La lectura de la sentencia duró dos minutos, pero antes de escuchar que había sido condenado a un año y medio de reclusión por robar los documentos privados de Joseph Ratzinger, tanto Paolo Gabriele como todos los presentes puestos en pie volvieron a ser plenamente conscientes de que aquel no era un juicio cualquiera, un simple proceso terrenal en el que un hombre es juzgado por otro según las leyes vigentes. Allí, según la invocación del juez vaticano Giuseppe Dalla Torre, había otros altos poderes en danza.
La sentencia. "En nombre de Su Santidad Benedicto XVI, gloriosamente reinante, el tribunal, invocada la Santísima Trinidad, ha pronunciado la siguiente sentencia...". El exmayordomo del Papa escuchó que había sido condenado a tres años de prisión por robar los documentos papales abusando de la confianza depositada en él, pero que en virtud de la ausencia de antecedentes, los seis años anteriores de recto quehacer y su convencimiento subjetivo "aunque erróneo" de estar ayudando a la Iglesia, la pena quedaba reducida a un año y medio y al pago de las costas. Satisfecho, el padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, anunciaba la posibilidad, “muy concreta y muy verosímil”, de que Benedicto XVI conceda el perdón a su mayordomo infiel.
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