perdura la tradición de rezar por las almas...
La tradición de rezar por las almas es una herencia colonial, menciona el investigador David Mendoza.
Por influencia de la religión católica la fiesta de Todos Santos se ha sobrepuesto a la fiesta de los ajayus, por ello, la oración por las almas forma parte de la celebración de los difuntos.
Antiguamente los párrocos de las iglesias en las comunidades rurales oficiaban misas y oraciones en los cementerios, templos y casas donde se preparaba un altar dedicado a los ajayus, se dice que los curas cantaban responsos en latín frente a las mesas y bendecían las tumbas.
Los que se hacen llamar “reciris” durante la celebración de Todos Santos son personas que rezan de forma especial para los difuntos. Cuando el personaje visita la casa de alguna familia lo primero que hace es dirigirse a la mesa del altar para rezar por el difunto. Se le retribuye con alimentos de la mesa.
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