domingo, 9 de septiembre de 2018

Devoción a Nuestra Señora de la Merced

El 10 de agosto de 1218, San Pedro Nolasco fundaba la Orden Militar y Religiosa de Nuestra Señora de la Merced en la catedral de la ciudad condal de Barcelona, con especial dedicación en la redención de fieles católicos cautivos en manos de los mahometanos. Ochocientos años después, la comunidad mercedaria se prepara para celebrar un excepcional jubileo por sus ocho siglos de historia y labor pastoral.

Cuando el Imperio Español impuso la fe católica en el nuevo mundo, la Orden de La Merced partió desde Cataluña, sede tradicional de su fundación, con la esperanza de evangelizar a los naturales de la indias, difundir la devoción a la Madre de Dios Nuestra Señora de la Merced y, principalmente, ejercer su función mendicante para redimir mediante el pago de rescates a los católicos tomados como rehenes de las guerras de religión por el control del mar Mediterráneo, en especial el norte de África, donde fueron reducidos luego de la reconquista de la península ibérica.

Asistieron desde temprano a la conquista del Perú, llegaron únicamente después de la Orden de Predicadores y de la Orden Franciscana, fundaron conventos en las principales ciudades y establecieron una sólida estructura en la provincia mercedaria del Perú, a la que nominaron Provincia de San Pedro Nolasco en honor al patriarca fundador de la orden.

La iglesia y convento de Nuestra Señora de la Merced de Potosí se erigieron a partir de 1549. La orden participó activamente en el desarrollo social y espiritual de la villa, especialmente con la predicación de su carisma de redención de cautivos. Durante el siglo XVI e incluso en el XVII, los frailes mercedarios participaron activamente en el transporte de caudales desde Potosí rumbo a España, producto de la generosidad de la mentalidad virreinal de ayudar al prójimo para agradar a Dios, o bien producto de la participación de la orden en negocios comerciales como la otorgación de créditos con imposición de censos o hipotecas sobre propiedades urbanas o haciendas rústicas. También participaron de la actividad minera, pues la orden, especialmente Nuestra Señora de la Merced, llegó a ser titular de parajes de minas y propietaria de ingenios de procesar metales en virtud de donaciones o herencias testamentarias. Estas propiedades y su administración ocasionaban que el padre comendador sea una suerte de místico sacerdote y, al mismo tiempo, administrador de empresas.

La imagen

La devoción permanece vigente hasta nuestros días, quizá, debido a que la imagen de la Virgen de la Merced pudo conservarse a lo largo de los siglos.

En cuanto a esa imagen, artísticamente hablando, el escritor Luis Subieta Sagárnaga señala que es de factura cusqueña y elaborada por un autor indígena anónimo. Walter Zavala Ayllón puso en duda esa versión y, sin citar fuentes, mencionando solo “manuscritos encontrados en las Indias de Sevilla”, publicó en el diario El Potosí que “el año de 1640, el Prior de la Orden Mercedaria de España, había contratado los servicios de los maestros tallistas e imagineros José Manuel Zozaya y Ricardo Martín Medina, para que ellos labrasen la escultura de la Virgen María de la Merced, con destino a la Villa Imperial de Potosí en América del Sur, a solicitud de los frailes mercedarios que tenían a su cargo el convento y templo de la Merced en Potosí, cuya casa de Dios habíase fundado el año de 1555, con los generosos donativos de los ricos mineros de la ciudad”.

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