Vestidas con mantos de la cabeza a los pies y mostrando tan sólo el rostro y las manos, un grupo de mujeres saluda en árabe diciendo: “Assalamu alaikum” (la paz sea contigo) cuando ingresan a la mezquita ubicada en la calle Fernando Guachalla del barrio paceño de Sopocachi. No han comido ni bebido nada desde las seis de la mañana y sólo podrán ingerir alimentos cuando se oculte el sol.
Mientras los visitantes se quitan los zapatos para ingresar a un salón amplio y cubierto de alfombras, un hombre de piel canela, cabello rizado y negro como el ébano canta en árabe los pasajes del Corán, el libro sagrado de los musulmanes, como parte del Ramadán, nombre del noveno mes del calendario islámico que comenzó el 9 de julio y finalizará el 8 de agosto.
“El Islam es más que una religión, es una forma de vida y no es algo que practicas sólo el fin de semana”, explica Ana María Sánchez quien adoptó el nombre de Amina (mujer confiable) hace 12 años cuando decidió ser musulmana y hoy es la encargada de cuidar la mezquita As-salam nombre que en castellano significa “la paz”.
En esta religión existen dos corrientes: el sunismo y el chiismo, los primeros son seguidores de los principales califas sucesores del profeta Muhammad y son mayoría en el Islam; y los segundos, siguen a Alí, el yerno del profeta. En La Paz, los sunitas tienen dos lugares de reunión: una mezquita en Sopocachi y otra en Miraflores, mientras que los chiitas tienen una musala (lugar de oración fuera de la mezquita) en la calle Landaeta.
“Nuestra relación es buena con todos los hermanos chiitas, y también con los católicos, mormones, cristianos y judíos porque al final, todas las religiones invocan al mismo creador”, dice el sunita de origen palestino Ayman Altaramsi, director de la Asociación Islámica de Bolivia. Para ambas corrientes, no existe más dios que Alá y Muhammad es su último profeta.
Los principios de la religión musulmana fueron difundidos en La Paz en 1995 por Moumin Candia, un boliviano que se formó en una mezquita argentina y trajo consigo el Islam a la ciudad, explica el chiita Roberto Chambi Calle de 36 años, presidente de la Asociación de la Comunidad Islámica Ahlul-Bait, quien añade que entre sunismo y chiismo “no existe rivalidad”.
“Escuché a Moumin en radio Panamericana, dejó su número y decidí llamarlo, le pregunté sobre la creación del mundo y me respondió con cosas muy lógicas”, cuenta Eduardo Cuttipa Trigo quien ahora es conocido como Ahmad Alí y se encarga de cuidar la mezquita Yebel An-nur (“montaña de luz”) de Miraflores.
En la última década del siglo pasado, los musulmanes paceños se reunían a rezar en una habitación de cuatro metros cuadrados cerca de la plaza Riosinho, un par de años más tarde, Moumin migró a Brasil con su familia y el grupo de seguidores islámicos se dividió en tres, sin embargo todos comparten los cinco pilares del Islam, uno de ellos: el Ramadán.
El mes del ayuno
“El Ramadán consiste en la abstinencia de todo tipo de comidas y bebidas, además de relaciones sexuales antes de que salga el sol y hasta que se oculte.
Pero también es un periodo para abstenerse de decir palabras malas o tener malos pensamientos porque también debemos educar a nuestro espíritu. Es un mes de misericordia y de perdón”, explica Ayman.
El objetivo es nutrir el alma y ser solidario con millones de personas que sufren de hambre en el mundo, manifiesta José Andrade, quien ahora adoptó el nombre de Yusuf, un estudiante de teología árabe y miembro de la mezquita de Miraflores desde 2003. “A veces cuando tenemos todo se nos endurece el corazón y pensamos que todo el mundo está bien pero cuando sentimos esa necesidad se nos ablanda y nos acercamos, de esta forma, a los más desposeídos, en suma sentimos las necesidades que ellos tienen”, expresa.
Durante este mes, quienes realizan el ayuno se levantan a las cinco de la mañana, antes del nacimiento del sol, para ingerir una comida que ayude al cuerpo a resistir la jornada y luego se efectúa la primera de cinco oraciones que todo musulmán debe hacer a diario. Cuando el astro rey se oculta da pie a la cuarta oración, que ha de ser en comunidad, después se puede comer y pasada una hora y media, antes de dormir, se debe cumplir con el último rezo.
“Ayunar es difícil, sobre todo cuando hay mucho trabajo físico, pero es parte de la espiritualidad y del sacrifico que uno hace”, explica Yusuf. En los países de mayoría musulmana hay tolerancia en el trabajo, se entra más temprano y se trabaja hasta la una o dos de la tarde en horario continuo. En Bolivia no existen esas facilidades y los musulmanes se esfuerzan para vivir esta práctica espiritual, explica Ayman.
Al ocaso se puede comer casi de todo, salvo ciertos alimentos prohibidos para la religión islámica como la carne de puerco o de cualquier animal muerto por causas naturales, además de alcohol. “Esta carne puede causar muchas enfermedades al cerebro y al corazón. La ciencia ha descubierto que el cerdo no elimina las toxinas en su cuerpo y más del 90% de éstas se halla en su carne”, argumenta el director de la mezquita As-salam.
Un grupo de personas está exento de seguir el ritual del Ramadán: enfermos, niños, mujeres embarazadas o que estén dando de lactar, ancianos y aquellos que están como viajeros, a cambio deben alimentar a un pobre en cada jornada, durante los 29 o 30 días que dure el noveno mes, explica Amina.
Sin embargo, cuando se rompe el ayuno con intención existe una penitencia por cumplir. “Si durante el día por olvido comes o bebes no estás en falta y tu ayuno continúa, pero si ingieres algo con intención tienes que ayunar por 60 días continuos, y si no puedes hacerlo entonces debes alimentar a 60 pobres con una buena comida, a eso se llama kaffárah”, comenta.
En la religión musulmana existe una ceremonia para el sacrificio de los animales. “Nosotros comemos la carne halal, es decir, el animal que ha sido sacrificado en el nombre de Dios. Tiene que haber mucha piedad en el momento de sacrificar a los animales, no tienen que sufrir porque estás pidiendo permiso a Dios para alimentarte de su creación”, expresa Amina.
Los hombres son quienes realizan el sacrificio pronunciando la palabra bismillah que significa “en el nombre de Dios”; con ayuda de un cuchillo hacen un corte en el cuello del animal para que muera de forma rápida y sin dolor. Inclusive, se venda los ojos de la criatura para que no vea cómo se sacrifica a sus similares y luego se debe sacar toda la sangre para dejar la carne limpia y saludable, una práctica que corre por cuenta de las mezquitas.
“Si vas a un matadero huele mal y por eso el hombre que come carne no sacrificada es malhumorado pues el animal no ha sido sacrificado, sino que resultó traumado y martirizado, todo eso lleva a una putrefacción que luego se transmite al ser humano”, manifiesta Sdenka Saavedra Alfaro, musulmana chiita y comunicadora social quien junto a su esposo Roberto es parte de la comunidad Ahlul Bait.
Comprar vacas, corderos o gallinas para el sacrificio implica una inversión de dinero que no todos los musulmanes pueden costear, dice Ahmad. En los países cuya religión oficial es el Islam la carne de tiendas y supermercados sí pasó por este ritual, pero en Bolivia la situación es diferente. “Tendríamos que comer halal, pero no hay un lugar donde comprar y conseguir una vaca cuesta dinero”, manifiesta Alí.
“Si no tenemos los medios, el Corán dice que podemos comer la comida de cristianos y judíos, siempre que el animal haya sido sólo sacrificado pero no en nombre de un ídolo, entonces esa carne es lícita, son permisos que Dios da”, añade Yusuf.
Rechazo y prejuicios en la sociedad
Se desconoce con certeza cuánta gente sigue el Islam en Bolivia y el concepto que se tiene sobre esta religión no es el mejor. Hombres violentos y mujeres oprimidas es lo que se viene a la mente de una persona cuando se menciona la palabra “musulmán”. Sin embargo, ésta es una imagen tergiversada de la cultura islámica porque el musulmán es una persona que vive en armonía con los demás, explica Amina. “Somos pacíficos y respetamos a todo aquel que no profese nuestra religión, ésa es nuestra verdadera esencia”, afirma.
Poco se sabe sobre la comunidad musulmana boliviana y su religión, y los medios no transmiten el lado bueno del Islam, esto lleva a una situación de intolerancia con aquello que es desconocido, explica Amina. “A veces en la calle te gritan terrorista, o los policías al vernos agarran fuertemente sus armas y algunas hermanas fueron rechazadas en el trabajo a causa de la vestimenta”, expresa.
Alí recuerda algunos pasajes de un viaje a Santa Cruz donde tuvo que lidiar con prejuicios a causa de su vestimenta. “El cardenal Julio Terrazas nos invitó a una reunión de modo que me trasladé al aeropuerto, yo llevaba puesta una gorrita con una escritura en árabe y un hombre, que también estaba invitado, cambió su pasaje para tomar otro avión, bajo el argumento de que no quería viajar con musulmanes por miedo a que la aeronave explote”.
Sin embargo, cuando ambos llegaron a su destino, Alí tomó la palabra en el evento al que fueron citados y explicó en qué consiste el Islam. Tras escucharlo, la persona que se había negado a viajar con él se disculpó “porque se dio cuenta de que los musulmanes respetan a las demás religiones”, comenta entre sonrisas.
Según Amina, al contrario de lo que se cree, las mujeres no son sometidas, sino muy apreciadas en el Islam, tanto que ningún hombre que no sea su esposo la puede tocar. “Es como si tuvieras un diamante de gran valor y lo cuidas por lo que vale, no lo vas a ir mostrando a todos y no vas a dejar que nadie lo toque”, arguye.
El uso del velo no es obligatorio pero sí el vestirse recatadamente y cuando una musulmana se casa tiene el derecho de pedir un regalo a su esposo y él debe cumplirle, además de encargarse de todas sus necesidades durante la vida de casados. “Nosotras también tenemos nuestros derechos”, añade.
Para Ayman, ciertos actos violentos que se producen en Oriente Medio y que se ven a través de los medios de comunicación son algunas expresiones culturales, que nada tienen que ver con el Islam. “Son parte de la cultura de algunos países que han abrazado el Islam y los medios las difunden, pero na así las verdades y la esencia buena de los musulmanes”.
“Como comunicadora he visto que la información está muy tergiversada y manipulada y llega de oriente a occidente totalmente cambiada. En el país donde vivo, Irán (llegó a Bolivia a presentar un libro), no existe el alcoholismo ni la drogadicción y su niñez es brillante”, afirma Saavedra.
El Islam no es un totalitarismo sino una cultura que busca la convivencia, sostiene Chambi. “No queremos que nos digan terroristas, ni talibanes. Queremos convivir sin discriminación y sin borrar nuestra identidad porque ante todo somos bolivianos. Yo me considero aymara y respeto los ritos de mis abuelos”, expresa.
El 8 de agosto, los musulmanes en el mundo celebrarán la Fiesta de la ruptura del ayuno, más conocida como Eid al-Fitr en el mundo islámico, la cual comienza a primeras horas de la mañana con una oración especial y el desayuno que marca el fin del Ramadán. Las mujeres lucirán sus mejores ropas y los hombres vestirán de blanco para compartir con su comunidad dulces, tortas y galletas; los niños recibirán regalos mientras pronuncien las palabras ¡Eid Mubarak! que significa “felices fiestas”.
El Ramadán en el mundo
Durante la celebración del Ramadán en los países que profesan el islamismo —la religión más extendida en el mundo, unos 1.200 millones la practican— la mayoría de los negocios cierran, especialmente en los pueblos pequeños.
Según el blog viajeros.com, los horarios de atención en bancos, entidades públicas y transporte se alteran ya que muchos no operan durante la mañana, y los comercios funcionan por la tarde, incluso hasta la medianoche. En las calles no se suele ver gente comiendo ni bebiendo durante las horas de abstinencia, pese a que cristianos, católicos y protestantes también habitan esos países.
Cuando se hacen los llamados para la oración, mediante los altavoces de las mezquitas, los musulmanes dejan en suspenso todos sus quehaceres y se dirigen a estos lugar a rezar el Corán.
En Indonesia, la nación con más musulmanes en el mundo, el Ramadán también es propicio para rendir homenaje a sus muertos (hacen ofrendas florales, limpian las tumbas y rezan en los cementerios). Otra costumbre es dar limosna y preparar la comida de la noche (Iftar) para los más desposeídos en señal de solidaridad.
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