En la ciudad de La Paz de los 1700 la procesión del Señor del Santo Sepulcro ya formaba parte de las actividades religiosas de la Semana Santa en la comunidad; sin embargo, ésta se llevaba a cabo con ciertas limitaciones y en medio de una gran sencillez, lo que no disminuía las expresiones de fe de los católicos.
Se sabe que la imagen del Señor del Santo Sepulcro era poco estética, con un aspecto casi tosco, y reposaba sobre una especie de camilla construida con maderas y carrizos muy sencillos.
Sin embargo, la comitiva que acompañaba la imagen era muy numerosa, compuesta por una gran parte de los vecinos, desde los más destacados hasta los más humildes.
La cantidad de gente que iba en procesión era tal que al caer la noche, debido a la oscuridad, se veía un río de sirios encendidos, que eran portados por cada uno de los fieles que no abandonaban la comitiva.
Durante el recorrido, en cada esquina, los devotos elevaban cánticos religiosos con tonalidades fúnebres. Los acompañaban músicos con instrumentos autóctonos que también eran muestra de la sencillez con la que se realizaba el acto religioso católico.
La ceremonia se mantuvo así por muchos años, hasta que José María Gurruchaga, de nacionalidad española, y su esposa Rosalía Ruiz de Gurruchaga, oriunda de la ciudad de La Paz, formaron parte de la comitiva que organizaba la procesión.
El matrimonio poseía una cuantiosa fortuna que le permitía, de manera frecuente, realizar viajes prolongados a Europa. En una ocasión, en su visita a Italia, tuvieron la oportunidad de participar en la procesión del Señor del Santo Sepulcro de esa ciudad y quedaron gratamente impactados por la magnificencia del evento.
Deseosos de replicar una procesión similar en la ciudad de La Paz, encomendaron en Italia la elaboración de un Santo Sepulcro, el cual fue realizado con una belleza incomparable: pintado a mano con productos naturales y con grandes detalles de anatomía humana.
La imagen llegó a La Paz a los dos años de haber sido encargada, sin que los vecinos de la urbe se enterarán.
Cuando llegó la Semana Santa, el Viernes Santo, día de la procesión del Señor del Santo Sepulcro, alrededor de la cinco de la tarde, los vecinos se concentraron en el atrio del templo La Merced para acompañar la procesión, pero grande fue la sorpresa cuando vieron salir del templo una elegante urna funeraria, fabricada en madera roble oscurecida, muy bien trabajada.
Dentro de ella había otra imagen de Jesús, esta era perfecta e impresionaba y emocionaba a todo el que la veía.
Se dice que la nueva imagen del Señor del Santo Sepulcro fue captando poco a poco mayores feligreses en la ciudad de La Paz, hasta convertir a la procesión en uno de los actos más importantes en el que participaba, incluso las autoridades más importantes.
Después de 1825 (creación de la República) en la comitiva que acompañaba a la imagen iban el mismo Presidente de la República, ministros de Estado, el Prefecto, el Alcalde y miembros del Concejo Municipal, todos encabezados por el Obispo, el Venerable Cabildo Catedral, el Seminario de San Gerónimo. Seguían a la comitiva bandas del Ejército y escoltas especiales, dando un gran realce a la ceremonia.
La urna del Señor del Santo Sepulcro era cargada por 24 hombres, que voluntariamente se ofrecían a transportarla por toda la procesión. El recorrido era previamente establecido por los organizadores y generalmente dependía de la transitabilidad de la calles, ya que debido a que la Semana Santa coincidía siempre con la temporada de lluvias, estas siempre resultaban inundadas.
Fallecidos los esposos Gurruchaga quedaron sus descendientes, Laureano Romecín y Francisca Blaye de Romecín, quienes también poseían una importante fortuna. La pareja participaba activamente de esta celebración católica y, queriendo darle mayor realce a la ceremonia,
encargaron en Europa la importación de la imagen de la Virgen Dolorosa, la cual no tardó mucho en llegar a La Paz. La imagen tenía también un perfecto acabado y portaba una elegante indumentaria. Inmediatamente fue incorporada a la procesión del Señor del Santo Sepulcro, lo cual llenó de beneplácito a los paceños.
Fallecidos los esposos Romecín, sus descendientes inmediatos, Balvina Romecín V. de Peñaranda y Mercedes Romecín V. de Saenz, no dudaron en continuar con la tradición de sus familiares de contribuir a las actividades religiosas de Semana Santa en La Paz. Vale mencionar que las imágenes del Señor del Santo Sepulcro y de la Virgen Dolorosa son las que se veneran en La Paz y salen en procesión hasta nuestros días.
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