jueves, 4 de junio de 2015

Ajipas, violetas y rosas pascuas para refrescar el Corpus Christi



La festividad de Corpus Christi tiene en Tarija una celebración religiosa particular caracterizada por la tradición de brindar con chicha de uva y vino patero en “cálices” de ajipa, adornados con rosas pascuas, violetas e ilusiones, típica costumbre que se vive en el valle central.

Además de las ofrendas que se ofrecerán en los distintos templos, el rito central se llevará a cabo por la tarde en el Parque Temático, allí, el monseñor Javier del Río, junto a párrocos de la diócesis de Tarija celebrarán una misa general. Posteriormente iniciará la procesión.

Eucaristía
El Corpus Christi es una fiesta de la Iglesia Católica destinada a celebrar la Eucaristía. Su finalidad es proclamar y aumentar la fe de los creyentes en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento. La celebración se lleva a cabo el jueves posterior a la celebración de la Santísima Trinidad, 60 días después del Domingo de Resurrección.
Hasta finales de la primera década de este siglo, la Iglesia de Tarija efectuaba dos misas durante el día, una era a la 10.00 y otra a las 16.00 de la tarde, más la procesión. A partir del año 2011, por iniciativa del obispo de la diócesis Javier del Río, se empezó a celebrar una ceremonia multitudinaria en el estadio departamental, luego en romería los feligreses se dirigían a la Catedral.
Sin embargo, es en los diferentes mercados tarijeños donde la conmemoración se torna colorida a causa de las ajipas, un tubérculo dulce –traído de las comunidades que se encuentran a orillas del río Pilaya- cuya pulpa es raspada para convertirlo en un vaso natural.
Este recipiente, que sirve para brindar con chicha de uva y vino patero, es adornado con violetas, que es la flor esencial del Corpus, rosas pascuas e ilusiones cuyas fragancias le brindan a la bebida un sabor y aroma particulares. Este “envite”, según el escritor René Aguilera Fierro, se celebra en Tarija desde tiempos inmemoriales y es muy propio de la región.
Aguilera recordó que, según fuentes de la época, se conoce que por el año 1863 los agricultores pudientes se reunías con amigos y familiares y brindaban con el vino patero de su producción, mientras que el campesino de menores recursos lo hacía con un licor proveniente del zumo de la uva fermentado, bebida que luego se llamaría chicha de uva.
La costumbre era la probada de esas bebidas durante la víspera, muchos se quedaban hasta pasado el amanecer. El día de la celebración existían familias tradicionales que hacían de alféreces que esperaban a los comunarios y amigos, durante estos momentos se tocaba el erke, la caja y se interpretaban coplas, que no siempre eran de corte religioso, sino que hablaban de amores y desamores, de esperanzas no logradas, aunque también el verso era picaresco y festivo.
A fines del siglo XIX, la tradicional celebración abarcaba casi todo el valle de Tarija y se había afincado en la propia Villa de San Bernardo de la Frontera. Costumbre que practicaban los criados, mozos de la casa, artesanos y campesinos, la fiesta se concentró en la otrora calle Ancha, luego pasaría a las vendedoras de la recova.
Después de la guerra del Chaco, la recova, debido a los nuevos asentamientos, cobró mayor importancia, las vendedoras desde las primeras horas adornaban sus lugares de expendio con flores de la época, principalmente con violetas. A partir de las nueve de la mañana, invitaban las bebidas a sus clientes en los ya tradicionales vasos de ajipa.



Una tradición que casi ingresa en el olvido

Desde 1940 hasta fines de 1970, la costumbre se había adentrado en la clase alta y media. En la década de 1980, la tradición de la ajipa se mantuvo adormilada. Si bien algunas señoras del mercado central habían heredado la costumbre de sus progenitoras, en la Calle Cochabamba había decaído irremediablemente. Los años 1986 y 1987, tuvo algún repunte debido a que la Comisión de Cultura de esa época hizo esfuerzos por recuperar la usanza del ”envite”.

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