Las favelas del Complejo de Manguinhos, una de las zonas más pobres de Río de Janeiro, aguardan con impaciencia, ilusión e incredulidad la visita del papa Francisco, que recorrerá sus callejas durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) del próximo mes de julio.
"La expectación es muy grande, pero aún no me creo que venga una personalidad tan importante a esta comunidad tan humilde", dijo una de las primeras habitantes de Maguinhos, al instalarse hace 42 años en esta barriada de tugurios construida en una tierra pantanosa a la vera de las vías del tren.
El papa decidió incluir en su agenda en Brasil una visita a una favela y, según reveló el gobernador de Rio de Janeiro, Sergio Cabral, la elegida fue Manguinhos.
Se trata de un complejo que aglutina trece barriadas, con una población de cerca de 50.000 personas y que, hasta hace muy pocos años, era una de las zonas más peligrosas de la ciudad.
La policía tomó el control de Manguinhos el pasado octubre y expulsó a la banda de narcotraficantes Comando Vermelho, cuyas siglas, C.V., todavía relucen en incontables fachadas de ladrillo como recuerdo del yugo de represión violenta y los tiroteos por los que esta favela fue llamada durante décadas "Franja de Gaza".
María da Penha reveló que la llegada de la policía no ha supuesto el fin de la venta de drogas, ni de la violencia dentro de la favela, a la vez que alabó el gesto del líder de la Iglesia Católica por visitar a los pobres.
"El nuevo papa me gusta más que el anterior. Es una persona muy simple y Jesús quiere simplicidad", aseveró.
Uno de los lugares en la ruta papal, según dijeron a Efe fuentes del Obispado, es un humilde campo de fútbol de la favela de Varginha, en Manguinhos, desde donde se puede divisar a lo lejos la estatua del Cristo Redentor, que corona la montaña del Corcovado.
En esa cancha de hierba rala entrenan dos veces por semana decenas de jóvenes de una escuela de fútbol dirigida por Jairzinho, una de las estrellas de la selección brasileña que ganó el Mundial de 1970, quien también espera al papa Francisco de brazos abiertos.
"La esperanza es muy grande porque hasta ahora no hay confirmación oficial. Todos nosotros, principalmente los católicos, estamos rezando para que el papa comparezca aquí, traiga la gracia de su bendición y la paz para nosotros y todo el mundo", dijo el exfutbolista a Efe.
A Jairzinho no le sorprendió que el pontífice haya elegido visitar una cancha deportiva porque "es latino y sabe que Brasil, Argentina y todos los demás países latinos tienen un verdadero amor por el fútbol", que, según él, convive con una profunda religiosidad.
"Tal vez Brasil sea el país más religioso del mundo, tiene un segmento católico muy fuerte y creo que el papa estará muy feliz de estar aquí en Varginha", agregó.
El fervor del cristianismo se palpa en las favelas de Manguinhos, donde las iglesias católicas y los templos de diversos credos evangélicos se aglomeran puerta con puerta.
El carpintero José da Costa Oliveira, de 67 años, es otro de los incrédulos. Dice que prefiere no hacerse ilusiones y sueña que si se concreta la visita, llegue aparejado un pellizco presupuestario para concluir la reforma de la capilla de San Jerónimo Emilliani, paralizada desde hace dos años por falta de dinero.
"Yo estoy ansioso y feliz. Hasta los de otras religiones irán a ver al papa", opinó.
la empleada doméstica Aparecida de Almeida, de 57 años, ya ha encontrado un lugar para ver a Francisco: la azotea de la casa de su cuñado, que queda a pocos metros de la iglesia San Daniel Profeta, uno de los lugares más notables de Manguinhos, que podría entrar en la ruta papal.
San Daniel es una iglesia pequeña y coqueta, de planta circular, diseñada por el renombrado arquitecto Oscar Niemeyer en 1960 y que es el orgullo de la comunidad católica de Manguinhos.
"A Juan Pablo II lo seguí a la avenida Brasil, al parque de Flamengo y al Maracaná. Ahora podré ver al papa aquí en casa", celebró Almeida.
Además de la visita a la favela, Francisco tiene prevista una intensa agenda con motivo de la JMJ, que tendrá lugar entre el 25 y 28 de julio, incluida una ceremonia de acogida, un vía crucis en la playa de Copacabana, una vigilia y la multitudinaria misa de clausura.
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