Alrededor de 500 personas celebraron ayer la beatificación del Papa Juan Pablo II mediante una misa realizada en el mirador que lleva el nombre del nuevo beato. Las familias, ancianos, niños y jóvenes arribaron a ese lugar para escuchar las palabras del Obispo de la Diócesis tarijeña, Javier del Río.
Cabe recordar que en la madrugada de ayer Benedicto XVI proclamó beato a su antecesor, Juan Pablo II, en una solemne ceremonia que se celebró en la plaza de San Pedro del Vaticano a la que asistieron más de un millón de personas de todo el mundo.
En vista de que Juan Pablo II visitó la capital chapaca en 1988, es decir hace 23 años, los religiosos católicos quisieron también aprovechar la oportunidad para conmemorar este hecho que se festejó alrededor del mundo.
Al evento asistieron los estudiantes del colegio Juan Pablo II, los vecinos del barrio, incluso llegaron jóvenes y niños del santuario de Chaguaya, quienes fueron muy aplaudidos por la gente que llegó al lugar. Los más pequeños llevaron globos con los colores del Vaticano (blanco y amarillo) como señal de esperanza y fe.
Sin embargo, no se notó la presencia de las autoridades departamentales. Sólo estuvo presente el ex alcalde Oscar Zamora Medinacelli y Martha Humérez en representación de la Alcaldía Municipal.
El obispo Javier del Río, durante su discurso ponderó la masiva presencia de niños y jóvenes en la celebración de la misa. Recordó que Juan Pablo II a su llegada a la capital chapaca siempre quiso estar al lado de los más pequeños.
Explicó que la beatificación es una declaración, hecha por el Papa como cabeza de la Iglesia, de que un siervo de Dios vivió una vida de santidad y tuvo muerte de mártir y está ahora en el cielo. La beatificación es una sentencia no definitiva, que tiende a la canonización, y permite que se le tribute culto público de veneración con ciertas limitaciones. La veneración universal está reservada para los santos canonizados.
El Obispo recordó las palabras del santo pontífice a su llegada a Tarija: “Quiero ahora dirigirme a los niños de Tarija y de toda Bolivia, llamándolos como cariñosamente se les llama en estas tierras: changuitos. A los niños que desde muy corta edad deben ayudar a sus padres, como pastores en la puna y en los valles, como peones en los establecimientos agrícolas del oriente, o cumpliendo duras tareas en las ciudades, y a los que no tienen necesidad de hacerlo. A los enfermos y a los sanos. Queridos changuitos: el Señor quiso hacerse niño como vosotros, y crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”.
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