sábado, 8 de septiembre de 2018

Guadalupe en Potosí



Imágenes, oraciones, una pieza teatral —única en su género—, procesiones, feria de Alasitas y dos entradas folclóricas, las más importantes de la capital del país, son solo algunas de las manifestaciones de la devoción que existe en Bolivia a la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Y la devoción tiene un año de inicio, 1600, cuando llegó al territorio de Charcas, hoy Bolivia, el sacerdote Diego de la Huerta Salcedo, más conocido por su nombre religioso de Diego de Ocaña. Pertenecía a la Orden de San Jerónimo pero en 1588 ingresó al Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, en Cáceres, España, y allí se plegó al culto a esa advocación mariana.

Partió hacia América en 1599.


Pero no viajó por gusto ni mucho menos por turismo, pues este era un concepto desconocido en la época.

Por las investigaciones de su primer editor, el franciscano fray Arturo Álvarez, se presume que el referido monasterio debió estar atravesando una situación difícil, debido a la escasez de limosnas, así que los sacerdotes capitulares de su orden, que estaban a cargo del prior fray Pedro de Santiago, decidieron enviar a dos de ellos a América, y específicamente a Charcas, a Potosí —que entonces era el centro económico del mundo— a, literalmente, recaudar fondos apelando a la piedad de los devotos.

Los elegidos para ese viaje fueron los frailes Martín de Posada y Diego de Ocaña.

“La obediencia religiosa imponía a los dos monjes aquel camino —escribe fray Arturo Álvarez—. Y el propio fr. Ocaña nos dirá luego que ‘en todo este viaje no es otro mi interés sino servir a la Virgen de Guadalupe y por esto no hay trabajo de que yo me excuse, como se interese su servicio’; y quejándose a la señora escribirá: ‘yo no ando haciendo negocios, sino los vuestros, pidiendo limosna para dar a los peregrinos que acuden a nuestra casa’”.

Fray Martín ya era de edad avanzada, así que no soportó el viaje. De Ocaña, más joven, cumplió su misión y su destino.

Dos imágenes, una Virgen


Del legado de Ocaña, mención especial merecen las imágenes que pintó, tanto en Potosí como en La Plata, en su afán de extender el culto a la Virgen de Guadalupe. Tuvo tal éxito que la advocación mariana es el centro de la festividad folclórica más importante de Chuquisaca. Un detalle poco conocido es que esa devoción, junto a la imagen original de la Virgen, fue sembrada primero en Potosí.

“Para ambas ciudades pinta la imagen de la Virgen de Guadalupe, la de Chuquisaca se ha hecho muy famosa; la de Potosí, que en un principio se veneraba en el altar mayor de San Francisco, por disidencias entre la Cofradía y los franciscanos fue trasladada poco después a la parroquia de San Juan, donde aún se conserva”, dijo de él la historiadora Teresa Gisbert.

Expliquemos esto del culto… Álvarez señala que, tras llegar fray Diego a Potosí, “alojóse en el convento de Santo Domingo y enseguida trabó amistad con el matrimonio Miguel Juárez y Francisca de Ulloa, naturales de Guadalupe de España. En la ciudad del argentífero cerro recogió Ocaña muy pingües limosnas (para el monasterio de la Virgen en España) y él mismo nos dice que en marzo de 1601 envió a su monasterio 44 barras de plata. Entre los dibujos de su manuscrito vemos uno del cerro Potosí, al que nuestro monje llama la octava maravilla del mundo y nos dice trabajaban en sus minas cada día 8.000 indios, con velas de sebo”.

Pero es mejor leer al propio Ocaña quien hace estas puntualizaciones: “Luego como despache esta plata por el orden dicho comense a hacer una imagen y retrato de ntra señora de Guadalupe por q’ auia comensado a asentar por cofrades a la gente de la villa de potossi…”.

En su estudio sobre el culto guadalupano, Álvarez agrega que, ya en Potosí, Ocaña “halló, sobre todo, devoción a la milagrosa virgent extremeña, y para satisfacer a sus devotos pintóles un retrato que se hizo célebre, y por suerte creemos que todavía perdura. Aparte los datos que él mismo nos ofrece en la relación tantas veces citada, es de gran precio lo que en torno a este cuadro leemos en el libro de milagros de la Virgen guadalupana. Allí se nos dice que estando en Potosí por el mes de octubre de 1600 el padre Ocaña, le pidieron los fieles un retrato grande de la Virgen de Guadalupe. Pintóselo él con mucho ornato y fue colocado en el altar mayor de San Francisco con grandes fiestas. Después narra el ms. Referido cómo a los ocho días obró la Virgen de Guadalupe el milagro de salvar a cinco indios que estuvieron sepultados cinco días, al hundirse una mina en que trabajaban…”.

Lo primero que se confirma tras leer a Álvarez es que la devoción a la guadalupana se impuso primero en Potosí, donde incluso Ocaña fundó una cofradía. Lo segundo es que la imagen fue colocada originalmente en el templo de San Francisco de la que fue trasladada en fecha incierta. Una carta que el mayordomo de la cofradía, Martín Pérez de Gallare, escribió el 30 de marzo de 1606 al prior del monasterio guadalupano en España revela las discrepancias con los franciscanos. “Sin embargo sabemos que en 1616 todavía se veneraba en San Francisco pues la visitó y cita el padre Pedro del Puerto en su ms.”, apuntó Álvarez.

El franciscano cree que el traslado se decidió después de la visita de Del Puerto y de allí se habría llevado al templo de San Juan, en la zona del mismo nombre. Este se encuentra ubicado en la esquina de las actuales calles Hernández y Chuquisaca. Su nombre es San Juan Bautista, diferente, por tanto, de San Juan de Dios, que también tiene su templo en Potosí pero en la calle Chuquisaca, entre La Paz y Millares.→

→Entonces, estamos hablando de una imagen, o, específicamente, una primera imagen que se pintó en Potosí en el año 1601, antes de que Ocaña pasara a Sucre donde pintó otra, la segunda. Y si todavía queda alguna duda de eso, hay un dato que aporta el propio monje jerónimo. En su crónica especifica que, antes de su llegada a Potosí, jamás había pintado: “Y yo con buen selo y animo tome los pinceles del olio cosa q’ en toda mi vida auia hecho solo con la noticia q’ yo tenia de la yluminacion y guiándolos la Virgen santissima hice una imagen con tanta perfection del mismo alto y tamaño de la despaña q’ toda la villa se movio a mucha deuocion…”.

“Para identificar la imagen venerada actualmente en San Juan con la pintura de Fray de Ocaña, tendríamos que demostrar primero que el monje castellano utilizó en su trabajo una tabla y no lienzo, como en todas las estampas de Guadalupe conocidas acostumbraba —agregó Álvarez—. Y esto no lo especifica él en su relación. Solo nos dice que hizo una imagen con tanta perfección, del mismo alto y tamaño de la de España. Y la hizo pintada, con tantas perlas y piezas de oro sobrepuestas, que es más curiosa que si fuese de bulto. El parecido entre la imagen existente en San Juan de Potosí y la efigie extremeña es innegable. Y por lo que toca a la pedrería a que se refiere Ocaña, pudo estar entre los sitios donde hoy vemos joyas pintadas”.



Más descripciones


El franciscano también describe la imagen: “es una tabla de cedro, recortada con la figura de la Virgen, al modo de la sucrense. Mide 1,60 m. de alto. Su vestido quiere imitar al manto de perlas de Extremadura y la pedrería va pintada en relieve sobre la madera. El rostro de la Virgen y del Niño son de metal —¿plata, cobre?—, pintados finamente. La cabeza del Niño lleva una cabellera postiza de mal gusto y las manos de la Madre y su Hijo van talladas en muy bajo relieve, faltando un dedo en la mano izquierda del Niño. También falta el cetro de la Virgen, que debió estar sobrepuesto y lo han robado”.

Así, con esa descripción, la imagen se encuentra bien conservada en el templo de San Juan Bautista que depende de la parroquia de San Martín. La encontramos en su altar, no solo bien cuidada sino triplemente resguardada por la imagen de un santo desconocido que albañiles anónimos encontraron mientras excavaban para la obra del campo deportivo que se encuentra junto al templo. Esa pequeña imagen fue colocada debajo flanqueada por dos cráneos humanos, llamados comúnmente “ñatitas”, que también fueron desenterradas cuando se llevó a cabo esas obras.

La imagen original de la Virgen de Guadalupe recibe misas semanales y sale cada 8 de septiembre en una procesión que recorre las calles de la zona alta de Potosí. En los últimos años se ha añadido la participación de fraternidades folclóricas. Para cerrar los actos, la plaza España, de la zona de San Juan, se convierte en el escenario de una feria de alasita.

Como para despejar toda duda sobre el origen del culto y las dos imágenes de la Virgen, Álvarez añade lo que sigue en su libro: “Fray Ocaña nos dice —al narrar las fiestas de su entronización en San Francisco— que su imagen se adornó con piedras, esmeraldas, perlas y oro que dieron las mujeres de Potosí, muy a tono con los gustos del arte virreinal y preámbulo de lo que se haría en Sucre al año siguiente”. •

Una comedia pionera


Con el fin de extender el culto a esa advocación, Diego de Ocaña también escribió una obra de teatro, la Comedia de Nuestra Señora de Guadalupe y sus milagros, un texto dentro del texto de su crónica de viaje por la América hispana.

Esta comedia figura en el primer lugar de las que habrían sido escritas con motivo de la Virgen extremeña mientras que la segunda sería el “Auto de la soberana Virgen de Guadalupe y sus milagros y grandezas de España”, de 1605 y atribuida a Miguel de Cervantes. La destacamos no solo porque fue representada en la Audiencia de Charcas sino, concretamente, en Potosí y Chuquisaca.

“La comedia de Ocaña parece ser la primera de una serie de piezas dramáticas dedicadas a la Virgen de Guadalupe y sus milagros que fueron escritas y representadas entre los años de 1601 y 1722. Y digo parece ser porque debido al estado actual en que se encuentra mi investigación, no puedo asegurar que no existiera una pieza anterior, de la que tal vez procedan la de Ocaña y las que le suceden”, dice Blanca López de Mariscal en otra obra.

Afortunadamente, esta pieza literaria fue editada en Bolivia pero en lo que constituye una llamada de atención para las autoridades municipales de Potosí y Sucre, la que la mandó a imprimir fue la Alcaldía de La Paz, en 1957, como parte de los cuadernos de teatro de su Biblioteca Paceña de los que es la primera publicación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario