Bendiciones y favores. Cada año, miles de fieles veneran a esta imagen religiosa; dentro de una semana saldrán en peregrinaje para vivir una de las fiestas más importantes de los cochabambinos en Copacabana.
El próximo domingo los fieles peregrinos del Niño de Copacabana se trasladarán, una vez más, desde la ciudad de Cochabamba hasta orillas del Lago Titicaca, para celebrar su fiesta.
Una tradición que está enraizada espiritualmente en el corazón del comerciantado local y es heredado de generación en generación. Por eso, anualmente el número de fieles va en aumento y la magnitud de la fiesta también.
Muchos van en vehículo particular (autos, camiones y camionetas), mientras que otros salen en flotas contratadas. Lo cierto es que la quincena de este mes, el pueblo de Copacabana será invadido por al menos 1.500 fieles. Muchos no van con las manos vacías.
Uno de los grupos más reconocidos es el de las floristas del mercado Calatayud, que llevan paquetes y paquetes de flores; tanto así, que muchos habitantes de Copacabana saben que está llegando la delegación valluna por el arribo de la fragancia de las flores, que impregna todo el pueblo; además están aquellos que voluntariamente se ofrecen con velas, cohetes de pirotecnia, comida, bebida, música y grupos musicales.
Una fiesta que dura casi una semana, que solo se vive una vez al año y que deja gratos recuerdos que superar el próximo año.
Historia de fe
Luis Ramiro Vargas Mendoza, devoto y pasante 2004 de la fiesta, se ha encargado de recolectar información y elaborar la historia de su fe.
De acuerdo a esa investigación, se conoce que la Virgen de Copacabana fue entronizada el 2 de febrero de 1583, oportunidad en la cual se realizó la primera festividad por la Purificación de María o Candelaria; a partir de ese momento comenzaría a derramar sobre los pobladores y peregrinos sus favores y dones.
Con el paso de los años, un grupo de cochabambinos hizo la promesa de ir cada año hasta los pies de la Virgen, en gratitud por todas sus bendiciones.
Se cree que la peregrinación de devotos data de 1700, cuando una incipiente caravana de autos -que cargados de sus deseos y sueños- salían del valle cochabambino y cruzaban el Altiplano, para llegar a orillas del Lago Titicaca.
Sobre la fecha de origen de las procesiones, los pasantes descubrieron un dato y un nombre marcado en el sombrero de oro que portaba el niño que llevaba la Virgen en el brazo derecho, que decía “Juan A. Peralta y familia” y tenía inscrito el año 1874. Es por este regalo que se puede determinar la antigüedad de esta fiesta en manos de los feligreses Cochabambinos.
No se sabe en qué momento la imagen del Niño de Copacabana abandonó los brazos de su madre para venirse con una delegación cochabambina y quedarse a vivir en esta ciudad por 356 días en compañía de los nuevos pasantes.
Es a partir de ese momento que la mística de la imagen del Niño movió a los devotos a comenzar a venerarle y a fijar como su fiesta central los días 15, 16 y 17 de noviembre en Copacabana.
PASANTES DE AMOR
Esta fecha es una de las citas más importantes del año y no interesa que día de la semana que cae, la celebración no es movible.
Es por eso que cada seis de noviembre el Niño vuelve a recorrer el camino de vuelta a la Basílica de la Virgen de la Candelaria de Copacabana desde el Valle, para acompañar a su Madre en la Fiesta que le brindarán los cochabambinos. Al final de esa semana esta imagen retornará a Cochabamba pero en brazos de otro creyente.
Este año, la familia de Gervacio Peña Saravia y Josefina Vargas de Peña podrán cumplir su sueño de “pasar la fiesta”, luego de 10 años de espera. Parece que es una exageración, pero ese es el tiempo aproximado que cualquier devoto debe esperar.
“Nosotros nos animamos a agarrar este año el 2005, calculando nuestra edad y que podamos cumplir con nuestra palabra”, asegura Josefina Vargas.
Es que, aunque parezca inverosímil, actualmente existe una lista oficial que cubre hasta el 2027 y que este mes posiblemente se incremente más, puesto que los fieles suelen solicitar “pasar la fiesta” durante la celebración central.
El encargado de llevar el control de los pasantes es el padre Walter Rocha, párroco del templo de Santa Teresa de Cochabamba, quien desde el año 2002 está a la cabeza de la peregrinación. “Cuando iniciamos esta caravana no éramos más de 200 personas, pero el año pasado ya asistieron cerca a 1.500”, asegura el padre Rocha.
“Pasar la fiesta” no es una tarea sencilla, puesto que requiere cumplir con ciertos rituales y tradiciones que se han impuesto los propios devotos, que se realizan en diferentes ocasiones del año. La responsabilidad empieza con el recibimiento de la imagen del Niño en Copacabana, el año pasado fueron Don Gervacio y doña Josefina quienes trajeron al Niño a su casa.
La llegada del Niño al Valle es celebrada con mucha alegría, para lo cual los pasantes mandan oficiar una misa y luego hacen su primera atención en un local, con circulación de invitaciones.
Otra obligación, aunque realizada con mucha devoción, es llevar la imagen cada primer viernes de mes hasta la Iglesia de Santa Teresa; ubicada en la plazuela Granado, para el oficio de su misa central. Ya casi culminando el año, los pasantes están obligados a brindar una misa y luego la fiesta de despedida en Cochabamba, para aquellas personas que por una y otra razón no podrán viajar a Copacabana. Esto implica correr con los gastos de la fiesta central que se llevará a cabo en Copacabana.
ESPLENDOR Y CELEBRACIÓN
Serbando Franco Arispe y Leocadia Fernández, pasantes de la fiesta el 2012, afirman que si bien esta fecha contempla muchos gastos para los pasantes también hay que agradecer el apoyo y la ayuda de los fieles, para lo cual se visita personalmente y se solicita su apoyo.
“Se hace el ‘rodeo’, para ello se lleva comida, bebida a la persona que se quiere pedir ayuda. Casi ninguno se niega, más al contrario siempre están dispuestos a dar más de su parte”, asegura Leocadia Fernández.
Uno de los mayores aportes que recibe la fiesta es la colaboración de las floristas. Las primeras en participar de esta fiesta son las del Mercado Calatayud, las que se ponen de acuerdo para decorar el Altar Mayor.
No hay una cifra exacta de la cantidad de flores que se requiere, pero lo cierto es que se utiliza cerca a 150 paquetes de flores, solo para el altar mayor; y si se habla de cifras el monto bordea los 10 mil dólares, tanto en el follaje como para la tela de decoración.
Hace unos años, las floristas del Cementerio también comenzaron a asistir y ellas son las encargadas de preparar los cargamentos y de elaborar figuras con flores en el piso y los arcos. “Las personas llegaron a dejar de mencionar al Niño y comenzaron a decir que era la fiesta de las flores. Es algo que nosotras hacemos con mucho cariño, pero no para opacar al Niñito sino para rendirle homenaje”, asegura Julieta Morales representante del Sindicato de floristas del Cementerio.
Otro factor importante de la fiesta es la noche de luminarias, que se realiza el 15 por la noche en Copacabana. En esta oportunidad el cielo se ilumina con fuegos artificiales traídos del exterior con este objetivo.
María Mirtha Suárez Vargas y su esposo Jorge Ayala son devotos del Niño desde hace más de 49 años, y ellos son los fieles colaboradores.
“Comenzamos a asistir con la familia de mi suegra, pero pronto el Niño nos cautivó con su mística y desde entonces no dejamos de asistir a la misa de mes y menos a su fiesta en Copacabana.
Aunque la mayoría de los devotos no quiere mencionar siquiera el costo del dinero que invierte, se sabe que las luminarias llegan a tener un costo total de mil dólares. Cifra que resulta ser una gran ayuda cuando el gasto del pasante bordea los 25 mil dólares.
DESPEDIDA DEL PASANTE
El último trabajo de los pasantes se realiza en la Fiesta del Niño Jesús en Copacabana, donde todo, pero absolutamente todo, desde sillas, mesas, carnes, verduras, insumos de cocina y lo que se requiera para atender a los cientos de devotos que asistirán a la fiesta estará a su cargo. Josefina Vargas asegura que este año irán 25 personas de apoyo, entre cocineros, ayudantes de cocina y garzones.
Al final, la familia Peña Vargas dejará el Niño en manos del próximo pasante, con la tranquilad de haber cumplido con el Niño Jesús de Copacabana.
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