domingo, 25 de enero de 2015

La vida del Templo de la Recoleta

Arquitectura religiosa. La conocida parroquia de la Recoleta o del “Señor de la Exaltación” comenzó como un convento de religiosos recoletos franciscanos, dedicados a la vida de oración.

Como símbolo importante de la zona de la Recoleta se encuentra el templo que tiene el mismo nombre, una antigua construcción que data del año 1674.

En un primer impacto de vista se encuentra el frontis de la iglesia, cuyos detalles son simples comparados con otras infraestructuras eclesiásticas de la región. Un portón de madera de gran tamaño, resguardado en ambos lados por paredes recubiertas de piedra, al igual que los pilares decorativos, completan el ingreso al lugar.

Sobre la puerta, se encuentra la imagen de la Virgen del Rosario, rodeada por un arco de piedra y algunos detalles que la acompañan. En el fondo, un ventanal colorido que deja pasar la luz al interior de la parroquia.

En la parte superior del frontis hay una torre que tiene un reloj que hace un tiempo dejó de funcionar y, en la cúspide se observan cinco campanas y una delicada cruz de metal, símbolo de la Iglesia Católica.

La fachada es de color blanco, matizado con algunos colores y detalles decorativos que la diferencian de otras iglesias cochabambinas.

Entrando a la parroquia lo primero que resalta es el imponente altar que se aprecia a distancia. Al acercarse uno puede admirar la imagen del actual patrono de la parroquia, “El Señor de la Exaltación”, un cristo crucificado con una expresión de angustia, que tiene más de dos metros de altura.

A la izquierda del altar, se encuentra la “Dolorosa”, una imagen de la Virgen María junto a San Juan.

Se dice que estas tres imágenes fueron traídas desde España para la fundación de la iglesia. Todas están dentro de urnas de vidrio, adornadas por cuatro pilares verdes y detalles de color oro.

Debajo del Cristo, se encuentra el sagrario, el lugar donde se guardan las hostias, que en la comunión representan el cuerpo de Cristo.

Dentro el altar mayor hay una mesa que el sacerdote utiliza para apoyar la biblia junto con los artículos que utiliza para dar la misa. Está rodeado por muchas flores, también por una cerca de pequeñas columnas blancas y sobre éstas, un borde que simula el mármol. Un arco central blanco, pintado con detalles dorados, adorna este lugar.

Detrás del altar mayor, sobre la imagen del Cristo, se encuentra un fresco de ángeles, en tonos pasteles, que acentúan la tranquilidad de este hermoso lugar.

El interior del templo es luminoso y tranquilo; sus altísimas paredes blancas con contornos dorados y arcos realzan su belleza.

Cabe destacar la presencia de dos santos que flanquean el ingreso interior del templo. San Expedito y San Judas Tadeo, desde su altar, reciben cada día la visita de decenas de fieles que llegan al lugar para orar y pedirle diferentes favores. Ambos tienen muchas plaquetas de agradecimiento.

HISTORIA DE LA PARROQUIA

La parroquia de la Recoleta fue construida con el propósito de albergar a un grupo de varones religiosos, quienes obedecían reglas austeras de San Francisco de Asís y cultivaban un vida entorno a la oración.

Según un reportaje escrito por el párroco de la Iglesia de la Recoleta, padre Honny Villarroel y publicado en 2010 en la Revista Nuestra, el Archivo Nacional de Sucre guarda un documento oficial que data de 1674, enviada por la Audiencia Real de la ciudad de la Plata, firmada y autorizada por el Rey, solicitando la licencia para fundar el convento de la Recolección de San Francisco, en la actual Cochabamba.

Esta iniciativa la llevó a cabo don Rodrigo Mendoza Manrique, un hombre cuya última voluntad en su testamento fue la donación de dineros para la creación de un convento franciscano en la Villa de Oropesa.

De esa manera, con la aprobación de la autoridad que gobernaba en esa época, se comenzó la construcción del “Convento de la Santa Recolección de la Santísima Purísima Concepción”.

DISTRIBUCIÓN DEL TERRENO

El lugar en el que se encontraba este convento abarcaba un gran espacio físico. Había grandes huertas con árboles frutales, terrenos en alquiler donde vivían alrededor de 30 familias, cada una con sus propios sembradíos de maíz y pequeñas casitas.

En este terreno se encontraba el convento, compuesto por una biblioteca con documentos importantes, un tesoro bibliográfico, el que actualmente se encuentra resguardado en el Convento de San Francisco.

La sección del claustro se ubicaba en lo que hoy es el Gran Hotel Cochabamba. “Los claustros, divididos en tres patios, se caracterizaban por una fuente de agua corriente, diversos tipos de árboles frutales tales como duraznos, limón, naranjo, chirimoya y lima; un refectorio (comedor) con su respectiva despensa; once cuartos para los religiosos y otra para el Guardián. En un segundo piso, ocho celdas para los novicios” se menciona en la Revista Nuestra.

El altar mayor, a diferencia del actual, estaba compuesto de diferente manera. Tenía tres niveles donde se situaban imágenes de santos. La más importante de esa época era la titular de la iglesia, la Virgen de la Concepción, situada en un segundo nivel al centro de otras estatuas.

En esta iglesia antigua también existía un campanario con seis campanas, dos grandes y cuatro menores, así como una sacristía compuesta por dos roperos grandes, un mesón y una cruz. Actualmente, la sacristía aún conserva las mismas características.

Al comienzo de la República fueron clausurados éste y otros conventos, quedando solo el templo con un pequeño huerto.

CRISTO CRUCIFICADO

Según el relato de la escritora Mercedes Anaya de Urquidi, en el libro “La tradición en Cochabamba”, la figura del Cristo Crucificado del templo de la Recoleta se esculpió en madera de cedro, por encargo de un devoto llamado Andrés de Estrada.

En 1571, este personaje acudió donde Diego Ortiz de Guzmán, un artista discípulo de Tito Yupanqui, quien esculpió al Cristo.

“La efigie fue esculpida en no muy breve lapso y en madera de cedro, recogida en una de las hondonadas de la quebrada del Tunari, y luego decorada con óleo color carne” menciona Anaya.

La imagen se colocó sobre un crucifijo en madero de “khuri”. Según el texto, en el madero existen tres clavos: uno para los pies, otro para la mano derecha y el tercero para la izquierda, puesto que la cruz fue y está naturalmente formada.

La efigie fue colocada en la portería del convento, donde se la veneraba con el nombre de “El Señor de la Portería”, por mucho tiempo.

En la época republicana, la imagen del Cristo fue trasladada a un altar lateral. En 1949, durante los últimos trabajos de refacción, se la llevó al Altar Mayor, donde actualmente recibe fervoroso culto.

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