jueves, 2 de diciembre de 2010

Una boliviana ocupa el cargo de obispo nacional en Cuba


Vocación: María Griselda Delgado vive en la isla desde la década de 1980 y desde entonces es parte de la Iglesia Anglicana.

Cuba / BBC.- L a obispa diocesana de la Iglesia Episcopal de Cuba, María Griselda Delgado, es la primera mujer que dirige una comunidad religiosa a escala nacional. Nació en Bolivia, tiene tres hijos y vive en la isla desde los años 80, “más de la mitad de mi vida”.

Para ella, nada de esto parece extraño. “Es una muestra de lo universal que es nuestra Iglesia”, nos dice, y agrega, como José Martí, que somos una sola raza y ante todo humanidad.

Sustituye al obispo de Uruguay que, paradójicamente, es un cubano. En una entrevista con BBC cuenta que el debate mayor es de género y que la oposición al sacerdocio femenino es tan grande que en el Reino Unido varias dignidades anglicanas se fueron a la Iglesia Católica, donde las mujeres aún continúan siendo vetadas.

—¿A qué se debe que haya tan pocas mujeres al frente de una Iglesia?

—En la Iglesia Anglicana, en los años 70, hemos vivido un cambio autorizando a que las mujeres ejerzan el sacerdocio y eso implicaba que podríamos también llegar a ser obispos.

Tiene que ver con el machismo y con el patriarcado que se extiende a través de los siglos en el mundo entero y por lo tanto también en la vida religiosa.

Fue trascendental. Hay que tener en cuenta que, desde la época de los apóstoles, la línea de sucesión de los obispos fue de hombres a hombres; cambiar esa tradición implicó luchas mentales.

Este movimiento llegó también aquí y en el año 86 yo fui ordenada junto a otras dos hermanas. Fue la primera ordenación de mujeres en Cuba, pero no fue un cambio duro porque ya las mujeres habían dado pasos importantes a nivel profesional y social.

—¿Qué problemas enfrenta en lo cotidiano una mujer sacerdote?

—El primero es el tiempo que uno debe dividir entre la familia, atender los niños, ver al esposo y la atención de la Iglesia. Los varones tienen el apoyo de una mujer que atiende el hogar y así pueden dedicarse más a la Iglesia.

Tenemos tres hijos, la mayor vive en Bolivia, el varón es profesional y la más chiquita está en la universidad. Mi esposo me ha respaldado mucho y yo creo que lo ha hecho con entereza y alegría.

—¿Cómo llegó a Cuba desde Bolivia?

—He vivido la mitad de mi vida en Cuba; llegue en los años 80. El Consejo Mundial de Iglesias me dio una beca para venir a estudiar al seminario teológico aquí en la isla. En esa época era un país que muchos latinoamericanos queríamos conocer.

—Resulta curioso que alguien venga a estudiar teología al único país socialista de la región.

—Recuerde que por aquellos años la vida en América Latina era bien dura, con regímenes militares, y los jóvenes queríamos conocer otras realidades; por ejemplo, los cambios que se estaban haciendo en Cuba.

Parece una contradicción, pero no es así, es mirar desde otra óptica. La Revolución ha logrado cambiar mentalidades individualistas hacia algo más comunitario.

—¿Qué ventajas y qué desventajas tiene predicar en un país como Cuba?

—Una ventaja es que cuando uno evangeliza aquí y la gente lo interioriza, lo reciben como algo muy fresco en sus vidas porque no tenían dentro otras tradiciones. En otros países hay demasiadas distracciones y algunas personas van a la iglesia sólo por seguir una costumbre.

La desventaja es que se ponen algunas barreras a la posibilidad de que las iglesias puedan ofrecer el evangelio vivo de Jesucristo. En lo cultural general debiera enseñarse que existe una iglesia y que tiene su historia.

—¿Le gustaría continuar su vida en Cuba?

—Una piensa que es Dios quien la guía a este lugar. Él, al hacerme obispa, de alguna manera me está diciendo: “Tu vida tienes que hacerla aquí y dar lo mejor de tu corazón a esta diócesis”.

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