Con el clamor de “¡No más muerte ni explotación!, durante una misa dedicada a migrantes y víctimas de violencia, el papa Francisco echó el cerrojo ayer a una visita llena de contenido a México.
Durante la misa, celebrada en Ciudad Juárez ante cientos de miles de personas a sólo 80 metros de la frontera con Estados Unidos, el líder de la Iglesia católica denunció la “tragedia humana” de aquellos que se ven obligados a emigrar, “expulsados por la pobreza y violencia”.
En su camino en busca de mejores condiciones y oportunidades, hallan “terribles injusticias; esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son fruto del negocio del tráfico humano”, dijo.
“¡Y qué decir de tantas mujeres a quienes se les ha arrebatado injustamente la vida!”, añadió el Pontífice, aludiendo a la ola de asesinatos que dieron triste fama a Ciudad Juárez en las últimas dos décadas.
Ante todas estas situaciones, Francisco pidió “el don de la conversión y el don de las lágrimas” para todos los que provocan estos sufrimientos.
Tras expresar su vehemente rechazo a la muerte y la explotación asociadas con la criminalidad, aseveró que “siempre hay tiempo de cambiar, siempre hay una salida y una oportunidad, siempre hay tiempo de implorar la misericordia del Padre”.
Antes, al visitar una prisión en la misma ciudad, dijo ante unos 700 reos que “el problema de la seguridad no se agota sólo encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad”.
Asimismo, los exhortó a luchar desde su reclusión por revertir las situaciones que generan exclusión. “Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión”, acotó.
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