Con la imposición de cenizas, en la celebración de la misa de “Miércoles de Ceniza”, la población católica comienza hoy con el tiempo de la Cuaresma que según el monseñor Eugenio Scarpellini no sólo debe ser de arrepentimiento de los pecados, sino de conversión hacia una vida nueva de renovación.
Scarpellini recordó que con el Miércoles de Ceniza se inicia el tiempo de Cuaresma, camino de conversión, de austeridad, de preparación a la Semana Santa, al misterio de la Pascua.
“Es el tiempo litúrgico donde estamos llamados a retomar con firmeza el camino de fe en Dios, del encuentro con Jesús, a hacernos discípulos misioneros suyos, a enriquecer nuestra vida con la meditación asidua de la Palabra de Dios, la oración constante al Padre y la solidaridad con nuestros hermanos más pobres”, afirmó monseñor Scarpellini.
Con la imposición de las cenizas,“ escucharemos la invitación de Jesús: Conviértete y cree en el Evangelio” los católicos asumen el compromiso de celebrar el sacramento de la reconciliación, de la confesión y “experimentar una vez más la misericordia del Padre, capaz de conducir nuestra vida hacia la santidad, hacia la felicidad”, afirmó en ocasión de la homilía de la misa del domingo 15 de febrero.
La Cuaresma para los católicos es el tiempo de reconciliación con Dios, con los hermanos y consigo mismo, consecuentemente la preparación y celebración del misterio pascual; es decir, la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
TRADICIÓN
En la Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua. Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno (ya que se excluyen los domingos). En el siglo VII se agregaron cuatro días antes del primer domingo de Cuaresma estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto.
Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), el inicio de la temporada penitencial de la Cuaresma fue simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la congregación.
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