Hace más de un siglo, el sociólogo alemán Max Weber constató en La ética protestante y el espíritu del capitalismo el desencantamiento del mundo en cuanto al declive de las creencias religiosas o mágicas como explicación de los fenómenos del universo, o como “técnica de salvación”.
En efecto, la revolución científica y el Siglo de las Luces aplastaron la fe bajo el peso de la racionalidad y de las previsiones mecánicas, provocando una vacancia de sentido. Ese proceso no dejó a la música fuera de su alcance.
En 1970, la banda de rock Joy Divison publicó Unknow pleasures, una oda al vacío y a la desesperación frente a este desencantamiento. Empero, en el paisaje musical internacional, Bolivia se destaca aún por ser una tierra fértil en bandas de varios géneros que invocan la religión o diversas formas de espiritualidad. El escenario boliviano se presenta, por lo tanto, como un eventual actor del reencantamiento del mundo observado por Morris Berman.
A la Pachamama
Después de haber insuflado a Europa entera aires andinos de folklore, Los Awatiñas han renacido hace cuatro años con las raíces terrestres de lo que Mario Conde llama “nuestra lucha”.
Al practicar la “música de los abuelos”, -a modo de “resistencia ante la pérdida de las costumbres ancestrales impulsada por los medios de comunicación que confunden a la nueva generación”-, Los Awatiñas recurren a formas de pensar (letras) y de tocar (música) que aluden a la Pachamama y a los usos de sus antepasados precolombinos.
En efecto, sus letras deploran la explotación de “esta tierra que se va de la nuestra” y los tormentos padecidos por la Madre Tierra a la que veneran igual que al Dios cristiano. Las composiciones, en general, se supeditan a las antiguas creencias andinas con el fin de lograr que perduren tradiciones que les parecen vitales.
En noviembre, suelen tocar “El alma piquillo” para recordar a los muertos, mientras que en febrero soplan la tarqa, una flauta originaria cuyo sonido místico santifica a la papa.
Cantan, además y en aymara, al sol, la luna y las estrellas para que “la vergüenza de hablar este idioma desaparezca”. Los Awatiñas son el ejemplo más destacable del sincretismo cristiano-andino, expresado en las artes musicales como vehículo de un mensaje de armonía y tradición.
Música y fe
Entre dos llamadas, la grabación de una melodía y un café bien caliente, Martin Joffré, el ex bajista de LouKass, agrupación de los 90 que dejó huellas imborrables en el rock nacional, confiesa que ha firmado un pacto con Dios.
Después de que un niño se curara de una gangrena que amenazaba con llevarlo a la muerte, Joffré descubrió que sus oraciones no caían en el vacío e ingresó poco después, en 1996, a la iglesia evangélica Ekklesia. Desde entonces, quiso agradecer a Dios por este milagro y se dedicó a tocar en bandas evangelistas, animando a las futuras estrellas del rock cristiano. Rechaza la idea de que este género sea una paradoja, puesto que no es cerrado. Poco importa que John Lennon clamó en 1966 que Los Beatles eran más famosos que Jesucristo, o que Mick Jagger cantó su simpatía por el diablo dos años más tarde.
Lo fundamental es llevar esperanza. El mensaje es que “para todos está al alcance de las manos una solución”, ya sea para alguien que se asoma a un recital por tener una fe inalterable o para pedir perdón. Por ser un “vehículo muy poderoso”, la música de alabanza alcanza a llevar a Dios hacia el público de cualquier creencia, según dice.
El maestro Buda
El soplo de la fe nos llega también desde más lejos. Los monjes budistas de la calle Ascarrunz, seguidores del maestro Buda, reciben a unos paceños víctimas de estrés y dolor en la nuca. En la sala de espera ellos hablan muy bajito de cómo la meditación budista les ha liberado de la presión de la vida urbana, y acarician el sueño de salir de todo sufrimiento, alcanzando la iluminación.
Acompañando la salmodia de Rodrigo Terán, un discípulo y Ursé -él que dirige las oraciones-, los damaru (especie de tambor), campanitas y unas caracolas armonizan ofrendas a algunas deidades, como Mahakala, quien ayuda a disolver los obstáculos.
Por medio de “las mantras”, literalmente la protección de la mente, y de la repetición de una frase mística en tibetano, se lleva a la mente una energía positiva apta para destruir su gemelo negativo. Terán cuenta que “todo es vibración”, pero que sólo las buenas intenciones propician que las vibraciones generen beneficios.
Los hermanos Conde de Los Awatiñas, juzgan que el materialismo está poco presente en la mente de los bolivianos, porque “hay poco material”, pero que el individualismo ha penetrado las grandes ciudades.
De este modo, afirman que no buscan reencantar un mundo desencantado, sino que mantienen esas tradiciones “para que continúen”.
Sonia, en el medio “del camino de la experiencia budista”, se saca las capas culturales para buscar su esencia”. No obstante, muchos reprochan a la música religiosa por sacrificar la forma por el fondo.
Aunque Joffré, seguramente, no estaría de acuerdo, pues para él el público “no viene por el fondo, tampoco por la forma, sino que por ellos, para buscar una respuesta”.
Música religiosa
# Antigüedad Para los antiguos eclesiásticos, la música arrastraba muchedumbre a creencias profanas.
# Europa Con la divulgación del cristianismo en el siglo IV, en algunas iglesias europeas aparecieron las primeras partituras. San Ambrosio, obispo de Milán, introdujo música sacra en las misas.
# Mensaje El Papa Marcelo II declaró que con música la palabra de Dios, los textos bíblicos y la liturgia habían de llegar directamente a la conciencia del creyente.
# Corriente Los protestantes no se quedaron atrás. En los albores de este culto Martín Lutero ya cultivaba el gusto y el sentimiento musical.
# Alabanza Hay numerosos grupos musicales que se dedican exclusivamente a la creación y composición de canciones para la liturgia católica.
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