La segunda y última parte de un artículo que reflexiona detenidamente sobre la dimensión estética de los iconos religiosos y su trasfondo místico.
La transición de la fe pagana a la fe cristiana, en Rusia, fue un proceso que duró varios siglos. La primera en convertirse al cristianismo fue la viuda de Igor, la princesa Olga, bautizada en el año 955, en Constantinopla. En cambio su hijo, Sviatoslav, continuó adorando fielmente a los dioses paganos. Por consiguiente, la mezcla de lo pagano y lo cristiano formó, durante un periodo muy largo, una especie de yuxtaposición religiosa, creando así lo que en ruso se llama dvoievérie (doble fe). Es decir, un sincretismo al cual se adhería gran parte de la población. Los rusos no podían renunciar, de la noche a la mañana, a las creencias de sus antepasados. Al igual que en otras culturas, las fiestas paganas fueron sustituidas por las fiestas cristianas. Algunos investigadores afirman que a principios de la era cristiana, el apóstol San Andrés había predicado la nueva fe en extensos territorios, poblados por los eslavos. Asimismo, plantó una cruz en la colina más alta cerca del río Dniéper, que pasa por Rusia, Ucrania y Bielorusia. Estaba convencido de que por los senderos por donde caminó brotaría una saludable verdad de la fe cristiana.
EL RÍO. En los años posteriores al bautismo del príncipe Vladimiro surgió una gran metrópoli para los piadosos cristianos. Vladimiro dio orden a los ciudadanos para que se reunieran a las orillas de río Dniéper y siguieran el camino de la religión cristiana. Y decía: “Aquel que no acuda al río, rico o pobre, esclavo o mendigo, será mi enemigo”. Todo el pueblo obedeció al soberano, y uno tras uno fue bautizado en el río por sacerdotes traídos desde Constantinopla. Gracias a su nueva fe propuso, además, la abolición de la pena de muerte que contradecía a los principios del cristianismo. Mandó a derribar todas las estatuas de los dioses paganos, ordenó que se diera de comer a todos los mendigos de Kiev y educó a sus hijos, Boris y Gleb, bajo estos principios. Se construyeron referentes religiosos: sobre la tumba del príncipe Askold se edificó la Iglesia de San Nicolás y sobre la del príncipe Dir, la Iglesia Santa Irene. La Iglesia Ortodoxa Rusa estaba subordinada a la de Constantinopla, pero con el devenir de los siglos disminuyó esta dependencia, y, en 1589, el clero ruso se declaró totalmente independiente y designaron a su propio patriarca.
RELIGIOSIDAD. La tradición y la liturgia de la Iglesia Ortodoxa se reflejan en el bautismo, el incienso, los himnos y las procesiones. Los iconos en madera, que representan a Jesucristo, a la Virgen y a otros santos son indisolubles a la doctrina ortodoxa. La idea central de este arte bizantino es unir lo celestial con lo terrenal. En definitiva, se trata de aproximar a este mundo una realidad sin desorden, sin caos y sin disconformidad. Dadas estas singulares características, el recado principal que llevan los cuadros ortodoxos es de demostrar la existencia de Dios todopoderoso que no se basa solamente en la experiencia, sino también en la religiosidad de cada devoto. O sea, lo empírico queda atrás, y el creyente se encuentra frente a una puerta abierta que le conduce hacia la profundidad del mensaje eterno.
ICONOGRAFÍA. Las imágenes de la Iglesia ortodoxa están impregnadas de una simetría gloriosa. Con un mínimo de detalles expresan un máximo de lo divino. Es por eso que no existe, en los iconos, una relación con lo cotidiano. Hay muchas interpretaciones de los iconos rusos, y esto ha dado lugar a que Rusia y Europa Occidental tengan diferentes visiones de la realidad. En otras religiones, los santos son representados en forma de bulto. Pero, según la doctrina ortodoxa, las estatuas tridimensionales son materiales y, por lo tanto, no son adecuadas para representar lo divino o lo celestial. Además, la población rusa asociaba a las estatuas con una historia pasada, con lo demoniaco, lo antiguo y, al mismo tiempo, con lo occidental. Los iconos forman parte de aquello que se llama iconostasio en las iglesias ortodoxas. En otras palabras, es una construcción arquitectónica de madera en donde existen diferentes iconos. En éste hay tres puertas sagradas. La primera recibe el nombre de Puerta Santa y solamente pueden pasar por ella los que pertenecen al clero. La situada a la derecha se llama Puerta Meridional y la posicionada a la izquierda es la Puerta Septentrional. Esta edificación divina se encuentra al fondo del altar y separa a los clérigos del resto de la comunidad cristiana.
ENERGÍA. Los rusos no quieren asociar a sus iconos con lo occidental. Sin embargo, su iconografía es, sin dudas, un aporte a la cultura universal. Hay quienes dicen que el arte occidental es más logrado técnicamente, pero es primitivo en cuanto a lo espiritual se refiere. Por el contrario, los iconos rusos quizá sean, en algunos aspectos, un poco primitivos desde el punto de vista artístico, pero están impregnados de espiritualidad. La percepción de la imagen en el mundo ortodoxo alcanza niveles de paz anímica. Ésta no es solamente un complemento, sino, más bien, un medio necesario para transmitir el mensaje cristiano. Los iconos atestiguan la existencia de Dios, creador del cielo y de la tierra. De ahí que muchos devotos confiesan haber recibido el milagro deseado. Este acto sería la vivencia subjetiva de un fiel ortodoxo orando frente al iconostasio. Es decir, los iconos están cargados de una energía divina que no se encierra sólo en la estampa de madera, sino que esa energía sube a las alturas mediante la oración y vuelve a la Tierra con un milagro o una bendición.
DEVENIR. Gracias a la adopción del cristianismo, Rusia pasó a formar parte de los estados europeos y fue recibida como un buen aliado. El esplendor cultural en la Rusia, de Vladimiro, experimentó cambios importantes y se estableció un “siglo de oro”. Se cultivaron la novela y el cuento, se crearon iconos y hermosas obras de arte; muchos libros, como tratados sacros, se tradujeron. El arte bizantino floreció. Asimismo, prosperó la arquitectura bizantina y se construyeron majestuosos templos. Los matrimonios entre los miembros de la monarquía europea, que casi siempre resultaban en vínculos políticos, fue una particularidad que marcó al nuevo pujante Estado ruso. Así, por ejemplo, la princesa Ana, hija del príncipe Yaroslav, se casó con Felipe I, de Francia, en 1063.
*Poeta
955 es el año en que la princesa Olga, de Kiev, fue bautizada y convertida a la fe cristiana.
Explica el autor de este ensayo:
“Las imágenes de la Iglesia ortodoxa están impregnadas de una simetría gloriosa. Con un mínimo de detalles expresan un máximo de lo divino. Es por eso que no existe, en los iconos, una relación con lo cotidiano. Según la doctrina ortodoxa, las estatuas tridimensionales son materiales y, por lo tanto, no son adecuadas para representar lo divino o lo celestial”.
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