lunes, 20 de marzo de 2017

La veneración a San Francisco Solano



Hace casi 20 años, doña Julia Montero “heredó” el privilegio de ser la cuidadora oficial de la capilla de San Francisco Solano. Su madre había cumplido esa responsabilidad a lo largo de 50 años y al morir le encargó que no se separara nunca de la ermita del "Tata", y así sería bendecida por la gracia del santo.

La capilla se alza en medio de estrechas calles conocidas hace siglos como El Gato Pardo, El Gato Negro y el Gato Blanco, curiosa denominación que proviene de tiempos de la colonia.

Aparte de tener una pequeña tienda de abarrotes, doña Julia se encarga de proveer de velas a los fieles que diariamente acuden en busca de un milagro. Según doña Julia, hay muchos fieles que llegan desde el exterior, como España y Argentina, aunque también vienen de ciudades del interior del país.

Este pequeño pero concurrido santuario se encontraba en muy mal estado, hasta que la voluntad de cuatro mujeres hizo que se emprendiera una restauración y renovación de su antigua estructura.

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