La Semana Santa se celebra este año en Jerusalén a la sombra de una ola de violencia que no tiene visos de concluir y que ha alejado durante los últimos seis meses al turismo y a los peregrinos de los principales lugares santos.
Los grupos de visitantes que en los últimos días eran visibles en la ciudad santa contrastaban con los miles de cristianos procedentes de todo el mundo que solían abarrotar por estas fechas las calles que recorrió Jesús en la semana de la pasión y resurrección.
Entre los que se han decidido a venir a Tierra Santa, los sentimientos diferían entre aquellos que no sentían ningún tipo de inseguridad, pese a que la tensión es palpable, y los que a pesar de todo, se contentan con cumplir el sueño de visitar y conocer los lugares más importantes de la fe cristiana.
"Hemos tenido la oportunidad de conocer a ambos lados (palestinos e israelíes) y nos hemos sentido muy acogidos", explicó a Efe Anelis, que junto a su pareja Walter, ha venido desde Guatemala para cumplir el sueño de recorrer gran parte de los lugares en los que Jesús dejó su huella más de 2000 años atrás.
Jerusalén se convierte a partir de mañana (hoy), Domingo de Ramos, en el centro de las celebraciones, con la tradicional procesión que parte de la Iglesia franciscana de Betfagé, en el Monte de los Olivos, y recrea la entrada triunfal que Jesús hizo a lomos de un pollino a la amurallada urbe en tiempos romanos.
Precisamente el poder conmemorar los pasos de Jesús durante la semana pascual en el lugar en el que según las Sagradas Escrituras se desarrolló su vida y obra, es uno de los mayores atractivos para los peregrinos.
Para una turista sudafricana que prefiere no decir su nombre, "los lugares por los que viajamos son seguros, por lo que no consideramos cancelar el viaje por lo que está sucediendo".
La actual ola de violencia se inició en la zona el 1 de octubre, y hasta ahora han muerto 202 palestinos, más de dos tercios al perpetrar o intentar
perpetrar ataques contra blancos civiles y militares israe-líes, gran parte de ellos en
Jerusalén.
Esas agresiones han causado la muerte a treinta israelíes, tres extranjeros y un palestino.
Pese a todo, la turista guatemalteca no pensó en modificar su itinerario: "Hemos venido en un tour espiritual y visitado todos los lugares específicos, especiales, por los que caminó Jesús. Lo hemos disfrutado mucho, nos encanta Jerusalén".
Los comerciantes de la zona no ocultan que la situación les ha pasado factura y que los peregrinos son recibidos con cuentagotas.
"La situación es mala. El trabajo es malo porque todo depende de la política y de los problemas que hay en este país entre judíos, cristianos, árabes, musulmanes", refiere sin ambages Michelle, un cristiano palestino de 69 años que regenta un pequeño supermercado a la entrada de la Puerta Nueva de la ciudad vieja.
Sus cálculos no son muy optimistas y según ve la cosa, los turistas no llenarán las calles en los próximos días: "Tenemos las festividades aquí y no hay nadie para comprar". Coincide con él Wisam, de 23 años y comerciante de una tienda de recuerdos de Tierra Santa, donde predomina la imaginería religiosa y figuras hechas de madera de olivo.
"No hay muchos turistas, las calles están vacías, los vendedores están sentados y los negocios flojos por la situación política. Tan solo esperamos que esto termine, que los turistas vuelvan y mejore el comercio. Muchos han cerrado unas calles más abajo", afirma.
No lejos, una pareja de turistas alemanes pasea primero por la Puerta de Damasco, después por las calles de la ciudad amurallada.
Son reconocibles porque abandonan la restringida ruta por la que se mueven el resto de peregrinos, que liderados por sus guías turísticos se mueven de un lugar santo a otro para después regresar a sus hoteles de Jerusalén Oeste o incluso Tel Aviv y dejar atrás las principales zonas de fricción estos días, aquellas en las que comparten espacios palestinos e israelíes.
"Las noticias sobre la región te pueden desanimar. Vemos que esto es seguro y no pensamos en cancelar el viaje en ningún momento, pero sí es cierto que no puedes evitar tener un sentimiento raro", cuenta Eva, una joven turista en la veintena.
Entre los muros históricos de la antigua Jerusalén, en los que el cristianismo comparte algunos de sus lugares más sagrados con sitios indispensables para el judaísmo y el islam, se escuchan las sirenas en dirección a las afueras de la ciudad, elevando la sospecha de que
se haya producido un nuevo ataque.
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